Una forma de volver a casa
En su oficina uruguaya, el ex bailarín habló con “Clarín” sobre la presentación de “Hamlet ruso”.
El 10 de mayo se presentará en el Teatro Ópera una gran producción del Ballet del SODRE de Montevideo, que dirige Julio Bocca. Es “Hamlet ruso”, coreografía de Boris Eifman inspirada en la vida de zar Pablo, apodado “el Loco”, vida que tuvo curiosas similitudes con la del célebre personaje de Shakespeare.
El coreógrafo moldavo Boris Eifman no es del todo desconocido para el público argentino: su Rodin, basada en episodios de la vida del escultor francés, fue interpretada por el Ballet del Colón en 2014. Y casi diez años antes el propio Eifman había presentado “Hamlet ruso” en el Luna Park, con su compañía el Eifman Ballet y Julio Bocca como bailarín invitado en una interpretación memorable.
El Ballet del SODRE tiene a Hamlet… en su repertorio desde 2013 y volvió a escena esta temporada para hacer un nuevo ciclo en Montevideo, antes de traer la obra a Buenos Aires. En su luminosa pero muy austera oficina del Auditorio Nacional del SODRE, Bocca repasa su propia experiencia con el perso- naje de Hamlet: “Estrené la obra en el City Center de Nueva York, creo que en 2001, y para esa puesta trabajé directamente con Boris Eifman. Yo pertenecía aún al American Ballet Theatre y las jornadas eran extenuantes”.
-Mucha exigencia física.
-Eifman es tremendamente exigente pero en otro sentido: a lo mejor pasábamos una hora para que encontrara una forma de transmitir únicamente a través de la mirada; “no, eso no es”, me decía, “tus ojos tienen que atravesarme la cabeza”. Siempre fui rápido para aprender y la coreografía la dominé en tres días. Pero este tipo de cosas eran nuevas. Y también había otras dificultades: porque sus bailarines eran hermosos, jóvenes, altísimos. Tanto hombres como mujeres. Mi partenaire, que hacía el rol de Natalie, me llevaba una cabeza. Imaginate. Y por otro lado, Boris me pedía cosas como “desarmate”. Sus bailarines, cuando los ves en los ensayos, quizá no te parecen técnicamente perfectos y, sin embargo, en el escenario deslumbran. Están formados para dar ese “lenguaje” que él necesita. Esas semanas de ensayo en el City Center fueron agotadoras y maravillosas. Descubrir un estilo distinto, poder contar una historia y estar frente a un coreógrafo al que no le interesaba tanto si estirabas el pie o no, sino encontrar la sensibilidad del artista.
-¿Cómo es él personalmente?
-Muy reservado, pero hay que decir que su inglés no es precisamente fluido. Y es una persona tranquila aunque no en los ensayos. Durante bastante tiempo estuvo marginado en Rusia, posiblemente porque era demasiado moderno para el repertorio que tenían las grandes compañías rusas. Ahora no: tiene un edificio con escuela y teatro en el que se invirtie-
ron muchos millones. Boris sabe contar muy bien una historia con la danza y en ese sentido lo comparo con Macmillan o Cranko, ese tipo de coreógrafos que crean un ballet completo de una manera muy teatral y en el que se comprende quién es cada personaje. Eifman, claro, es más contemporáneo.
-¿El “Hamlet ruso” está en el repertorio de muchas compañías?
-No. Boris la estrenó con la suya propia y después con el Bolshoi. Luego se la dio al Ballet de Lituania y desde 2013 la tenemos nosotros, con la autorización de hacerla también en giras. Es un gran orgullo para el Ballet del Sodre.
-Recuerdo que tu interpretación del personaje del zar Pablo, en el Luna Park en 2005, había sido muy conmovedora. ¿Eifman te había dejado cierta libertad para esta interpretación?
-Sí, me dejó muy libre. Yo me hice muchas preguntas mientras lo íbamos componiendo. En verdad me sentía pequeño, con mi estatura, en medio de esos bailarines gigantescos; fuera de lugar, vulnerable. Y eso se incorporó al personaje. La despedida de mi carrera en Rusia fue en el Kirov, con esta obra, ¡y no con “Don Quijote!”. Maravilloso.