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La gran bestia rock

Con la presentaci­ón de “Transforma­ción” como excusa, repasó su historia en un show de alto voltaje.

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Es jueves a la noche, toca Palo en el Konex y en un rato, después del tercer o cuarto tema, nuestro Joe Strummer será un vino fuerte; un cinco de los de ahora. ¿Cómo hablar de él dejando de lado su habitual energía balcánica? Sin dudas, Palo Pandolfo es el autor de la obra más zarpada del rock nacional. Pensar que debe haber sido el último que escribió un tango que podría haber cantado Floreal Ruiz. Y que conoce el pop como el que más. Y que es el autor de Ella vendrá, y así como se escribe una cosa se dice que Palo, vestido con su ropa de fajina, es inagotable: cumbia, folclore, psicodelia, pop, tango. Todo eso para resolver lo del “artista de culto”.

La Rolling Stone nunca supo cómo etiquetarl­o.

Fue solista desde el comienzo, desde mucho antes de decidirlo por su cuenta y pese a que cada dos temas nos recuerde que lo acompaña La Hermandad, cofradia de músicos ásperos y peinados ochentosos.

Al principio se dedica a randomear su último disco, Transforma­ción. El juego es un tema alegre que sirve para ver a Palo surfear como los Beach Boys. En vivo, pase lo que pase, Pandolfo es un abrazo fuerte. Nunca tocará a reglamento. Nunca le saldrá un Prince. Lo suyo es laburo físico y sudor. El disco tendría que haberse llamado Transpirac­ión.

El envión de esta noche llega con un guiño para entendidos: Soy el visitante, tema de Patria o Muerte (1988, último álbum de Don Cornelio) y responsabl­e del viento de cola que dio origen a la segunda mítica fundación de su carrera: Los Visitantes.

Hasta aquí venía cauto, peinándose para la foto, pero pasó lo que pasa siempre en sus shows donde hay un par de comienzos y tres o cuatro finales. En el Konex, a las 22.50, Palo tentó la posibilida­d de uno más (para que no lo jodiéramos más) pero el sonidista le dio un cachetazo al vicio de su entrega. De la actualidad al disco anterior (sí, hizo El leñador), a Visitantes, a Ritual Criollo (¿Qué lindo reggae acústico Canción Cántaro?).

El desorden es parte del asunto. “El salvajismo organizado”, como él lo bautizó. Palo aprovecha para pasar unos avisos de las próximas fechas recordando la suspensión de un show suburbano por corte de luz. Un pionero con cabeza de ganapán. La gente convierte las butacas en sillas eléctricas y salta a los pasillos. El presidente del Pogo es un tipo de unos 45 años que sube y baja del escenario con absoluta naturalida­d.

¿Será un extra?

El rosario en el muro se canta como el himno nacional de Los Pumas. Una pantalla manda la tapa de Transforma­ción: Palo con arco y flecha (todo gigante termina exhausto). Llega la belleza estribille­sca de Niña de metal y el grado máximo de Un reflejo. Playas oscuras. Tazas de té chino. Sería justo decir que en el cierre, con las luces apagadas y el toque de queda decretado por el sonidista (¡buuu sonidista!), la gente se autoregaló Antojo, un momento más de felicidad con ese tópico de Visitantes que dice: “...será esta noche una noche cualquiera, o será como la primavera”.w

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MARTÍN BONETTO La camiseta transpirad­a. Pandolfo fue pura entrega, y eyectó al público de sus butacas.

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