Un baile de desencuentros
La vida de ella Dirección: Mariana Blutrach y Pablo Böhm Elenco: Romina Pedroli, Federico Ottavianelli, Gustavo Lesgart y Valentín Jarach Teatro: El Portón de Sánchez, Bustamante 1034, sábados a las 21.
El término “multimedia” designa desde hace ya tiempo a un tipo de espectáculo que reúne sobre un escenario expresiones virtuales y realidades físicas. Es esta, precisamente, la elección de la coreógrafa Mariana Blutrach y del cineasta Daniel Böhm: superponer, mezclar, alternar sus respectivos lenguajes para narrar la historia de una mujer. Aunque decir "historia" es quizás excesivo: La vida de Ella está constituida en todo caso por apuntes sobre amores y desencuentros, evocaciones de algún pasado impreciso o un futuro imaginado, melancolías y júbilos.
Un gran logro de esta obra es cómo logra diluir los límites entre ambos mundos, algo muy difícil y que sin duda es aquí el fruto de un largo y exhaustivo trabajo. El dispositivo escénico es muy concreto: en primer plano hay un telón que funciona al mismo tiempo como la pantalla donde se proyectan las instancias filmadas. Este telón cubre y descubre un escenario con apenas un sillón y una pequeña alfombra. Las escenas se suceden mostrando acciones coreográficamente austeras en el escenario – fundamentalmente interpretadas por esa maravillosa bailarina que es Romina Pedroli-, otras tantas muy elaboradas en la pantalla –a veces un poquito excesivamente elaboradasy finalmente otras que funden los dos lenguajes; en este último sentido hay momentos muy bellos y sensibles, como las acciones paralelas entre Romina Pedroli en el escenario y Gustavo Lesgart en la pantalla.
Todos los aspectos están sumamente cuidados: las interpretaciones de la ya mencionada Pedroli y de sus “hombres”: Gustavo Lesgart y Federico Ottavianelli; el elenco incluye también al pianista y bailarín de hip hop Valentín Jarach y dos niñas que se alternan en las funciones para un breve rol; también están muy bien elegidos la música, el vestuario y la escenografía.
La vida de ella cierra de una manera muy encantadora con Ottavianelli cantando casi para él mismo el tango Quedémonos aquí.w