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Vida interior

Yoga y meditación para chicos

- Federico Ladrón de Guevara flguevara@clarin.com

“Om, om, om...”. Entre otros asanas, que es lo mismo que decir posturas, los chicos juntan las manos y saludan al sol. Y se quedan en silencio. Y meditan. Son, por qué no, chicos zen, capaces de encontrar en estos ejercicios mayor armonía.

Tiago tiene cinco años y practica yoga desde los tres, en el colegio Master College de Belgrano. “Tiago fue operado dos veces de una cardiopatí­a: poco tiempo después de nacer y cuando cumplió los dos años”, le cuenta Verónica Furnari, la mamá del pequeño, a Clarín. “Y gracias a las clases de yoga que tuvo en la sala de tres le empezó a poner palabras a lo que le había pasado. Guiado por sus maestras, empezó a hablar de su corazón, de su corazón lastimado, de lo importante que es el corazón para los sentimient­os... En fin, creo que a su manera, y a través de los ejercicios de relajación, Tiago pudo empezar a elaborar lo que le había tocado vivir. Fue muy emocionant­e”.

-¿Qué otros beneficios le aporta el yoga a tu hijo?

-Está siempre de muy buen humor y duerme muy bien.

-¿El yoga en el colegio forma parte del programa académico?

-Sí. Está incluido en el programa como actividad “no optativa”. Son grupos de unos 20 chicos, nenes y nenas. Se sientan en círculos, cierran los ojos, se toman de las manos... Creo que tendría que ser así en todos los colegios. Camila, mi otra hija, tiene dos años. Va a empezar a hacer yoga el año que viene. Le va a venir muy bien porque es súper inquieta.

Cecilia del Molino es la directora del jardín de infantes de Tiago. “En nuestro colegio los alumnos practican yoga en el jardín y en el secundario. En el primario, por cuestiones curricular­es, se hace algo parecido, el mindfulnes­s, que también se basa en las emociones y sería algo así como ‘tomar conciencia del momento presente’”, explica Del Molino. “Es muy saludable para los más chiquitos. Son módulos semanales de 40 minutos. Hace poco, en la sala de cuatro, la maestra les estaba contando un cuento en el que había una vaca recostada. Cuando les preguntó a los chicos cómo estaba la vaca, respondier­on que ‘está relajada como nosotros cuando hacemos yoga’ ¡Divinos!”.

Daiana Chami fue profesora de inglés, de teatro y, con amplias inquietu- des por la pedagogía, desde hace un tiempo se dedica al yoga. Da clases en su propio espacio, Daidharma, en San Isidro, y “en algunos colegios”. “El yoga para los chicos se hace con juegos, canciones, disfraces... A la hora de desarrolla­r posturas, y para que lo puedan asimilar mejor, se les pide que hagan el perro, la rana, el cuervo o la mesa. También se les puede contar un cuento para que armen distintas posturas a medida que escuchan. Es una actividad donde no sólo se ejercita el cuerpo sino que también sirve para que desarrolle­n la imaginació­n”, señala Daiana. Los beneficios del yoga para chicos, sigue la especialis­ta, “son muchos. En un ejercicio de a dos, la consigna puede ser: ‘que el otro no se caiga’. Y eso estimula la cooperació­n con el otro...”.

-Entre otras cuestiones, el yoga se usa como método descontrac­turante... Aunque cuesta creer que un chico de ocho años esté estresado...

-Parece extraño pero es así. Hay chicos con un ritmo de vida de gente adulta. Van al colegio, a hockey, a idiomas... Viven acelerados. Y cuando traen a sus hijos a yoga, las madres dicen: “¡No sé qué hacer, no para nunca!”. Y lo que hay que hacer, justa-

mente, es generarles momentos de relajación.”

Alicia Herrero es una profesora de yoga que ya empezó a inculcarle algunos de los ejercicios a su nieta Emilia, de tres años. “Se divierte mucho”, dice. “Lo que más le gusta es cuando le pido que haga la postura del gato panza arriba. Si está fastidiosa por algo, con esto se le pasa”. En ese sentido, para que los chicos no se aburran, desde la Fundación Indra Devi recomienda­n que “no se les debe exigir que repitan posturas”. Y también es importante que los pequeños “no ingieran alimentos sólidos dos horas antes de practicar yoga”. Los beneficios de esta disciplina están divididos entre físicos y emocionale­s: “El yoga desarrolla los músculos motores, mejora los hábitos posturales de la columna vertebral, estimula la circulació­n sanguínea, aporta mayor agilidad y destreza y mejora la elongación”, detalla Adriana Feddelli, secretaria general de la Fundación. “A la vez mejora la autoestima, aporta calma, desarrolla la atención, la concentrac­ión y la memoria, además de incentivar la interacció­n con los demás. Los chicos son muy flexibles y pueden hacer todas las posturas”, completa Feddelli. Como parte de la búsqueda, los chicos zen también meditan. En este caso, sostiene Sofía Godio Báez, instructor­a de El Arte de Vivir, se toma en cuenta la “conflictiv­idad emocional”. Si el chico está enojado o nervioso, si siente miedo o vergüenza, se le puede pedir que cierre los ojos, que cuente hasta diez y trate de ver cómo se manifiesta eso en el cuerpo. “Una vez que toma conciencia de lo que le está pasando, se puede solucionar el problema”. La especialid­ad de Sofía son los cursos de respiració­n. “Según lo que me cuentan las madres, muchos chicos tienen problemas de ansiedad, hiperactiv­idad o violencia”, señala Sofía. “Con los ejercicios de respiració­n se relajan. Pero para que lleguen a ese estado primero hay que ‘cansarlos’ con posturas de yoga. Y no darles mucho azúcar, que les altera el sistema nervioso”.

Mónica Kostolnik practica yoga desde hace 15 años y medita con su hija Delfina, de 9. “Siempre hice cursos de estas disciplina­s”, cuenta. “Ella me acompaña desde chica. A veces, cuando me ve alterada, ella misma me dice: ‘¡Mamá, pará un minuto y respirá!”.

A Mónica y Delfina la meditación compartida les sirve también para reforzar el vínculo: “Mi marido viaja mucho -sigue Mónica-, y eso hace que Delfina y yo estemos juntas mucho tiempo. La meditación nos sirve para manejar pensamient­os y emociones”.

Delfina está en cuarto grado del colegio Árbol del Norte. Además, hace danza fusión y gimnasia deportiva. “En la escuela, cada tanto, le dan clases de yoga. Y eso también la ayuda a estar más tranquila, a enfocar mejor la energía”, conluye Mónica.w

Tiago fue operado dos veces por una cardiopatí­a. Gracias al yoga puso en palabras lo que le pasó a su corazón.” (Verónica, mamá)

Es una actividad donde no sólo se ejercita el cuerpo, también desarrolla la imaginació­n.” (Daiana, mamá de Renata)

Si me ve que estoy un poco acelerada, mi hija Delfina -que medita conmigome dice: ‘¡Mamá, pará un minuto y respirá!’” (Mónica)

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FOTO: ARIEL GRINGBERG Aprender a respirar. Ejercicios de respiració­n y meditación son dos de las actividade­s enfocadas a los más pequeños que también se imparten en El Arte de Vivir.
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