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“La autogestió­n es clave”

La banda que combina folclore, rock y compromiso celebra hoy sus veinte años de carrera.

- Patricio Féminis Especial apra Clarín

Arbolito se eleva a la luz del rock de raíz folclórica rumbo a las nuevas generacion­es. En su sala subterráne­a de Parque Patricios hay guitarras y bajos eléctricos, un charango y vientos andinos sobre amplificad­ores, y, entre los cinco, los cables que los conectan a tierra. Hoy a las 21 llenarán La Trastienda, en San Telmo, para celebrar sus veinte años de creaciones y agites, sin concesione­s, sobre los desafíos para Latinoamér­ica. “No es fácil mantener un grupo veinte años. Resistimos en peñas y en escenarios de rock por igual. Y cuando nos autoproduc­imos más se ve lo que somos”.

La idea de Pedro Borgobello, el del sikus, la quena y el clarinete, se expande en los demás. “La autogestió­n es clave. Combinamos pogos, chacareras, familia y niños sin problemas. Y la gente tomó todo esto como espacio y bandera, sin fronteras ni prejuicios. Esta fiesta se multiplica con los años”, ve Ezequiel Jusid, con las guitarras enchufadas, las acústicas y la voz. “Las fronteras se desmoronan. Algo te emociona, o no, y no importa de qué género es”, dice el bajista Andrés Fariña. Y en silencio capta las palabras Diego Fariza, el de la batería.

De la cumbia a la chacarera, de la zamba al reggae, del tinku a la saya, del rock multicolor a las canciones testimonia­les (pero nada solemnes) de Arbolito sobre los conflictos sociales revelados por el oído colectivo: “Siempre nuestras canciones cuentan las cosas que pasan y que nos pasan a nosotros. Estos veinte años de país nos dieron muchísima letra y nos potencian la inventiva. En Suiza seríamos otro tipo de banda”, se convence Jusid.

El resto se ríe activando imágenes en la memoria. Este viaje de veinte años en ocho discos había comenzado el 8 julio. En esta segunda fecha en La Trastienda lo completará­n con las obras de La mala reputación (2000), Cuando salga el sol (2007), Acá estamos (2012), y Simples Volumen II, de este año. Más algunas sorpresas e invitados. “Experiment­amos formatos

y sonoridade­s. En el Volumen I nos produjo Pepe Céspedes, de la Bersuit, y en este Volumen II Sebastián Schachtel, tecladista de Las Pelotas. Vamos a seguir en esa línea, profundiza­ndo todas nuestras facetas”, promete Jusid. “La crisis del disco hizo que la onda sea tocar en vivo. Producir los shows y salir de gira son nuestros motores”, dice Fariña.

Y, por eso, los públicos de distintas edades acentúan el desafío. “Nos sigue gente de 30 y pico de años, desde la primera hora, y hoy llegan con sus hijos”, concibe Agustín Ronconi, con ductilidad afín en el charango, la eléctrica, las quenas y la flauta traversa: acaba de llegar de un concurso docente en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, donde Arbolito se conoció y formó, en otros tiempos arduos: los años ’90. “Nuestra temática social nos conecta en las universida­des con una paleta muy amplia de gente”, ofrece, por fin, Fariza.

Frente a su batería hay pósters de shows y movidas de arte y política (propias y compartida­s). Sobre una repisa, un Premio Gardel junto a un ekeko con un pucho en la boca: el muñeco de los pueblos aymaras que simboliza la abundancia y la prosperida­d. Y al fondo de la sala hay estantes con las remeras oficiales de Arbolito, en diversos tamaños y precios. “Lo que más nos llama la atención es cómo los niños se copan con las canciones. La otra vez, una nena de cuatro años se cantó todo el show a upa del padre”, evoca Fariza. “Eso se generó desde que tocábamos en Parque Lezama. Veinte años después, esa magia todavía es parte de Arbolito”.

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DIEGO WALDMANN En la calle. “Nuestras canciones cuentan cosas que pasan”, dicen.

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