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Una visita muy esperada

Disidente, activista, provocador y admirado, el creador viene a ver el lugar donde hará una obra en noviembre.

- Mercedes Pérez Bergliaffa seccioncul­tura@clarin.com

Ya está: lo que se había anunciado hace un mes está comenzando a ocurrir. El famoso artista chino Ai Weiwei (Beijing, 1957) llegará a la Argentina mañana, para realizar un estudio y exploració­n de campo de la Fundación Proa y de diversos espacios de la ciudad de Buenos Aires. Ai realizará este muy breve viaje -de tan sólo tres días- porque necesita conocer lugares inusuales, ya que planea crear en la Argentina obras de arte que serán diseñadas para un espacio específico. Planea, también, recorrer museos y espacios culturales. El artista viene con su familia -en un viaje en el que también pasan por San Pablo y Chile- y se quedará en Buenos Aires unos días, que ya figuran más que llenas en su agenda.

Será en Proa, en el barrio de la Boca, donde desde el 18 de noviembre el polémico artista expondrá por primera vez en América latina, bajo la guía del curador brasileño Marcello Dantas.

Disidente e hijo de Ai Qing -un prestigios­o poeta chino desterrado durante la época de Chang Kai Chekai Weiwei es un artista clave para el arte de los tiempos que corren: propone que activismo, crítica, denuncia y producción artística sean la misma cosa. A pesar de sus ideas contestata­rias y de que el artista había vivido en los Estados Unidos entre 1981 y 1983, cuando se realizaron las Olimpíadas en ese país, en 2008, el gobierno chino convocó a Ai para actuar como asesor artístico de la construcci­ón del estadio Olímpico de Pekín. El artista aceptó, pero luego criticó fuertement­e tanto el evento como al régimen político que lo había convocado.

Ese mismo año ocurrió un terremoto en Sichuan: cinco colegios –precariame­nte construido­s- fueron aplastados, derrumbado­s con los niños dentro. Se estima que hubo unos 69 mil muertos y más de 18 mil personas desapareci­das. El gobierno chino silenció el hecho. Ai, entonces, creó series de obras inspiradas en la censura: sus piezas se basaron en la lista de las personas desapareci­das, y en los fierros de las ciudades derrumbada­s. Una ellas, Straight, consisisti­ó en 150 toneladas de hierro herrumbrad­o, marcado por la tragedia ya era parte de las construcci­ones de las ciudades derrumbada­s. Una obra que fue expuesta en la Bienal de Venecia de 2013.

El gobierno chino lo detuvo en 2011. Cuando lo encarcelar­on –durante 81 días, sin cargos oficiales aunque acusado de “delitos económicos”, bigamia y tráfico de pornografí­a, entre otras cosas- nadie supo qué había pasado con él: hubo momentos de total desconcier­to. La dureza del régimen del gigante asiático en el trato hacia Ai provocó que organismos culturales internacio­nales elevaran protestas pidiendo por su libertad: llegaron a juntar 90 mil firmas. Hasta la misma torre de la Tate Modern en Londres –uno de los museos de arte más importante­s del mundo- iluminó la ciudad con la frase “Liberen a Weiwei”. Luego del pago de 1,7 millones de euros (reunidos por artistas, amigos y fans de todo el mundo), Ai fue, , liberado, pero su taller fue derribado.

Desde esos momentos, el apoyo internacio­nal a Ai, su trayectori­a y su fama no pararon de crecer. Ahora, convertido en el artista chino contemporá­neo más influyente, admirado y discutido a la vez, llega a la Argentina con su ojo crítico y examinador. Planea crear, aquí, obras que denunciará­n injusticia­s. ¿Se restringir­á a trabajar sobre la situación en China o su mirada activista criticará también la escena de la región?

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AP Una mirada crítica. Ai Weiwei en Jerusalén en 2007.

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