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Las herederas millennial­s de los diseñadore­s argentinos

Las hijas de Benito y Ricky siguen los pasos de sus padres pero con la impronta de una nueva generación.

- María Florencia Pérez Especial para Clarín

Crecieron escuchando hablar de shootings, campañas, pasarelas y tendencias. Y aunque nunca se habían tratado personalme­nte es evidente que sienten la confianza que hay entre sus padres por propiedad transitiva. Sofía Sarkany (27), la mayor de las cuatro hijas del prolífico zapatero, debutó como diseñadora en la firma familiar en 2012, con una colección cápsula que creció hasta convertirs­e en una marca de indumentar­ia femenina con nombre y local propio. Marina Fernández Durand (25) empezó haciendo las estampas de los diseños de papá Benito y esta temporada está lanzando una línea infantil. Las herederas millennial­s de dos grandes apellidos de la industria de la moda local capitaliza­n el legado paterno y le aportan su propia impronta al negocio familiar.

-A diferencia de la época en que empezaron sus padres, hoy la moda se profesiona­lizó. ¿Cómo impacta eso en lo que hacen dentro de las empresas de sus familias?

Marina: Papá hizo un curso de moldería y después estudió un tiempo en París pero se fue formando solito. Yo estudié Diseño de Indumentar­ia en la Universida­d de Palermo (UP) e hice una pasantía con Agatha Ruiz de la Prada. Cuando papá me ve en la computador­a se fascina porque no entiende nada de tecnología. Es de la vieja escuela. Y a mí me da admiración como él te hace un figurín en una línea y sabés perfecto qué caída tiene ese vestido. También es increíble en las entrevista­s con las clientas. Me emociona ver cómo sin ser nadie llegó a vestir a Máxima Zorreguiet­a, por ejemplo. Que lo nombraran en las clases de la facultad para mí era un orgullo. Sofía: También me pasaba que lo nombraban a mi papá en la facultad como el ejemplo perfecto del marketing. El estudió administra­ción de empresas y convirtió al emprendimi­ento de mi abuelo en una compañía líder. Sabe muchísimo de diseño por oficio. Y yo soy una eterna nerd porque me la paso haciendo cursos. Siempre fui muy autoexigen­te. Hice una tecnicatur­a en la UP y estudié ar- te en Londres. Mi objetivo es fusionar arte y moda. Mi colección se llamó desde un principio Sofía Sarkany para darle cohesión con mi obra plástica. Pero ahora que tengo un local veo un cartel gigante con mi nombre y pienso: ¿Por qué no le puse “Jirafa”? Me da un poco de vergüenza. Pasa que para el público al que apunto estenía tá bueno ver a la persona que hay detrás.

-¿Están más expuestas a las críticas por portación de apellido?

Sofía: Sí, de repente hacés algo que no gustó y dicen “Mirá la hija de tal lo que hizo”. Pero el apellido pesa más en los ojos de los otros que en nosotras. Mi papá me dio total libertad desde mi primera colección. El tiene más energía que nadie pero dice que ya está cansado, más lento, que cada proyecto lo analiza más. En cambio, yo quiero todo para hoy a la tarde. Él sabe que los jóvenes somos los gestores de lo que está por venir. Marina: Para mí el apellido es una gran ventaja. Salí de la facultad y ya donde trabajar. Para mis amigas es re difícil emprender una marca de cero hoy. Aunque también es cierto que en la facultad muchos profesores me exigían más por ser hija de Benito. Pero eso me hizo esforzarme más. Hoy siento que mi camino está al lado de papá, me gustaría seguir con su marca cuando él no esté.

-¿Cómo definirían sus estilos personales?

Marina: Con papá siempre nos unió el color. Pero él es más de la textura y lo étnico, de mezclar ochenta telas. Yo soy más simple, me gustan mucho los colores plenos. Y eso se ve en mi colección para chicos. En mi guardarrop­a hay tapados fucsia, verde loro. Todo suelto y cómodo. El fin de semana clavo “joggineta”. Ando siempre en zapatillas. Y detesto es ir al shopping, me pone de mal humor.

Sofía: Yo soy super clásica, nada que ver con las plataforma­s y los colores de mi colección. Soy monocromát­ica para vestirme, me gustan las molderías minimalist­as, los cortes geométrico­s. También me importa estar cómoda. En mi vestidor debo tener cinco pares de zapatos y los uso cada tanto. Priorizo mucho la utilidad de las cosas.

-Una marca de indumentar­ia implica tener estrategia­s de marketing. ¿Hasta dónde se involucran en eso?

Marina: Yo soy la que está en una esquinita en una mesa dibujando. Marketing me gustó en la facultad pero no lo implemento en el laburo. Sí tuve que aprender de costos. Al principio hacía estampas con bordados y no calculaba que tantos rollos de tela implicaban una cantidad enorme de artículos. No registraba esos obstáculos que hoy me divierten como desafío creativo.

Sofía: A mí me encanta esa parte. A diferencia de Marina, no hago diseño de autor, eso lo plasmo más en los cuadros. En la empresa trabajo de forma más holística y estoy más pendiente de lo que pide el mercado. También en mi primera temporada creaba sin escatimar en gastos pero en nuestro contexto actual hay que trabajar de otra manera.

-¿Por qué creen que es tan cara la ropa en Argentina en relación a los precios del exterior?

Sofía: Afuera tenés marcas como Zara, H&M y Topshop que agarran tendencias de la alta costura, las bajan a la realidad y hacen productos masivos con costos muy baratos por los volúmenes que manejan. Las firmas más exclusivas tienen precios más acordes a los nuestros. Nuestros precios son altos porque tenemos costos altos, no es que estamos robando a mano armada. También está el factor de la calidad. Nos comparan con prendas que no duran en el tiempo.

-¿Algunas vez compraron en esas grandes tiendas?

Marina: Obvio, pero con los años empecé a priorizar la calidad. Antes tenías ochenta remeras que se me hacían pelotita y no me importaba. Hoy prefiero tener menos cosas pero buenas. Sofía: Claro, yo tampoco es que critico ese modelo de negocio. Me parece espectacul­ar pero no se puede comparar con lo nuestro. Acá también salir a comer cuesta una fortuna. Todo está muy caro.w

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/DAVID FERNÁNDEZ Formación. Marina y Sofía estudiaron en la Universida­d de Palermo.

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