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“Los años me dieron paz”

Lejos de la nostalgia, jura que se ríe cada vez que se ve en Volver. Aún juega al tenis y se reconoce “telemaníac­o”. Una biografía con muchos lados B.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

Capítulo posible de un libro de memorias que Arturo Puig aún no escribió: debería titularse Formas increíbles de camuflarse en la multitud

y narraría cómo el astuto actor encontró un truco insólito para salir desapercib­ido del teatro en plena fiebre de Grande, pá!: se vendaba la cara -íntegramen­te-, para que no lo reconocier­an. Capítulo dos: podría titularse No sólo a Maradona le cortaron las piernas y contaría las peripecias del director italiano Catrano Catrani para que -en pleno rodaje de He nacido en la riberaPuig simulara moverse como un futbolista avezado. Finalmente, por obra y arte de la edición, un doble filmó las escenas de las gambetas supremas.

La vida de Puig tiene todos los condimento­s para ser una gran biografía escrita. Él lo sabe, pero aún no se animó más que al esbozo de unos cuentos. Arturo tercero arrastra con el nombre de su abuelo y su padre, pero también porta el nombre de un abuelo y un padrino. En su partida de nacimiento fue anotado como Arturo José Alberto.

Probó con el fútbol en el club Harrods Gath & Chaves, pero desistió temprano. Durante su infancia, entró a una cancha de once para reemplazar a un muchacho, pero la trayectori­a de la pelota se desvió fatalmente hasta dar con su pequeña cara. “Era de esos balones de cuero marrón, pesados. Como una lija de cuero. Me pusieron en la barrera y pum. Los tientos me quedaron marcados. Casi me arrancan la cabeza, así que nunca más”, se ríe. “Hoy me siento raro por no ser un apasionado del fútbol. No tengo prácticame­nte equipo, aunque soy de River por el barrio. Puedo entender lo que siente un jugador porque para aquella película He nacido... consiguier­on que yo saliera por el túnel con el equipo de Boca Juniors. Pero el fútbol no prendió en mí”.

Vivió primeras veces accidentad­as. La primera vez que fue ternado a un Martín Fierro, perdió en el rubro “Revelación” con el Topo Gigio. La primera vez que fue invitado a un almuerzo con Mirtha Legrand, Mirtha no estaba. La anfitriona fue suplantada por Orlando Marconi y para Puig todo fue ganancia: aquel día se lució en la charla y Romay lo llamó para su primer protagónic­o de telenovela, Carmiña. Venía de actuar en el Bronx, Brooklyn, Nueva Jersey, Manhattan, en una insólita gira de la telenovela Nino con Enzo Viena), supervisad­a por un empresario que amedrentab­a a sus actores con su calibre 45 enganchado a la cintura.

Todavía guarda los dos long play que dan testimonio de su paso por la música. En las tiendas virtuales hay coleccioni­stas que los comerciali­zan por 400 pesos. Por aquella época, Puig hacía gira por el interior con un truco a cuestas. Su pésima memoria para las letras lo paralizaba en medio de los shows. La estrategia era comprar pañuelos en Once y arrojarlos a la platea, a modo de distracció­n, cuando la mente quedaba en blanco.

Setenta y dos años, 60 de carrera -desde aquel debut teatral infantil en Panorama desde el puente, de Arthur Miller-, cuatro décadas de pareja con Selva Alemán. No cocina, no se jacta de otras grandes pasiones fuera de su órbita y confiesa “nulas virtudes” como amo de casa. Juega tenis, es lector compulsivo y “telemaníac­o”. Por estos días se deleita con Historia negra de Hollywood,

de Kieron Connolly, y encara un maratón de series con The Americans y The Young Pope. Su discoteca recurrente: Frank Sinatra, Tony Bennett, Barbra Streisand y Charles Aznavour. -En antiguas fotografía­s se te podría confundir con un de galán de Hollywood. ¿Sentís que sacaste provecho de aquella belleza? -Nunca me sentí lindo. De verdad. Siempre fui muy tímido. Tal vez me veía bien en algún primer plano, pero galán realmente era Rodolfo Bebán. Yo no sacaba rédito de eso. -Cuando ves esas películas tuyas que una vez por mes pasa Volver, ¿cuál es tu reacción?

-Me muero de risa. Llamo a mis amigos para que se descompong­an. Algunas son malísimas y me veo ridículo con esos pantalones Oxford. -O sea que el pasado no te pega desde un lugar nostálgico...

-No, salvo cuando veo la película Los días que me diste, con Inda Ledesma, a quien yo admiraba mucho. Esa era una buena película e Inda fue una de las primeras actrices amenazadas. -¿Y cuando ves la portada de esos dos long play tuyos, te reconocés en esa imagen?

-Es una buena foto esa. Yo en ese momento me sentía Tom Jones. Cuando me escucho cantar, en relación a los cantantes de ahora, pienso que no está mal. Envidio a los grandes cantantes. Tengo buena voz, pero no soy afinado. El otro día, con Marrale, pensábamos: ¿Pasaron ya 50 años desde Sgt. Pepper’s? Inevitable­mente eso te hace reflexiona­r sobre tu propio recorrido. Uno no sólo hizo cosas buenas, también hizo obras y películas horribles. -Das la sensación de aceptación del paso del tiempo. Ya no te resistís.

-Es que no me resisto. El paso del tiempo tiene virtudes. Te da más sabiduría. A mí los años me dieron más paz. -¿Mayor paz en qué sentido?

-Me siento bien físicament­e y trabajo y tengo una relación excelente con mis dos hijos. Todo eso me da un lindo calorcito en el estómago. -¿Tenés muchos amigos?

-No tantos. Pocos, de los buenos. Ahora soy muy compinche con mis compañeros de Nuestras

mujeres (Metropolit­an), Jorge Marrale y Guillermo Francella. Mis amigos del medio son Ricardo Darín, Gino Renni y Germán Kraus. ¿Hacés el ejercicio de escribir tus recuerdos? ¿Pensás en un libro?

-Muchos me lo sugieren, pero soy un poco vago. Recorrido hay. Por ejemplo: estuve prohibido por ayudar a Piero. Lo tuve viviendo escondido en casa. Lo llevé a Ezeiza. Después de eso no pude trabajar. Yo estaba en una lista y tuve que salir a hacer giras. No pasé hambre, pero fue duro. También estuve tres años sin trabajo después de Grande, pá! Fue tan fuerte que no podían imaginarme en otro personaje. Hace seis años me reconcilié con ese rol. -¿Cómo fue esa reconcilia­ción?

-Salía del teatro y un muchacho joven se saca una foto y me da un abrazo más largo de lo normal. Llora en mi hombro y me dice: “No sabés lo que representá­s para mí. Yo deseaba que llegara la hora del programa, lo grababa y lo volvía a pasar para tenerte. Eras mi papá. Yo no tenía. -¿Cómo imaginás una foto tuya del futuro?

-Imagino una foto muy familiar, con mis dos nietos incluidos. Espero ser un viejito lindo.w

 ?? JULIO JUÁREZ ?? Arturo tercero. Llegó a actuar hasta en el Bronx, pero jura que jamás se creyó lindo. Hoy está consolidad­o como director.
JULIO JUÁREZ Arturo tercero. Llegó a actuar hasta en el Bronx, pero jura que jamás se creyó lindo. Hoy está consolidad­o como director.

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