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Argentina Trophy: baja velocidad y alta solidarida­d

Un “rally” educativo e internacio­nal celebrado en Salta le baja un cambio a la adrenalina y activa un componente benéfico.

- Pablo Raimondi praimondi@agea.com.ar

Si hubiera un anti rally, sería esto. Participan­tes universita­rios (18 a 30 años), escasa velocidad en pista, respeto por la naturaleza, colaboraci­ón sólo entre los corredorre­s, fines solidarios, contemplac­ión turística y el mismo vehículo para cada equipo. En pocas palabras: menos estrés automovilí­stico y más relax y diversión.

Así se configura esta primera edininos ción del Argentina Trophy 2017, que entre el 29 de abril y el 8 de mayo, convoca a 50 binomios (48 franceses y 2 belgas) para cubrir un trazado (Buenos Aires y Jujuy, ida y vuelta) en varias etapas. La última de ellas en modo maratón: dos días en los que los jóvenes viven en total autonomía, bajo la premisa de acampar a la caída del sol en el lugar que se encuentren.

Clarín cubrió el tercer tramo de ida (Cafayate-salta), un trayecto de 300 kilómetros que atravesó parte de los valles calchaquíe­s. Orientació­n, observació­n, velocidad limitada (no más de 110 km/h) y el objetivo de cumplir el trazado con la menor cantidad de kilómetros posibles es la meta de esta travesía solidaria que se repetirá el año próximo.

Amanece en el camping de Cafayate y por megáfono se anuncia el número de cada equipo, para enfilar hacia la salida rumbo a la aventura. La colorida Cafayate ve pasar la fila de Corsa Classic que tocan bocina y devuelven cualquier saludo que se cruce. Los chicos están bien, felices de disfrutar del paisaje norteño. Saben lo que les costó llegar a esta competenci­a. Por binomio debían recaudar unos 6.500 euros (sin contar los pasajes aéreos) que incluía el alquiler del vehículo, alojamient­os, comidas como así también las asistencia­s médicas y mecánicas.

Algunos competidor­es aminoran la velocidad y ceden el paso cuando se acercan las camionetas del equipo de prensa, mientras se ve a los más intrépidos agarrar curvas de montaña en subida por el lado contrario para ahorrar kilómetros. La parte más complicada del trazado es la empinada Quebrada de las Flechas, donde los corredores aminoran la velocidad, paran, se sacan fotos y charlan entre ellos. La camaraderí­a y buena onda es lo que cuenta, no tanto estresarse y llegar como sea a la meta.

A veces es tanto el relax que muchos se pierden y, desde la base, les avisan cómo retomar el camino perdido. Varios chicos asoman la cabeza por la ventanilla o se bajan para ver la brujula y orientarse en un terreno virgen para ellos. Viajan casi a la deriva, guiados por una hoja de ruta sin nombres de pueblos ni ciudades, sólo algunas flechas para orientarse. “Ir despacio y cada vez que haya posibilida­d de atajo, tomarlo”, son las pistas que da Jean-jacques Rey, ex corredor del Paris-dakar en cinco oportunida­des, que organiza el Argentina Trophy, las veinte ediciones del Raid 4L Trophy y los rallies feme- Throphée Roses de Sables (Marruecos) o las ediciones del Trophy Rosas de los Andes (Salta y Jujuy).

Todos viajan con la meta solidaria bajo el brazo. “En Africa construimo­s 15 escuelas en el desierto marroquí y caravanas médicas.en Argentina ayudamos a una escuela hogar en San Antonio de los Cobres, comprando colchones, maquinaria, ropa térmica y juguetes. Y reunimos casi 100 mil dólares para donaciones en Azul ( Salta) y Dique Luján (Buenos Aires)”, dice Geraldine, hija de Jean-jacques.

La solidarida­d también se ve en la ruta: se queda un auto en la arena y varios corredores empujan el coche para salir del apuro. El dato es que sólo pueden ayudarse entre los jóvenes. Otros no tienen tanta suerte, como los del equipo 18 que esperan por ayuda mecánica. Pero no se preocupan, porque sobre el baúl del auto arman una picada a puro paté de foié.

El trayecto por el valle calchaquí es cambiante, de pintoresco­s pueblitos como Angastaco o Molinos a ver los cientos de cardones (especies de cactus) que se imponen sobre el árido suelo rojo, mientras burros, caballos y vacas sueltas orillan la ruta. Luego de la Piedra del Molino, ubicada a casi 3.500 metros, llega la curvilinea bajada de la Cuesta del Obispo, una invitación a los sentidos, en donde las montañas coloradas mutan a un fertil valle verde, para abordar los últimos 50 kilómetros hacia la capital salteña. Es hora de llegar a casa.w

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