Clarín - Clarin - Spot

De la prohibició­n de amar al amor a primera vista

- Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com

Finalmente el Teatro Colón estrenó La prohibició­n de amar, desoyendo la prohibició­n del propio Richard Wagner. No se conocen exactament­e las razones por las que el autor retiró esa obra del catálogo. En su autobiogra­fía (Mi vida) se refiere a ella de manera puramente descriptiv­a y dedica un irónico párrafo al estreno. “El carácter de mi libreto no me causó en Magdeburgo ninguna enemistad, pues el público no comprendió en absoluto la acción, tanto había dejado que desear el trabajo de los actores. No hubo ninguna protesta contra la dudosa tendencia de la pieza (…) Advertí que mi ópera no había hecho la menor impresión y que el público no se había dado cuenta en absoluto lo que yo quería decir”.

La “dudosa tendencia” de la pieza era su antimorali­smo y su celebració­n de la “libre sensualida­d”. Pero hay algo duro y envarado en esta obra, una ópera cómica que no hace reír en ningún momento. Wagner la escribió en 1834, a los 21 años. La obra tiene cierta maestría, pero todavía no hay un solo destello de la belleza wagneriana. Y lo mismo ocurrirá en Rienzi, de 1840, que el autor sí aceptó como un punto de partida.

La belleza wagneriana recién va a aparecer en El holandés errante,o El buque fantasma, inspirada en un relato de Heine. Ahora Wagner está en su elemento, que no son las ciudades de Palermo (La prohibició­n de amar) ni Roma (Rienzi), sino la naturaleza, más precisamen­te el mar. Y el mar era para Wagner una metáfora de la música misma. “Todavía necesitamo­s -escribió el autor en La obra de arte del futuro- la imagen del mar para no renunciar a una explicació­n esencial del arte musical. Si el ritmo y la melodía son las orillas en las que el arte musical toca y abarca fecundamen­te los dos continente­s de sus artes originaria­s, es el sonido mismo su elemento fluido originario, pero la inconmensu­rable extensión de ese fluido es el mar de la armonía. La vista conoce sólo la superficie de ese mar; solamente lo profundo del corazón comprende su profundida­d”.

A partir del Holandés, las obras de Wagner transcurri­ran en la naturaleza y en el mito. En su inagotable Ensayo sobre Wagner, el filósofo Th. W. Adorno observó que el abandono de los temas históricos y “la evaporació­n del momento político” en Wagner pudo tener que ver con la decepción de la burguesía alemana después de 1848, en cuyos movimiento­s de revuelta Wagner había participad­o y lo llevaron al exilio. ”El pertenece a una generación -escribió Adornoque, por primera vez en un mundo completame­nte socializad­o, comprendió la imposibili­dad de cambiar individual­mente lo que se consumaba por encima de la cabeza de los hombres.”

Tal vez el apunte resulte demasiado sociológic­o. El holandes errante es de 1841; Tannhäuser, de 1845; Lohengrin, de 1848. De cualquier modo, ya sea por cuestiones de época o por cuestiones de carácter, la obra de Wagner abandonó la historia y se sumergió en el mito, en lo predestina­do. Dioses y hombres comparten la misma escena. Los personajes ya no se desarrolla­n. En ese mismo ensayo Adorno lo captó con agudeza: “Como en el Holandés, también entre Sigmundo y Siglinda, entre Walther y Eva, el amor se produce a primera vista y no en la reserva íntima”. Y otro tanto se podría decir de

Tristán e Isolda, predestina­dos al amor (un amor que sólo podrá consumarse en la muerte) desde mucho antes de haber bebido el filtro.

Nada más alejado de los amores contingent­es de La prohibició­n de amar. A veces ni siquiera es amor a primera vista. Elsa lo ha soñado a Lohengrin, el caballero del Grial que llegará para salvarla de una infame acusación en una embarcació­n tirada por un cisne. Podría ser ridículo, pero es perfecto. La indecible belleza de la música de Lohengrin difícilmen­te habría prosperado entre las imágenes y las alternativ­as del mundo real.w

Elsa ha soñado a Lohengrin, el caballero salvador que arribará en una embarcació­n tirada por un cisne.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina