El anuncio de días mejores por venir
Más que un disco de rock, más que una obra musical. Pepper es un manifiesto. Luego de completar Revolver, su disco más experimental hasta la fecha (el primero del que no se llegó a tocar ninguna canción en concierto) y de dejar de presentarse en vivo por decisión unánime, tenían que romper el molde de la música pop de la época. La competencia era impresionante, con gente como los Beach Boys, The Byrds o The Jimi Hendrix Experience.
La primera canción que se grabó para el álbum terminó no estando incluida, sino que se lanzó por separado en un simple con dos caras A: Strawberry Fields Forever (que traía en su otro lado a Penny Lane). Esa canción define y da marco al rock psicodélico, con iguales dosis de experimentación sonora, poética ligada a imágenes de infancia y guiños cómplices sobre realidades paralelas y estados de conciencia amplificada. Su canción hermana, que sí figura en Sgt. Pepper’s es Lucy in
the Sky with Diamonds. Sin importar cuántas veces Lennon haya insistido en que se trataba de un dibujo que hizo Julian en la escuela, nadie podía dejar de notar que el extraño título parecía ser un código con las iniciales LSD. La (hoy, inocente) mención de las palabras I’d love to turn you on (me gustaría “iniciarte”) en A Day in the Life provocó una prohibición de difusión en la BBC. Admitir lo de Lucy (si iba por ese lado) habría implicado una censura que, muy probablemente, duraría hasta hoy. O algo más grave.
Más allá de (o precisamente por) las implicancias lisérgicas, Pepper fue, por la apertura revolucionaria que representaba, la banda sonora del así llamado “Verano del Amor”, en 1967. Acompañó la explosión del movimiento hippie y el lema de “Paz y Amor”, el rechazo a la cultura del consumismo, el involucramiento político de los estudiantes, las marchas en contra de la guerra de Vietnam, los movimientos de liberación femenina y de las minorías raciales y sexuales. El mundo no sería el mismo. Aquel sonido como venido del centro de la tierra y que explotaba en las estrellas del crescendo orquestal de A Day in the Life marcó el fin de una era de inocencia, que también había sido una era de ignorancia y represión. El larguísimo acorde de innumerables pianos tocando al unísono que lo sigue, era un prolongado orgasmo que anunciaba mejores días por venir.