Tatuándose, los chicos buscan construir un sentido de identidad
La adolescencia es un inmenso campo transicional de ensayo, un verdadero laboratorio de experiencias, donde juego a ser de tal o cual manera. Un cuerpo cambiante que irrumpe en la pubertad somete al joven a una serie de transformaciones psíquicas y corporales, difíciles de metabolizar y que sacuden su identidad. Emociones que recla- man ser reconocidas y contenidas... En cambiar y seguir siendo el mismo consiste la especificidad del proceso adolescente.
En ocasiones, a través de algunas intervenciones en el cuerpo -tatuarse, por ejemplo-, el adolescente intenta construir un sentido de identidad y de pertenencia. Así, el cuerpo del adolescente busca ser reorganizado a través de marcas en la piel, huellas duraderas que le confieran al sujeto el sentimiento de cohesión que la instantaneidad jaquea. Al ser jóvenes menores de edad, esta iniciativa interpela el lugar de los padres, que -en el mejor de los casosson consultados y deben autorizarlos. La respuesta que los padres tengan respecto de éstos temas dependerá del universo simbólico de cada familia. De cómo cada familia conceptualice la adolescencia y qué lugar le dé a las decisiones que el adolescente quiere afrontar. Si el tatuaje responde al ideal de los padres, muy probablemente no suscite conflicto. En ese caso la función de los padres es acompañar al adolescente. En cambio, si lo rechazan o lo consideran un hecho agresivo, es conveniente y necesario para el adolescente que puedan sostenerse en su diferencia con él y no autorizarlo. Se trata de plantear las consecuencias del tatuaje, pero siempre explicando que ésa, al igual que tantas otras decisiones (por las implicancias que tienen) se toman en la mayoría de edad. Si el adolescente pide permiso para tatuarse es porque hay un reconocimiento del lugar del adulto en su función simbólica. Y es menester de los padres transmitirla. Porque a pesar de poder ser considerado como una moda pasajera, a diferencia de aquella que es transitoria y modificable, el tatuaje se constituye en algo duradero y prácticamente inalterable.
Y los padres pueden transmitir que hay otras maneras de fortalecer la identidad y asignarle atributos al cuerpo, libidinizándolo, que no necesariamente tienen que ver con marcarlo para toda la vida. En este punto, no se trata de prohibir, sino de postergar la decisión hasta tanto las categorías de espacio y tiempo vayan encontrando anclajes en la cambiante subjetividad adolescente. Y que la decisión de la realización del tatuaje opere como afirmación de la identidad y no como impulso. Evitando el uso de la piel como único ámbito confiable de permanencia. Ahora, si el adolescente aparece con el hecho consumado, eso habla de una falta de dialogo en la familia, de una falta de confianza entre padres e hijos, algo que habrá que considerar no sólo en relación a ese hecho sino en relación al vínculo que sostienen.w