Clarín - Clarin - Spot

El desafío de poner la mente en blanco

Música, tambores y respiració­n: la cronista probó distintas técnicas para lograr el objetivo de bajar el estrés.

- Adriana Santagati asantagati@clarin.com Producción: Daniela Gutiérrez

Llego a esta casa de Palermo corriendo, como llego siempre a todos lados. Atravieso una especie de galería y entro a un salón, donde el clima te exige bajar un cambio. Me invitan a sentarme en los sillones de un living, y esperar a mi instructor­a.

Verona llega y me hace pasar por un pasillo, escala previa “al otro mundo” que está subiendo la escalera. Abre una puerta, salimos a un balconcito precioso, con piso de cemento y un diseño en pedacitos de vidrios de colores. Entramos a una habitación, silenciosa, cálida, con una luz

muy tenue pese a que es plena tarde. Hay un colchón finito con arabescos rojos. Empieza el viaje al universo de la meditación.

Mi cuerpo me está pasando facturas por la acumulació­n de estrés de las últimas semanas. Nada muy diferente a lo que le pasa al 99% de la gente. Estoy aquí buscando cómo ayudarme a estar mejor. Soy un ser racional. Necesito explicacio­nes y razones. Las tengo para embarcarme en esta experienci­a. Cada vez más, distintos estudios científico­s vienen avalando los beneficios de la meditación: por ejemplo, se probó que quienes meditaron muchos años vieron reforzadas las conexiones de su cerebro y que eso mejoró su memoria y su habilidad para procesar informació­n. Incluso los médicos ya la recomienda­n para tratar muchas patologías más allá del estrés.

Verona habla pausado, muy pausado, demasiado pausado. Me explica que hay distintas técnicas de meditación, y que en los distintos encuen- tros iremos probando varias. Hoy, para la primera, ella me guiará. Me sugiere recostarme en la colchoneta, cerrar los ojos, separar los brazos. Pone en una notebook una música suave, como la de los spa mientras te hacen un masaje. Empieza a decirme lo que tengo que hacer: escuchar la música, los sonidos, ser conciente de las distintas partes de mi cuerpo, de mis pies, mis piernas, mi espalda.

La cabeza es una máquina que no para. No te das cuenta de cómo trabaja y trabaja hasta que intentás dejar de pensar: es una misión imposible. ¿Cómo llegar a este estado de conciencia que te exige la meditación? Verona me lo había advertido antes: la meditación es práctica. Había puesto elevada su mano derecha y con la otra me había mostrado que cuando un pensamient­o viene, hay que dejarlo que suba por la mano y se vaya para arriba, dejarlo ir. Suena fácil, y por momentos lo logro. Me acuerdo de algo y lo suelto. Que levante vuelo como un globo. El problema es que al poco tiempo viene otro. Intento hacer lo que ella dice, dejarlos que se vayan y concentrar­me en la música. Cuesta, pero parece ir queriendo.

En el segundo encuentro, Verona me hará explorar otra técnica con el

sonido de un tambor. De nuevo me hace acostar y focal izarme en la respiració­n. comienza a golpearlo y yo voy siguiendo el sonido. Es más fácil que con la música, o quizás me resulta más fácil porque, como ella dijo, es práctica. Siento que mi cuerpo se afloja, tengo que resistirme para no quedarme dormida. Me sacudo brevemente, como cuando soñás que te caés en un pozo. Evidenteme­nte, fracasé y me dormí. Verona me tranquiliz­a y me explica que es normal en el proceso de aprendizaj­e. “La meditación es quedarse entre el despierto y el dormido. Alteramos la conciencia y es como si uno se pudiera separar y de su propia presencia y observarse”, me aclara.

La tercera vez, Verona me hace sentar frente a ella, en posición de loto. Tengo que cerrar los ojos, luego abrirlos y sostenerle su mirada. Es raro, pero de pronto sólo veo sus ojos, como si no hubiera nada más a mi alrededor. Después me hace recostar, otra vez. Cierro mis ojos y me hace inspirar un aceite que huele a caramelo fuerte de eucalipto. Es para que mi respiració­n se expanda, me había anticipado. Respiro lento por la boca y, mágicament­e, mi corta respiració­n lo hace y se expande. El aire me atraviesa el pecho, me llena el abdomen, sólo percibo ese camino del aire por mi cuerpo. Y entonces, mágicament­e, sucede. Soy yo la que estoy ahí, conciente de mi cuerpo, con la mente en blanco.

Es como una epifanía, una sensación de bienestar hermosa. Quiero quedarme en ella por siempre. Pero todo tiene un final. Debo volver a este hoy, al bocinazo que ahora escucho lejano en la calle. Tengo que seguir practicand­o en casa, sugiere Verona. Le voy a hacer caso.

 ??  ??
 ??  ?? En busca del bienestar. En el centro de yoga y meditación Vida Natural enseñan a meditar con distintas estrategia­s. En todas, el objetivo es el mismo.
En busca del bienestar. En el centro de yoga y meditación Vida Natural enseñan a meditar con distintas estrategia­s. En todas, el objetivo es el mismo.
 ??  ??
 ?? / SILVANA BOEMO ??
/ SILVANA BOEMO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina