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“Me gusta ver a la gente disfrutar de lo que tocamos”

El saxofonist­a recuerda sus inicios y su paso por el grupo de Nat Adderley, y analiza la escena actual del jazz.

- César Pradines Especial para Clarín

El saxofonist­a alto Vincent Herring, oriundo de Kentucky, es uno de los máximos cultores de un estilo que reúne al jazz con el soul, el funk y el góspel. Su música tiene un lirismo empapado de blues y un estilo de improvisac­ión asociado al jazz. En su paso por Buenos Aires -toca hoy a las 21 en la Usina del Arte-, su cuarteto sumará dos invitados locales: Mariano y Sebastián Loiácono, para abordar un repertorio basado en la música del gran Cannonbal Adderley.

Con 20 discos como líder y unos 200 como colaborado­r de artistas como Nat Adderley, Freddie Hubbard y Cedar Walton, Herring desarrolló un estilo propio que tiene como una de sus principale­s bases a Cannonbal.

-Sus comienzos con la música fueron curiosos...

-Sí. Quería tocar un instrument­o pero no sabía cuál, y me anoté en una escuela de música. Cuando me preguntaro­n en qué nivel me anotaba dije confiadame­nte “avanzado”, sin saber nada. Al día siguiente me presenté a la prueba. Cuando llegué había un saxo alto y lo tomé, me pusieron la partitura y el director me dijo que tocara mi parte. Ni me moví. Eso duró un rato hasta que me echaron del aula y me mandaron con los principian­tes. Tenía once años. (Risas).

Herring siguió estudiando saxo, mientras escuchaba mucha música. “Mi madre ponía en casa a Coltrane, Ornette Coleman y Art Blakey, a los que le prestaba una atención despareja. En la radio se escuchaba mucho smooth jazz; es decir, pop. Me gustaba, pero me sugerían que escuchara seriamente a músicos que hicieran jazz”, dice. Luego, su ingreso a una banda militar lo acercó a Nueva York, donde comenzó a frecuentar el circuito de jazz.

-¿Cómo conoció a Nat Adderley?

-Estaba tocando en la calle, con Dave Douglas y Adam Rogers, cuando pasó Nat con su bajista, Walter Booker, que me invitó a un show. Al terminar, fui a saludarlos, Booker me dijo que a Nat le había gustado como tocaba y me preguntó si conocía su música. Le dije que sí, nos empezamos a reunir en su casa a ensayar, y quedé en la banda. El primer disco que grabé con ellos fue nada menos que We Remember Cannon.

Para Herring, haber compartido escenario tanto tiempo con Adderley (grabó con once discos con él) le permitió entender su música desde adentro. “Nat me transmitió ese mundo tan especial de la música que ellos desarrolla­ron. Es verdad que le agrego mi propia mirada... Me gusta ver a la gente disfrutar de lo que tocamos”, añade el saxofonist­a.

-Los Adderley eran músicos conocidos, además, por entender muy bien el negocio dentro del jazz.

-Nat me enseñó cómo manejar el grupo. Con él, cobrábamos en el banco a través de una cuenta. Era un adelantado. Lo mismo cuando armó una agencia, junto con Gigi Gryce, que era la que cerraba los tratos con los productore­s y sellos de música. Esa manera de manejar el negocio era más clara y ganábamos más dinero. La escena cambió mucho. Antes, de cien músicos había uno que era especial, cinco, buenísimos y el resto tocaba bien; ahora hay cinco especiales, treinta muy buenos y el resto son buenos en serio. Es muy difícil. ¿Por qué cree que ahora nos dedicamos a la docencia, todos, sin distinción? Para reunir dinero. Recuerdo que en un momento tuve que decirle que no a una orquesta muy importante, porque lo que me ofrecían no igualaba lo que ganaba estando en Nueva York tocando algo y enseñando mucho.

-¿Cuál era esa orquesta?

-La de Dizzy Gillespie.w

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Sabor local. Herring tendrá a los hermanos Loiácono como invitados.

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