En busca de la panza chata y perfecta
El cronista propuso, fue y probó: así es un taller de abdominales, media hora de puro y duro trabajo localizado.
¿Qué hace una garza encorvada, a las siete y media de la mañana, entrando a un gimnasio? La respuesta no la tengo ni yo, que soy la garza encorvada. Si le preguntara al maestro Landriscina quizás me respondería con ese tono de pregunta que sugiere: “¿Va a hacer una nota?”. Así es, Don Luis, gracias Maestro. Tan temprano y tan deportivamente empilchados estamos listos para trabajar, en otra entrega semanal de “El probador” de Spot.
Esta vez, toca un taller de abdominales. Media horita para ejercitar la cubetera (para mí, mejor metáfora que tabla de lavar o plancha de ravioles). Acá vamos, qué tan grave puede ser. Ya bastante con madrugar, pienso de manera ingenua, antes de empezar.
“Esta es la epoca en que empiezan a venir los “golondrina”, para estar bien antes del verano”, me dice Constanza, la instructora de Megatlón. No sabía que la garza y la golondrina podían ser parientes.
Antes, un poco de investigación, porque esto es primera persona pero no deja de ser periodismo. Un par de datos, a tiro de google. El record mundial de abdominales lo tiene Kyleigh Bass, que hizo 2.110 abdominales en 90 minutos. Parece que Cristiano Ronaldo hace mil por día y esta semana, un tal Lucas Velasco confesó que hace 2.400 por día. Increíble. ¿Quién será Lucas Velasco, no? Un actor, ja.
Vamos a la acción, que para eso vinimos.
En media hora, haremos un circuito de cinco ejercicios, tres veces cada uno. Media hora para trabajar localizado en los músculos que están debajo de la panza. Son ejercicios bastante entretenidos y creativos. Se me ocurre esta manera de definirlos porque no haremos el típico abdominal de acostarnos en una colchoneta y llevar el torso a las rodillas. Bueno, en realidad, el primero de los ejercicios se le parece bastante, aunque cargamos también con un par de pesas en las manos. Vamos con 20, me pide la profe. A la tercera vez que levanto el torso ya siento que esto no va a funcionar, que estoy en un estado calamitoso. Si esto es la vida sana, la vida sana es una mierda. Completo la serie (¿completo la serie?) y pasamos al segundo ejercicio. Boca abajo, hay que sostener el cuerpo apoyado en los codos y la punta de los pies (otro dato, información dura, parece que un ñato en Canadá estuvo cinco horas y 15 minutos así). Una vez en posición, hay que llevar las manos adelante y tocar las pesas. Durísimo, pero siento que trabaja no solo el abdominal sino todo el cuerpo.
Pongámonos serios: bien hecho, el taller está buenísimo. Los ejercicios son variados y se trabaja no sólo con la fuerza que hace el músculo -en mi caso, la fuerza es casi nula-, sino también con el equilibrio y la coordinación. Por eso, al otro día no me duele solo la panza, sino también los hombros, los brazos y todo lo demás también, como cantaría Calamaro, uno hermano que se definió como “sexy y barrigón”. Otro ejercicio más: sostener una pelota unos treinta segundos, en la posición intermedia de la subida del abdominal. Un temblor interno que nace desde la panza está a punto de hacerme derrumbar, pero logramos bancarlo. El último, sostener el cuerpo de costado, apoyado en el codo, y rotar hacia abajo. Para el final, un poco de elongación.
Lo bueno del deporte es que te hace pensar, trabaja la cabeza y la sucesión de pensamientos. En eso lo veo al fotógrafo, Pedrito Lazaro Fernández, acreditado del diario en Tribunales. O sea, está acostumbrado a fotografiar a todos los jueces federales y a los que desfilan por Comodoro Py. Me pregunto qué estará pensando ante mi figura. Termina la clase y la profesora dice: “Algunos me robaron un poquito en cada serie, pero estuvieron bien”. Me hago el sota, como garza por el Microcentro. A la salida, veo un patrullero de la Prefectura. Yo robé, lo confieso, pero no creo que sea para tanto. Por las dudas, Pedrito ya sacó la cámara y está listo para disparar.