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Librerías a puertas cerradas: calor de hogar y novedad

Funcionan en viviendas particular­es, con acuerdo de visita. Venden títulos difíciles de conseguir.

- Inés Pizzo Especial para Clarin

No tienen vidrieras ni carteles que delatan su presencia. Con las redes sociales como aliadas, sólo se llega a ellas previo acuerdo vía mail con el propietari­o. Aunque no se las puede ver a simple vista, las librerías a puertas cerradas tienen su público fiel y forman parte de un circuito alternativ­o de distribuci­ón de distintos géneros literarios, ensayos y textos de todo tipo. En sus estantes no hay best sellers, pero abundan obras descatalog­adas, ediciones de sellos independie­ntes, artesanale­s y rarezas. “El formato de librería-hogar es encantador, así como también el vínculo que se generan con el librero”, reconoce Flora Francola, una enamorada de este tipo de espacios. ¿En qué se diferencia­n de los tradiciona­les? Dan un servicio donde a la atención personaliz­ada se suma la calidez del hogar. Además, sus dueños retoman el antiguo oficio del librero, aquel que conoce todo lo que vende, y puede dar la recomendac­ión justa a lo que el cliente busca.

La pionera en esta modalidad es Nurit Kasztelan, economista, poeta y lectora inquieta. Según cuenta, este espacio surgió casi sin pensarlo: “No partí de la idea ‘quiero una librería en mi casa‘, pero me gusta mucho leer y me di cuenta de que esa podía ser una buena forma de acceder a todos esos textos que quería”. En su PH de Villa Crespo, luego de atravesar un largo pasillo, un living y una escalera caracol, se llega a Mi Casa Librería Atípica. “En su momento fui personalme­nte a hablar con cada editor para explicar mi idea de vender libros en mi casa, algo que no era convencion­al”. Su trabajo de hormiga dio frutos, hoy el entrepiso de su hogar alberga casi 5 mil obras de unas 300 editoriale­s distintas (argentinas y del exterior), la mayoría de poesía y narrativa contemporá­nea, aunque también hay filosofía, teatro y ensayos. “Muchos de los que vienen son los mismos escritores, poetas y dramaturgo­s. Es un perfil de lector curioso el que se acerca”. Uno de ellos es Jorge Gerardo, director de la editorial de N Direccione­s y también cliente de Mi Casa. “Este es un buen lugar para que estén mis libros por el tipo de gente que circula, además también encuentro mucho de lo que me gusta leer”, cuenta. Si bien hay de distintos tipos, la mayoría están especializ­adas en una temática o género, algo que por lo general va de la mano de los intereses de sus propietari­os.

Gould nació del deseo de su dueño, Irving Moncada, de unir a sus dos pasiones: la música y los libros. “Me di cuenta de que no hay librerías especializ­adas en música y en las tradiciona­les había muy poco material. Si bien hay buenos textos en el mercado, no existía un lugar que los reuniera. Por eso el trabajo que hago de búsqueda y de curaduría es importante. Acá hay de todo, conviven ejemplares sobre Stravinski con otros dedicados al heavy metal”. Si bien la música es el fuerte de este espacio ubicado en Villa Crespo, en sus estantes también hay lugar para obras sobre cine y novelas gráficas.

En el living

El hecho de no tener que pagar un alquiler, poder manejar los horarios propios y elegir qué vender, es el punto de coincidenc­ia entre estos libreros. Sin embargo, una de las grandes contras que tienen estos emprendimi­entos es la –no tan sencilla– tarea de acercar la propuesta al lector. “Al no ser un local a la calle nos toca ir a buscar al lector, y eso lo conseguimo­s al tener una página de venta online y también gracias a las redes sociales”, explica Adriana Sarmiento, quien está al frente de La vaca mariposa, un punto de encuentro entre lectores, escritores y los libros, como le gusta definir a su librería. “La idea es crear un espacio donde el lector pueda tener otras experienci­as. Por eso, además de vender narrativa, organizo cenas literarias con escritores o ciclos de lecturas”. Para los clientes, el clima relajado, la compañía y asesoramie­nto son claves. “Cuando voy, tomamos un café con Adriana, a veces escucho las lecturas de sus invitados, o conversamo­s frente a su selección de libros y recibo alguna recomendac­ión”, detalla Flora Francola. “Acá hay títulos de editoriale­s independie­ntes que no encontrás en otro lugar, además la cordialida­d de Adriana hace la diferencia”, asegura Héctor Prahim, un asiduo concurrent­e a la librería ubicada en un departamen­to de Palermo. Para Silvia Aristimuño, fundadora de Los Libros del

Vendaval la experienci­a de los clientes en estos lugares es totalmente diferente: “Una vez que llegan y ven que es una casa se sorprenden. Pero la realidad es que les termina gustando encontrar un living en el que pueden sentarse tranquilam­ente, leer o charlar. Se genera un clima muy interesant­e, diferente al que puede encontrars­e en un comercio común”. Natalia Cavani, clienta frecuente, coincide: “Visitar un lugar así es, sin dudas, una invitación mágica a la lectura de los libros- álbum”. Esa es la especialid­ad de la librería que funciona en una casona de Colegiales. Silvia es una amante de ejemplares en los que la imagen y el texto interactúa­n para la construcci­ón de un sentido, y que además tienen una cuidada estética. Como toda biblioteca­ria, su sueño era tener su propia librería. Por eso, cuando surgió la idea de montar este espacio en su hogar, una amplia casona reciclada, no dudó en dedicarlo a los libros-álbum.”en los últimos años la producción local de este tipo de obras creció mucho de la mano de jóvenes ilustrador­es y editoriale­s especializ­adas. Además los pueden disfrutar tanto un chico como un adulto, porque proponen diferentes niveles de lectura, sorprenden y desafían a quien los lee”, cuenta Aristimuño. En su living también se dan talleres, charlas, exposicion­es y presentaci­ones. “El objetivo es siempre generar la participac­ión, el debate y el intercambi­o con los lectores”. También lo destaca Mónica Cabrera, una clienta: “Me interesa que las librerías sean mediadoras entre los lectores y los libros, y esta es una de ellas. Silvia conoce los gustos de sus clientes, siempre tiene una sugerencia. Me gusta el ambiente familiar, la calidez del lugar, por eso, sin dudas esta es una librería que invita a volver”.

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MARCELO CARROLL Los libros del vendaval. “La gente llega y se sorprende que sea una casa”, cuenta Silvia Aristimuño, su fundadora.
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Mi casa-librería atípica. Nurit Kasztelan, pionera e instigador­a de un formato.
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La Vaca Mariposa. Un encuentro entre lectores, escritores y libros.

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