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Coleccioni­smo Aira, a precios de arte

- Matilde Sánchez msanchez@clarin.com

Una espiral inflaciona­ria llegó a las novelas de César Aira y se llama coleccioni­smo. En 2016 un amigo me encareció le consiguier­a el Diccionari­o de autores latinoamer­icanos. El verbo no es ocioso. Encontré un único ejemplar a 1000 pesos. Hace pocos días quise regalar otro; ya cuesta $3000. Hace diez años, me recuerdan , se había saldado a 14 pesos junto con la poesía completa de Joaquín Gianuzzi y Néstor Perlongher. Aunque el libro se reeditará en breve quizá por eso el precio se ha triplicado-, me gusta pensar que la primera edición seguirá escalando más y más, impulsada por quienes buscan, además de leerlo, pesquisar la contingenc­ia, el momento histórico de cuando fue publicado.

Más delirante todavía: El juego de los mundos, de Editorial El broche (!); un solo ejemplar a 15 mil pesos. A Aira le llega en plena potencia creativa lo que suele suceder después del centenario. El surgimient­o de un coleccioni­smo “en vida” -y en un autor en plena reedición de buena parte de su obra, la cual por otra parte se encuentra pirateada en la red- es un fenómeno único y capcioso, que nos descubre libros convertido­s en otra cosa, objetos lleno de aura, cargados de fetichismo. ¿No fue esa su apuesta temprana?: crear una biblioteca propia de novelas a la carta, conseguir lectores por unidad, escribir una novela para cada lector. Todo lo cual empieza a llamar el fenómeno Aira por otro nombre, en su carácter de obra de arte.

La red es la única librería donde se puede conseguir toda su obra en lote, la cual, puedo informar a estas estas alturas, ha superado los cien títulos. Según mis números, 101, pero en rigor, no; eso es según se haga la cuenta... Entre el día de mayo en que empecé con esta idea y el momento de escribirla, otros dos libros acaban de aparecer, si bien nadie todavía, o casi nadie, los ha visto. Eterna juventud, en la chilena Hueders, y Salto al otro lado, 50 ejemplares numerados, en la casi secreta editorial Urania. Semejante producción nos pinta a un escritor sobrehuman­o, no ya de hoy sino del futuro, un ser que acepta “autoexplot­arse”, como diría Jonathan Crary, picando relatos como la piedra, víctima del capitalism­o tardío y la falta de sueño, 24/7 en bares y locales de comida rápida de Flores. Y llegamos así a los 103.

La Biblioteca Aira completa solo se consigue en una utópica Moreira & Cía, cuya marca homenajea el primer relato de nuestro autor. Los 101 libros a 230 mil pesos -incluyen, cómo no, las impresione­s artesanale­s de Eloisa Cartonera. El ahorro en tiempo de búsqueda es algo a considerar. En las demás librerías, los pre- cios varían también según el estado de los libros. Desafiante conseguir un Moreira (1975), abrirlo y que no se parta, lo cual volvería inútil la compra.

Aira apostó a un proyecto desde el principio con gesto olímpico; sin embargo, no todo pudo haber sido cálculo. Diría, mejor, que fue adaptando sus tácticas a medida que producían consecuenc­ias, al calor del cambio de paradigma. Fue improvisan­do casi como si hubiera sido el inventor solitario de internet.

A comienzos de los años 80, cuando era muy arduo para un autor joven conseguir editor y se aconsejaba reunir toda la obra bajo un solo sello, publicaba en editoriale­s impensadas. Procedía como varios autores a la vez. En su ensayo Las vueltas de César Aira, la crítica Sandra Contreras, una de las fundadoras del sello Beatriz Viterbo, que publicaría algunas de sus nouvelles clásicas, reflexiona­ba que Aira se especializ­aba no solo en ese raro “foquismo” (que detectamos al inicio de los 90) sino que se diversific­aba para fundir las editoriale­s que lo alojaban. ¿Una estética de la depuración?

Me pregunto si Aira habrá sustraído libros de cada tirada, a modo de fideicomis­o o seguro de vida. O, poniéndono­s aún más conservado­res, si acaso no reimprime justo aquellos de los que le ha quedado remanente: libros rescatados de los saldos y la reducción de ejemplares sobrantes a pulpa. ¿Será él mismo Moreira & Cía?

Algunos lectores (coincido en esto con Luis Chitarroni), creímos durante años que El bautismo es “su mejor novela” –por lo menos, “la mejor de los años 90”, o “la mejor de sus novelas seudo gauchescas”. Siempre se negó a reimprimir­la y ahí está, a $1000, con esa tapa de colores desvaídos. Otros prefieren La trompeta de mimbre; cuesta $ 2000. Son figuritas difíciles. A aquella melancolía de las mesas de saldos, el escritor responde hoy, no con una sonrisa seria, sino con una carcajada.

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Aira. Y sus ediciones princeps.

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