Un round entre los libros y el boxeo
Épica, metáfora social, emociones son algunas de las cosas que la literatura encuentra en el deporte. Escritores y fans lo hablarán en unas jornadas.
Un ring de boxeo, para los que están adentro con el objetivo humano enfrente y también para los que están afuera como espectadores sedientos de la batalla tiene las dimensiones de un mundo en perpetuo conflicto muscular, inteligencia intuitiva y tensión mental. Todos inmersos en una aventura límite, extraordinaria, de un caldo muy espeso. Hay una revolución de sensaciones atravesando los relojes, los pechos, las sienes ardientes, las billeteras y el futuro de los involucrados en ese momento abducidos por la experiencia de una pelea. Es que la posibilidad de la tragedia, la derrota inconmensurable o la victoria épica están al alcance de algún movimiento inesperado, milagroso, que derrumbe cualquier pronóstico. En esa falla de la estadística, en ese desperfecto de la matrix, que es donde hace su aparición el genio imprevi- sible de lo humano, emerge la ficción como potencia y realidad. Es decir: surge la literatura como única explicación narrativa que sirve para ordenar, contar y a veces dar sentido a situaciones caóticas como lo son una victoria o una derrota deportiva.
Y es que este vínculo, cruce y acercamiento entre literatura y boxeo, se potenció a lo largo de todo el siglo XX y continúa hasta el día de hoy como una temática presente en la mente de muchos escritores. La narrativa occidental -y ahí adentro la literatura argentina se presenta como un exponente luminoso- ha dado enormes textos que abordan lo que sucede adentro del ring o en la vida farragosa de los boxeadores como A piece of steak y El mexicano, de Jack London, los clásicos Torito y La noche de la mantequilla. de Julio Cortázar, El laucha Benítez cantaba boleros de Ricardo Piglia, Gatica de Enrique Medina, El combate, de Norman Mailer, Cincuenta de a mil, de Ernest Hemingway, Negro Ortega de Abelardo Castillo, Lima, de Juan Carrá, Los que vieron la zarza, de Liliana Heker, Cuarteles de invierno, de Osvaldo Soriano, la antología 12 Rounds compilada por Marcos Almada y Mariana Kozodij o las novelas Bahía Blanca y Segundos afuera, de Martín Kohan, entre otros.
Ahora mismo, Kohan explica su motivación a la hora de escribir sobre boxeo: “Me fascina esa épica del mano a mano que hay en el boxeo (y en la que veo una prolongación de lo que Borges asignaba al duelo a cuchillo). En Segundos afuera tomé la pelea de Firpo y Dempsey, en la que dos destinos cambiaron por completo en apenas unos pocos segundos. Y en Bahía Blanca, toda una figuración del abandono o de la insistencia: el que no se da por vencido, aunque todo in- dica que lo está (Galíndez contra Richie Kates), y el que se da por vencido, aunque en verdad no lo está (Durán contra Leonard). Me parece que el boxeo no me interesa tanto por lo que es como por lo que puede llegar a significar. Con el fútbol me pasa exactamente lo inverso. No es para mí la metáfora de nada, ni el símbolo de nada, ni una alegoría de nada: es la absoluta literalidad.”
Dentro de este contexto, de escritores calzándose los guantes para poder escribir historias emocionantes, surge una serie de encuentros: De puño y letra. Jornadas sobre literatura y boxeo en la Biblioteca Nacional, que se llevará a cabo del 23 al 25 de este mes. Participarán escritores, periodistas y fanáticos del deporte como el actor Esteban Lamothe: “Mi vínculo con el box viene de chico, a los 10 años. La primera pelea importante que vi fue la vuelta de Sugar Ray Leonard y la vi con mi abuelo. Y además de disfrutar del combate me dio la posibilidad de acercarme a mi abuelo, que me daba café a escondidas de mis padres. Desde ahí vi todas las peleas que pude con él y con mi papá. Creo que el deporte es el que mejores historias tiene para contar y su relación con la literatura es enorme. Decidí participar de estas jornadas para darme un lujo, con toda la vergüenza del
mundo por estar al lado de estas bestias, y voy en representación de los fanáticos del boxeo. Pasa también que de los únicos que soy cholulo es de los boxeadores y de los músicos”, cuenta Lamothe.
La escritora Liliana Heker, que estará en la apertura de estas jornadas, explica que “La literatura se nutre de conflictos, los descubre cuando no están a la vista, los despliega, trata de llegar a su punto central; en ese sentido, todo deporte, constituye un material propicio para la narrativa. El boxeo, de manera especial, no solo porque el boxeador se pone entero, y en absoluta soledad, ante su rival; también por las connotaciones sociales que tiene el mundo del boxeo y por el ámbito oscuro en que suele desarrollarse. Escribí Los que vieron la zarza cuando tenía veintiún años. Para eso empecé a escuchar peleas y a entender, a fascinarme, con un mundo del cual, como espectadora y lectora, no me desvinculé nunca.” Horacio Covertini, autor de Los que
duermen en el polvo -que estará en estas jornadas y tiene un guión de cine escrito, cuatro cuentos publicados y una novela a medio terminar con el boxeo como escenario- dice que su relación con este deporte es “de espectador fervoroso, lo que luego derivó en lector atento. El boxeo es un
deporte de perdedores, aún cuando
hablemos de grandes campeones. La redención es moneda rara y eso transforma al boxeo en una materia prima muy rica para el ejercicio narrativo. La fascinación que el boxeo ejerce sobre la literatura y la intelec- tualidad no tiene equivalente con otro deporte. Tal vez porque representa, con su brutalidad, el reverso del mundo amable de las letras.”
Por su parte, Juan Carrá, otro de los autores que formará parte del encuentro, dice que “hay mucho en literatura que tiene al boxeo como tema central o lateral. Ya en otras oportunidades, como en el marco de la presentación de la antología 12
Rounds, que reúne cuentos de autores y autoras como Gabriela Cabezón Cámara, Marcos Almada, Marcelo Guerrieri, entre otros, se hicieron mesas de este tipo, incluso con boxeadores como participantes y el cruce de universos siempre fue muy rico.”
Más allá del componente de adrenalina, de táctica, de estrategia, de entrenamiento, de inteligencia y de fuerza presente en el box, a veces surgen otras sensaciones para aquellos que están afuera del ring. Cuenta Lamothe: “Para mí el boxeo también es la posibilidad de reunirme, como lo hacía con mi abuelo y mi papá. Con mis cinco hermanos somos fanáticose. Además me fui juntando con gente a partir del boxeo y tengo un grupo de chat. Creo que sirve para comer, hablar, pensar la vida y es el deporte que más linkea con las emociones humanas a nivel metafórico, y es más intenso que el fútbol.” w