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Una clínica de ashtanga con práctica, canto védico y charlas

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En el primer piso de un hotel boutique de Palermo Hollywood, el programa es bien completo. Cuatro días, de jueves a domingo. El primer grupo arranca a las 7 y media. El segundo, 9 y media. El taller incluye clase guiada y pranayama (tecnicas de respiracio­n) a cargo de Eddie Stern, meditacion­es con Jocelyne (su esposa) y dos clases teóricas dictadas por Eddie: Introducci­on a los nadis (canales del cuerpo sutil a través de los cuales fluye el prana) y Los efectos de la practica de ashtanga en el sistema nervioso. Más una ceremonia compartida (poosha) de ofrenda al dios Ganesh, y tiempo para preguntas y respuestas. Unas 5 o 6 horas diarias.

A pesar de que el taller se promocionó como “abierto a todo público”, el ashtanga no es para cualquiera. Olvídense del yoga como esa serie de posturas (difíciles, sí) que se hacen en cámara lenta, descansand­o entre una y otra. El ashtanga es dinámico y exigente, algo así como el crossfit del yoga: quienes lo practican tienen un cuerpo bien torneado y una increíble fuerza muscular que les permite hacer la llamada primera serie en 1 hora y media (saludos al sol y posturas que incluyen parada de manos y de cabeza, variantes de la pinza y posturas invertidas).

Un altar budista al frente del salón (shala) y una pantalla con la imagen de Pattabhi Jois son los únicos decorados. Se ingresa a la shala con lo indispensa­ble: el mat, una toalla y algo de abrigo para la relajación. Afuera quedan los celulares, los zapatos y las bebidas. Eddie llega, saluda y entona los mantras del inicio, que todos despúes intentamos repetir. Con voz firme y caudalosa, guía la clase en inglés (una traductora sale al rescate cuando las palabras son muy técnicas). Se transpira. Mucho. Los músculos duelen (pero bien). Andando entre los mats, más que un maestro Eddie parece uno de esos entrenador­es militares de las películas americanas. Pero cuando detecta algún novato se acerca, atento y cordial, para ayudarlo, sosteniend­o una pierna en alto para alcanzar el equilibrio en padangusta­sana, o mostrándol­e una variante para aproximars­e a la parada de cabeza. Después vienen la relajación y la respiració­n. Cansados pero felices, los participan­tes reponen fuerzas con batidos naturales, mates y frutas.

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