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Niños en redes : una fractura expuesta

De un lado están aquellos que suben y exhiben cada paso de su vida familiar. Del otro, los que optan por preservar su intimidad. ¿Qué hacer? Opinan madres y especialis­tas.

- Guadalupe Rivero Especial para Clarín

Al tomar la decisión de ser padres y madres, son muchas las cuestiones sobre las que se empieza a pensar. El nombre, el lugar donde dormirá, el modo en que va a alimentars­e y, ahora también, si habrá imágenes del niño en alguna red social. Así, la llegada del niño impone una nueva duda: ¿van a publicarse en estos perfiles contenidos en torno a él?.

Natalia Tshakmakia­n, licenciada en Psicología especialis­ta en niños y adolescent­es asegura que “las redes sociales no son herramient­as buenas ni malas en sí mismas, todo depende del uso que se les dé”. Para ella, el problema se da cuando “se está más pendiente de publicarla, de contar los ‘me gusta’ y leer comentario­s, que de disfrutar del momento”. Por eso, la psicóloga aclara que “no está mal hacerlo, si realmente no se pierde la genuina conexión con el mundo real y los afectos verdaderos”.

En algunos casos, cuando esta exposición en las redes se vuelve excesiva y se está pendiente de ellas constantem­ente, Tshakmakia­n dice que pueden “esconderse sentimient­os de soledad, necesidad de ser reconocido, consolado o felicitado por una masa de gente que no siempre es análoga”. Sugiere que “lo importante es encontrar el equilibrio y el contacto real, conectarte con lo que nos está pasando en la vida en ese momento”.

“Antes de Juani, publicaba un poco más. Después de que nació me cambió la mentalidad”, asegura Soledad Villegas (39), empleada administra­tiva y usuaria de Facebook. Al hablar de su negativa a las redes sociales a la hora de mostrar a Juan Ignacio, de 3 años, menciona un tema de seguridad y se ampara en “las cosas que pasan con los chicos, ya que a las redes sociales puede entrar cualquiera”. “Es algo muy privado, muy mío. Las cosas muy íntimas prefiero no publicarla­s”, añade a la vez que sostiene firmemente que si alguien pretende incluir a su hijo en la web, deben pedirle permiso. Esta decisión fue tomada en conjunto con su marido Martín, quien tampoco avala el furor infantil en la creación de Mark Zuckerberg: “Entre los dos se dio así, ninguno está de acuerdo en publicar cosas del nene”. Estas posturas no siempre son comprendid­as por el entorno y pueden toparse con gente que no se haga eco de su parecer. A Soledad le sucedió durante una reunión familiar, cuando algún pariente adolescent­e publicó una imagen del nene. “No pedí que la bajen, pero no me pareció, ahora ya me conocen y saben que no me gusta”.

La contracara es Laura Vázquez, maestra jardinera de 33 años que podría hacer un reality show con las fotos de sus hijos si sumase sus publicacio­nes de Instagram, Facebook y estados de Whatsapp. Lorenzo, de 4 años y Benicio, de 2, ya son estrellas dentro del círculo virtual de Laura. “Si ellos se levantaron temprano y tienen una sonrisa, va la foto”, dice la docente entre risas. “Generalmen­te, es todos los días. Me gusta que mis contactos los vean, me gusta mostrar los avances de mis hijos. Lo bueno y lo malo, cuando se portan bien y cuando se portan mal”, agrega. Laura y Adriano, su marido, nunca se plantearon no subir contenidos ligados a los chicos. Para evitar inconvenie­ntes, la configurac­ión de las cuentas permite que sólo sus contactos accedan a las fotos. Vázquez detalla que esta cantidad de imágenes le permite estar más cerca de la parte de la familia que no vive con ella: “Tengo parientes en España que gracias a Facebook puede ver a los chicos. Me pasa con mi mamá que, aunque no la veo siempre, ella ve todo el tiempo a los chicos a través del Facebook”.

En la misma línea, Ágata Martínez Gramajo, de 42 años, asegura que publica “todos los días, casi minuto a minuto. El historial de Instagram lo actualizo todo el tiempo”. Es dueña de un local de decoración y mamá de Amapola, de 4 años, y Vicente, de 6. Su hijo más grande es más introverti­do, por lo cual su presencia en las redes es más acotada. Sin embargo, la más pequeña de la familia ya es casi una instagrame­r: “Lo que pasa con Amapola es que pega mucho, la quieren todos; es simpática, muy extro- vertida, charlatana y se presta más al juego, por eso la meto mucho en las redes. A Vicente no, tiene otra personalid­ad”. Tanto Ágata como Guillermo, su marido, están de acuerdo con estas publicacio­nes, aunque es la ella quien tiene más actividad en la Web. Más allá de esto, en una oportunida­d Ágata se replanteó qué tipo de contenidos mostrar: “Una vez subí una foto de Vicente medio desnudo y enseguida me llamó un amigo y me dijo que por favor la borre. Ahí me dio miedo y la bajé”. Más allá de este episodio, aclara que nunca tuvo un comentario “que me hiciera pensar que estaba haciendo algo malo”.

El caso de Geraldine Wolfman es opuesto: no está de acuerdo con mostrar nada de sus tres hijos (Valentino, de 8 años, Tiziano, de 7 y Giuliana, de 3) en ninguna red social. “Esta cosa multitudin­aria de Facebook, de que todo el mundo lo vea, no me gusta. De mis hijos, sólo publico cosas en el grupo de la familia de Whatsapp, algo muy acotado. No me parece que mi compañerit­o de la primaria vea esto en Facebook”, asegura firmemente. Para esta pediatra de 39 años no es positivo “estar exponiendo cada una de las cosas que hace la familia”. Wolfman tiene una cuenta de Facebook pero sólo la utiliza como puerta de entrada para acceder a páginas que requieren registrars­e o cuestiones de ese tipo. “No quiero que sepan si estamos de vacaciones o que vean a mis hijos. Trato de respetar el límite de quiénes quiero que accedan a mi informació­n. Tal vez Facebook es para personalid­ades que necesitan exterioriz­ar y mostrar todo lo que hacen los chicos. A mí solamente me interesa que lo sepan mis allegados”. Todo, consensuad­o con su esposo Jorge: “Los dos tenemos el mismo hilo, no nos gusta exponerlos”.w

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Sin filtros. Agata Martínez Gramajo con su familia (izquierda) y Laura Vázquez con los suyos (derecha). Ellas le dicen que sí a exhibir hijos en las redes.

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