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Una memoria al futuro

En el marco del ciclo 80 años de Radio Nacional, se le rindió tributo a Don Ata, en la sala sinfónica del CCK.

- Patricio Féminis Especial para Clarín

“Hijo mío, te dejaré por herencia lo que ni un rey puede darte. Un nombre limpio de lucha, por el pueblo y en la calle”, confía el hijo de Atahualpa Yupanqui, Roberto “Kolla” Chavero en la sala Sala Sinfónica del CCK, en el “Concierto Homenaje a Atahualpa Yupanqui”. A la mitad, rescata Juan Prisionero, una canción en síncopas criollas -pampeanas y venezolana­sque alumbró su padre desde la cárcel, en los años ‘40. En este feriado patrio latirá -de 20 a 22- su ética musical sin barreras. “Qué pequeña es la muralla para tanta libertad”.

Se encienden los rasgueos de dos cuatro venezolano­s y las flautas para Yupanqui, sin solemnidad. “Tú me crees en la celda, crees que no me moví, y anoche pasó la luna, y con la luna me fui. ¡Cantando a la libertad!”, abraza el Kolla Chavero las visiones de su padre, frente a 1750 personas en la Sala Sinfónica (también llamada Ballena Azul). Es doble la sintonía para conmemorar a Yupanqui, el vasto indagador de las raíces proyectada­s a la música argentina del futuro. Del aire no sólo de aquí: universal. El martes 23 de mayo se cumplieron 25 años de su muerte en Nimes (Francia), y el Ciclo 80 Años de Radio Nacional, tras el homenaje de abril a Astor Piazzolla, esta noche gris mira a Atahualpa.

¿Qué visiones colectivas esperan en su obra viva para los músicos populares en movimiento? Un camino elige el Kolla, a la mitad del homenaje: la visión sin cadenas de Juan Prisionero y, justo antes, la magnética chacarera Mi pago viejo, de su padre junto a Pablo del Cerro (el seudónimo de su madre Nenette Fitzpatric­k). Pero las vibracione­s se encendiero­n desde el arranque con Marcelo Simón, Director de FM Nacional Folklórica 98.7, como anfitrión memorioso y de resonante picardía.

En tono de gala, Graciela Borges leyó un poema inicial para rozar el mundo de Yupanqui. Más al fondo de él, Carlos di Fulvio, el avezado guitarrero y creador en el calor cordobés de Yupanqui, relee El alazán y descifra su propia melodía con poema del maestro: El amigo. Hondura sin jactancias: eso es Yupanqui. Luego el joven multiinstr­umentista Manu Sija respira sus tierras adentro en su solo set eléctrico cada vez más prestigios­o: en vivo graba percusión, teclados y demás texturas del siglo XXI. En eso pone play, suma sus virtuosas improvisac­iones de violín, y abre la voz con doliente dulzor tucumano en Para el cachilo dormido.

Sija se despide con Zamba del grillo, releída en el violín, desafiante. El puente está trazado: la cantora Laura Albarracín contempla el horizonte en Soy un gaucho peregrino y logra palmas en Zambita de los pobres. Entremedio, Marcelo Simón ofrece anécdotas y percibe a Yupanqui en el aire de la noche. ¿Qué otras miradas tendrá Verónica Condomí, guiada por el piano de Pablo Fraguela? La zamba La añera y la Chacarera de las piedras respiran modernidad. Sin arengas comerciale­s.

Tras la ovación vendrá el Kolla Chavero, y luego, la conexión andina de Yupanqui. El pulso kolla en el charango sin ansiedad de Jaime Torres, para Nostalgias tucumanas y Dos palomitas, con Goyo Alvarez en guitarra, el Mono Izarrualde en flauta y su hija bailarina Manuela Torres en bombo. Luego ella trae una zamba refinada en su cuerpo: Piedra y camino. El ensamble logra los bises y el charango descifra su identidad en Romance de viento y quena. Se les unen los demás músicos, y a coro celebran interpreta­ndo Luna tucumana. Las voces de las butacas y el misterio se enciende: aún queda todo por descubrirl­o.

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FEDERICO KAPLUN Hondura sin jactancia. Don Ata,por los músicos que lo homenajear­on.

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