El secreto de las transcripciones (II)
La columna pasada dio un pequeño paseo por el tema de la transcripciones musicales, del piano a la orquesta o de la orquesta al piano. Las primeras tienden por lo general a una forma más expansiva y colorística; las segundas conservan, en principio, un fin más utilitario, que es el de reducir una orquesta al piano. Esta es la principal función del maestro interno o repetidor en los teatros: preparar a los cantantes de ópera antes de los ensayos con orquesta. La reducción de la orquesta al piano ejerció también un rol importante en el hogar burgués ilustrado: así se conocían las sinfonías y las óperas antes de que existiesen las grabaciones.
Pero la transcripción al piano no sólo tuvo un lado práctico. Los arreglos pianísticos de Franz Liszt no tenían por finalidad dar a conocer la orquesta sino el piano mismo, las grandes posibilidades del instrumento puestas de relieve por un desconocido virtuosismo. Y, aunque de otro tipo (menos espectacular, más moderno), tal vez fuese también un desafío vir- tuosista lo que llevó a Claude Debussy a transcribir a dos pianos la fabulosa fantasía orquestal de su obra El mar.
La historia de las transcripciones seguramente habría languidecido de no ser por György Kurtág (1926). En 1973 Kurtág, gran pianista además de compositor, comenzó a escribir Játékok (Juegos), como respuesta a una demanda de naturaleza pedagógica. Partiendo de una didáctica bastante fantasiosa (Kurtág, más que enseñar, imita a los niños en la construcción de un mundo paralelo), Játékok terminó constituyéndose en una extensa serie para piano solo, piano a cuatro manos y dos pianos, que el músico húngaro ha tocado y grabado con su esposa Márta, también pianista. Kurtág tiene 91 años y va por el noveno volumen de la serie.
Aunque en la desnuda escritura de Kurtág ya no quedan rastros del estilo de reducción pianística del siglo XIX, sin embargo se conserva algo esencial de la filosofía de las viejas transcripciones, que es la idea de una música en la esfera privada. Sin entrar en consideraciones – más que razonables, por cierto- sobre la significación de esta esfera como refugio en la Hungría dominada por la Unión Soviética, lo cierto es que lo privado signó la vida del músico de
una manera muy profunda. Kurtág, hoy considerado probablemente el más grande compositor europeo, permaneció en un círculo íntimo hasta bien entrado en sus 60 años. Todo empezó a cambiar en 1981, cuando Pierre Boulez se impresionó con la lectura de Messages de Feu
Demoiselle Troussova y la estrenó con el Ensamble Intercontemporain. De todas formas Kurtág siempre se mantuvo apegado al pequeño formato del piano y la música de cámara, y no compuso música para gran orquesta hasta Stele, de 1994, especialmente comisionada por Claudio Abbado, que la grabó con la Filarmónica de Berlín. Significativamente, Stele es un arreglo orquestal de una pieza de Játékok: In memoriam András Mihály.
El ciclo didáctico derivó en diario musical y epistolario, poblado de homenajes, reminiscencias, experimentos varios; y transcripciones, naturalmente, aunque Kurtág hizo del arreglo pianístico un género completamente autónomo y anacrónico: música de Machault a Bach, pasando por Orlando Di Lasso, Frescobaldi, Heinrich Schütz y Henry Purcell. Estas transcripciones no conservan en estos volúmenes menos peso que las creaciones propias; unas y otras dialogan entre sí. Las transcripciones de Kurtág tienen la belleza de la transparencia, la luz particular del piano; ellas le dan a Játékok el sentido de una pequeña enciclopedia musical, en la que el tiempo histórico queda suspendido y todo convive en una virtual horizontalidad. Y es precisamente en esa horizontalidad, un poco desapegada del tiempo histórico, el terreno en el que ha germinado la originalísima música de Kurtág. El progreso musical tiene sus vueltas.w
Las transcripciones de György Kurtág tienen la belleza de la transparencia, la luz particular del piano.