“Explicar y nunca imponer...”
Lorenzo Fino ya es mayor de edad, hoy tiene flamantes 18 años y está en condiciones de disfrutar del arte tatoo cómo y cuando quiera. Sin embargo, su primer encuentro con el universo del arte en la piel fue en su temprana adolescencia. El deseo de marcarse para siempre lo tuvo a los 14 años. No hizo más que exresarlo en su casa para tener que librar con sus progenitores “una ardua batalla”, cuenta. Según detalla, la negociación tuvo una duración de meses con tires y aflojes de ambas partes. “Aunque también me puso un poco orgulloso que mis viejos no cayeran en los típicos argumentos que estaban escuchando muchos de mis amigos. Me refiero a que no cayeron en la típica de exigirme buenas notas ni ninguna de esas típicas extorsiones que ejercen los padres (risas). Eso sí, me pidieron que fuese algo chiquito, que no me hiciera nada demasiado grande; en definitiva me hicieron entender que lo que hoy me puede apasionar como para tatuármelo, dentro de unos años ya no -en un futuro no muy lejano, remarcó mi viejo- , y que no es algo que vas, te lavás y desaparece. La única condición que pusieron es que querían venir conmigo el día de la intervención. Por supuesto ¡acepté!”. Así que el motivo del diseño ganó en ternura y compromiso: una estrella en referencia a un familiar fallecido quedaría para siempre ahí en su muñeca derecha, como un recuerdo imborrable de alguien muy querido. “Si bien tuve que retomar la charla muchas veces y exponer mis motivos y mis ganas, finalmente se dieron cuenta de que era un deseo genuino con contenido y no un capricho. Así que terminamos yendo juntos, en familia, y todo se dio de manera natural”, resume, conforme con la actitud que tomaron sus padres. Y resalta que, en un futuro, le gustaría resolverlo igual con sus hijos: “Tratando de explicar y nunca de imponer.”w