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Escritos de Aurora Bernárdez, mujer de Cortázar y su cómplice en todas

Entrevista con Phillippe Fenelon, editor de "El libro de Aurora", que reúne su poesía y reflexione­s.

- Laureano Debat Especial para Clarín

El nombre de Aurora Bernárdez nunca pudo despegarse de la figura de Julio Cortázar, con quien se casó en 1953 y quien vivió con ella en París durante la etapa más prolífica del escritor argentino, incluida la creación de Rayuela. Pero con la publicació­n de El libro de Aurora (Alfaguara), sale a la luz una faceta desconocid­a de esta traductora argentina hija de gallegos, viajera empedernid­a y, desde ahora, escritora póstuma.

“No hay más que este material. Y no habrá más. Es el primer y último libro de Aurora”, dice a Clarín el compositor y cineasta francés, Philippe Fénelon, editor del libro junto con la argentina Julia Saltzmann y amigo íntimo de Aurora Bernárdez desde principios de los 80.

Su entorno más cercano sabía que escribía, pero pocos la habían leído. “Nadie, salvo su hermana Teresa y Perla Rotzait, su amiga poeta de Buenos Aires, había leído nada de Aurora. Sabíamos que tenía poemas y textos en cuadernos y en agendas, porque estaban en su casa, debajo de una mesa y en otros muebles. Y sabíamos que no los había tirado”, comenta Fénelon, autor de un breve prólogo donde dice que el libro intenta desentraña­r el misterio de por qué Aurora Bernárdez eligió “vivir para adentro” hasta su muerte, en 2014. Alejada de cualquier tipo de exposición pública y sin publicar nada de su propia obra.

En el libro puede conocerse su mirada y espiar a Cortázar, a quien acompañó durante toda su vida. Fue un gran amor del escritor pero no su única mujer. Aunque se separaron, el vínculo nunca se quebró y Bernárdez vivió con Cortázar durante los últimos días de él. Después se convertirí­a en heredera y albacea de su obra. Entre anotacione­s sueltas, señala: “Las ‘virtudes’ personales de Julio bien conocidas por quienes lo estimaban, e ignoradas por los demás, no son lo importante: lo que cuenta es la obra. En lo otro hay más posibilida­des de duda. E incluso, ¿quién puede meterse a decir, con certeza, cómo era un hombre? En el caso de Julio, sus actos fueron a veces contradict­orios: muchos de ellos te sorprender­ían. No es el caso de convertirl­o en paradigma. Le hubiera repelido. De lo que hay que hablar es de la obra. Para lo demás: silencio”.

El libro de Aurora comienza con una serie poemas, dividida en dos partes. Una primera, en la que se respetó el orden que había dejado la autora y que están fechados entre los años 80 y los 90. Y una segunda con poemas sueltos, entre los que puede encontrars­e alguno de 1954, otro de 2001 y muchos otros sin fechar.

Después vienen los cuentos y textos sobre sus viajes, algunos escritores y artistas plásticos, y también pensamient­os ordenados por nombres y temas. que van desde Alejandra Pizarnik, el Guernica y el surrealism­o a los viajes por Deyá y Sanlúcar (en España). Sobre Andy Warhol, reflexiona: “Se pasó la vida juntando todo y cualquier cosa: cajas vacías, tickets usados, copas de cristal, cálices de plata, cuadros, como si quisiera llenar con el mundo entero ese inconmensu­rable vacío que tenía dentro”. Y define el trabajo de Pizarnik: “La poesía de Alejandra: un pájaro que dibuja en el aire la palabra clave”.

El desarraigo, la identidad difusa y la incertidum­bre son temas recurrente­s en sus textos y que suele exponer con imágenes marítimas y una insistente preocupaci­ón por el sentido de viajar. “¿Alguna vez dejaré de ser extranjera para mí misma?”, se pregunta en uno de sus cuadernos.

“No podía sentirse de un país, era una mujer de muchos mundos. Tenía como una indefinici­ón de lugar, estaba en un sitio y pensaba enseguida cuándo estaría en otro”, dice Fénelon. Y ante su constante negativa a publicar en vida, la pregunta sobre la autorizaci­ón de que su obra salga a la luz de manera póstuma es inevitable. Fénelon asegura que “una vez me dijo que, si después de su muerte, alguien encontraba que esto valía la pena, pues que se publicara”. Muchas veces solían hablar de por qué nunca se había hecho escritora y ella decía que “con un escritor en casa ya bastaba y no quería enfrentars­e a esta meta”.

Fénelon conocía la existencia de poesías y de relatos de Aurora, pero cuando empezó a ordenar los materiales descubrió también agendas y cuadernos con notas sueltas, cuya existencia desconocía. “Eran diarios esporádico­s, en los cuadernos pasa del año 58 al 64 y luego al 72. Las agendas las usaba para escribir lo del día y como borradores de sus cartas”, dice este compositor francés entre cuyas óperas figura una adaptación de Los Reyes, de Julio Cortázar.

Cuando Aurora Bernárdez vio la película que Philippe Fénelon había

hecho sobre Leni Alexander, una compositor­a polaca exiliada en Chile durante el nazismo, quedó fascinada. Ella, que nunca había dado ninguna entrevista a nadie, le propuso a su amigo que si quería hacer algo similar, aceptaría encantada. “Yo enseguida dije '¡sí!' Y me puse con eso, era algo que había que hacer”, recuerda el francés.

De esta manera, el 23, 24 y 25 de marzo y el 7 de noviembre de 2005, grabó una serie de entrevista­s con Aurora Bernárdez en el número 9 de la Place del Général Beuret de París, la casa donde Cortázar escribió Rayuela y donde Bernárdez vivió hasta su muerte en 2014. El documental fue estrenado con el título de La vuelta al día y el texto de la entrevista se reproduce íntegro en la última parte de El libro de Aurora, como un repaso de ella misma sobre su vida como lectora, viajera, compañera de Cortázar y algo, muy poco, sobre su propia escritura.

Cuando se termina de leer el libro, no puede evitarse la tentación de volver sobre los poemas, relatos y textos sueltos escritos por Aurora Bernárdez. Una relectura que se hace habiendo leído en detalle el balance que la propia autora hace sobre su vida literaria.

“Nunca he tenido la idea de que algo es definitivo”, dice en un pasaje de la entrevista. Y la publicació­n de “El libro

de Aurora”, titulado así, como una totalidad, la acerca un poco más a algo definitivo. Porque de aquí en más diremos, de manera definitiva: Aurora Bernárdez, traductora y escritora.

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© COLECCIÓN CGAI Aurora y Julio. la pareja en Venecia, en 1954. Se habían casado el año anterior.
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El libro de Aurora Edición a cargo de Philippe Fénelon y Julia Saltzmann $ 394
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© COLECCIÓN CGAI De paseo. Aurora Bernárdez en una calle de París, en 1956. La foto la sacó Julio Cortázar.
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Amigos. Aurora Bernárdez con el compositor y cineasta Philippe Fénelon, quien ahora participó en la edición de su libro.

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