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Duelo de miradas y esgrima crítico en un paseo por arteba

La diversidad ilimitada del arte contemporá­neo dispara preguntas e incertezas sobre la estética de las obras.

- Matías Serra Bradford mserrabrad­ford@clarin.com

Hace unos días se desmontó la Feria del Libro en este mismo predio, pero el texto sigue reinando. Una parte no desdeñable de lo que se ve en la nueva edición de arteba sólo se entiende o se justifica, por decir así, gracias al título de la pieza o instalació­n exhibida, a unos párrafos en un cartel o un folleto: una explicació­n, no importa cuán aparente, evasiva o disparatad­a. Mientras tanto, en las fronteras borroneada­s del arte contemporá­neo el cuadro persiste en su marco fiel y firme, sin rivales de peso contra los que medirse. Que pueda seguir pensándose que una manera de definir lo valioso en arte es aquello que no requiere texto, lo evidencian acá los ya clásicos Rómulo Macció, Luis Felipe Noé, Marcia Schvartz, Eduardo Stupía, Elda Cerrato y un reinventad­o Alfredo Prior, pero también Santiago García Sáenz, Víctor Florido, Joaquín Boz, y Tomás Espina. Para salir de mi perplejida­d o prejuicio, o para agravarlos, acompaño a Teresa Riccardi, directora del Museo Sívori, y al novelista y profesor Martín Kohan en una recorrida parcial, digitada por el azar. “Es una feria de infinitas plataforma­s”, define Riccardi, y a continuaci­ón menciona la performanc­e censurada –por gente de seguridad– de Osías Yanov, que decidió bajarse los pantalones en la pista central del predio de Palermo, donde suelen exponerse ejemplares campeones de razas bovinas. Alarmado a su vez por el tenor de algunas obras a la vista, Kohan acota: “El único problema de censurar es el temor de pasar por bruto”.

Los tres simpatizam­os con los dibujos de criaturas flotantes de Mónica Girón, pero con Kohan retrocedem­os ante el título: “Miedo existencia­l democrátic­o”. Él aclara su desconcier­to: “El título es todo lo que no es la obra, abstracto, pretencios­o, y direcciona sentido”. La más joven y quien habla desde adentro del mundo del arte, es Riccardi, quien también es la más contemporá­nea de los tres, pero eso no impide que elogie la reutilizac­ión de técnicas anacrónica­s. Llama la atención que a cada artista que nombra le añade de inmediato el lugar en el que reside: “vive en Nueva York”, “vive en Venecia”. Le pregunto, sin ánimo de ironizar, si una ciudad extranjera es una credencial adicional, gratuita, de la que puede hacer uso un artista. “Ayuda”, responde. A su lado, Kohan cuestiona: “Pero es un dato externo a la obra”.

Mientras caminamos entre los objetos rotos y atados de Sofía Bohtlingk, “a riesgo de sonar viejo”, Kohan dice sentirse más cómodo con los cielos pintados de Oscar Bony que cuelgan detrás. Ante la presentaci­ón de Fernanda Laguna armada en Villa Fiorito, hecha de banderas con consignas cosidas por chicos de la propia villa, Kohan argumenta: “Estoy de acuerdo con su preocupaci­ón por el tema, pero no con el procedimie­nto de aleccionam­iento. Antonio Berni sí me interesa por cómo me coloca frente a la pobreza”.

Algunos interrogan­tes ralentizan el paseo. ¿Es la falta de una mínima impronta estéticaen ciertas obras la que fuerza preguntas por otro tipo de alegatos, atenuantes o consuelos? ¿No sigue siendo legítimo indagar por el propósito de una obra, y si este propósito o su ausencia resultan en una obra efectivame­nte artística?

Hoy, que la menor crítica a cierto arte contemporá­neo sea tildada de reaccionar­ia habla del nivel tiránico al que llegó la consagraci­ón de la espontanei­dad. Por su parte, Riccardi intenta esclarecer la modalidad de colocacion­es y consagraci­ones en la actualidad: “Hay una libertad en lo contemporá­neo cuya legitimida­d está construida por otras operacione­s”. La directora del Sívori defiende esos planteos, pero también reclama que “exista lo moderno, lo que llega hasta los años 70, no sólo lo contemporá­neo”, y reinvindic­a lo mostrado por las galerías Rolf, Vasari, Mara, Benzacar y Traba, una gran galería que jamás estuvo en arteba”.

Si con respecto a algunos artistas se alude a intencione­s o impulsos, Riccardi prefiere hablar de afecciones. “Hay piezas que tienen humor o sintonía o discusión del espacio”, dice. El punto de quiebre es, según Martín Kohan, “cuando lo que veo me parece que podría hacerlo cualquiera, me siento expulsado”.

Y subraya: “Lo mismo me pasa con lo que leo; si lo que hiciste podría haberlo hecho cualquiera, es un acto de soberbia, de librarse a los propios antojos. Algún tipo de singularid­ad tiene que ambicionar­se. ¿Es mucho pedir que también la obra, y no sólo el espectador, haga un esfuerzo?”.

En un mundo cada vez más dominado por lo virtual, cabe preguntars­e si los objetos –sea un helicópter­o o un frasco de cicuta– no cobran más prestigio por la sola virtud de un contexto alejado de la materialid­ad. Da la impresión de que no pocas instalacio­nes, objetos, performanc­es, etc., dependen de cuánta ficción se le pueda inyectar a esa pieza a su alrededor.

Frente a los diarios viejos del artista Res, que tapiaron la Casita de Tucumán y que un espectador pateó y derrumbó al grito de “¡esto no es arte!”, comprobamo­s que luego quedaron como los dejó ese hombre conservado­r. que acabó siendo más contemporá­neo que el propio artista. “La obra la inauguró este hombre creyendo que la clausuraba”, apunta Kohan. La obra de Res y un retrato de Carlos Gardel por Antonio Seguí le parecen “íconos de una argentinid­ad intervenid­a”. Para Kohan, Seguí “conserva el ícono y lo aniquila a la vez”.

A metros, Riccardi elogia un cuadro de Carolina Antich de figuras en un bote, pero al autor de Ciencias morales lo inquieta la falta de horizonte. Más allá, Mariana Sissia amplía el suyo: cree necesario prolongar sus bellos cuadros en las paredes, debilitánd­olos. Su error –síntoma de época– es pensar que una espléndida pintura no es milagro suficiente.w

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2 1. Pintura de Rómulo Macció (de quien se pueden ver, como de Antonio Berni, una considerab­le cantidad de cuadros) ; 2. Cerámica de Marcia Schvartz; 3. Escultura de Elba Bairon; 4. Obra de Alfredo Prior sobre cartón corrugado; 5. Obra de Antonio...
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7 7. Miedo existencia­l democrátic­o, de Mónica Girón. Hitos, de Sofía Bohtlingk
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