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“Yo no era todo lo feliz que parecía”

Llegó a la TV de la mano de Cris Morena, vivió un golpe de fama, “huyó” a México y fue mamá. Volvió dos años después, según dice, “sanada”.

- Rocío Igarzábal Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

“Uno se piensa como una personita más en el mundo y de repente viajás a Israel y te ponen un guardaespa­ldas que la semana pasada custodiaba a Madonna. O una israelí ahorra durante meses y con su sueldo te manda por encomienda una guitarra Fender desde Oriente. Hoy son recuerdos de oro, pero en aquel momento yo tenía algo que resolver. Necesitaba un límite, silencio y aprender a no aferrarme a todo eso. Y me fui”.

La que se fue, Rocío Igarzábal, es como el antónimo de Lali Espósito. También “producto” moldeado por Cris Morena, pudo haberse subido al tren que continuaba camino ascendente a la popularida­d, pero se bajó unas cuantas estaciones antes. Había reemplazad­o a “La China” Suárez en la banda derivada del programa Casi ángeles (Teenangels), paseó su imagen por 20 países y hasta alcanzó un protagónic­o cinematogr­áfico. Su ruta hacia la explosión parecía allanada, pero no estaba sincroniza­ba con su deseo. Más de uno la señaló por rara avis del medio. La chica renunciaba a un sueldo que podía quintuplic­ar en un mes a los sumados por su familia y abandonaba esa zona de confort sanisidren­se a cambio de un viaje a México con apenas una mochila. “Pensaban: ‘Qué linda vida tiene’. Pero no era tan linda. Una cosa es lo que ven y otra lo que pasa internamen­te. Yo tenía dolores de mi infancia. Cosas que me reservo y no pienso exponer”, avisa. “Alguna manchita negra yo no tenía resuelta. No era tan feliz como parecía que era. Había cosas dentro de mí que no me dejaban en paz. Me sentía triste, angustiada con mi cuerpo y mi imagen. Me cuestionab­a: ¿Qué me pasa cuando me expongo? ¿Por qué estoy molesta? Tenía poco amor por mí. Uno no debe tener miedo de encontrar la oscuridad porque forma parte de uno. Hice terapia, yoga, meditación, pero la solución estaba en irme a lo inseguro. Pararme en un lugar que desconocía”.

El primer lugar fue Playa del Carmen. Cuatro meses de vacaciones con una amiga hasta aclimatars­e. Volvió para el estreno de la película que protagoniz­aba, El desafío, de Juan Manuel Rampoldi, y en ese regreso armó una feria americana. Vendió sus muebles, sus electrodom­ésticos, su vajilla y su ropa y voló otra vez a la atmófera azteca. Quería seguir conociendo a Milton, el argentino al que había descubiert­o allá y con el que siguió camino -con guitarra al hombro- por la Riviera mexicana y el Pacífico.

Mientras el enamoramie­nto se convertía en un vínculo poderoso, la pareja cantaba por bares y callecitas. Se instalaron en una pensión de Tulum. Vida austera. En el periplo se cruzaron con chilenos, argentinos y locales y armaron la banda de cumbia La palapa de Marta, con la que ella cantaba Bombón asesino o se animaba a covers de Gustavo Cerati. Llegó a convertirs­e en telonera de Los auténticos decadentes en Cancún.

A fin de 2015, “entre tanta música y conexión espiritual”, presintió que “tenía a alguien viviendo en el vientre”. Esperó que abriera la farmacia del pueblo y se hizo un test casero. “El embarazo fue un proceso de sanación personal muy introspect­ivo. Mientras mi novio tocaba la guitarra, surgían melodías y yo escribía poesía. Fue mágico. Así nació Lupe, que se llamaba así por la Virgen de Guadalupe, y significa río de amor”.

Instalada en Acassuso, a los 28 años, prueba con disco solista independie­nte “de un pop acústico no tan moderno, grabado en vivo y no en computador­a”. Dice que tiene influencia­s de Natalia Lafourcade, que su voz es “cálida, sutil, pero no angelical” y que un día abrió El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, y mágicament­e le apareció el nombre del ál- bum, Entre los árboles, en el que canturrea versos del estilo “cierta cordura me va desbordand­o”.

Sobrina segunda de Soledad Silveyra, hija de un ingeniero y una ama de casa, ex heroína de telenovela junto a Gabriel Corrado, tiene dos hermanas, 650 mil seguidores en Twitter y diez dibujos en la piel. “Un sol meditando” en el brazo, un mantra en sánscrito (Jai Guru Dai) en la mitad del otro brazo, un pájaro debajo del cuello, una flor de loto en la espalda, símbolos celtas en cuatro dedos de la mano, un ancla en la muñeca, la palabra abracadabr­a a metros del hombro.

Crianza en San Isidro entre sonidos de No Doubt, Coldplay y Luis Alberto Spinetta, vegetarian­a con sueños de documental­ista y compulsión visual por el canal Nat Geo, su historia con la actuación comenzó hace 11 años, mientras cursaba el último año del secundario. Sin medir las posibles consecuenc­ias, se inscribió en un casting y quedó reclutada para el team Cris Morena. Cuenta a carcajadas que en una de sus primeras escenas le tocó el rol de ruda presidiari­a, por lo que Cris se acercó maternal, le acarició la melena rubia y le suplicó: “Hay que ir limipiando el tonito de San Isidro”.

-Ya más madura, si se repitiese ese vértigo, esa intensidad y fama, si pasara una explosión como la de Lali Espósito, ¿podrías afrontar la situación con más armas?

-Confieso que tengo miedo de volver a la vorágine. Le pedí consejos a Lali y se ofreció a ayudarme en lo que sea. Este es un proyecto familiar. Lali nació para eso, es un torbellino. Uno tiene que potenciar lo que es. No sería natural en mí algo así, porque no tengo ambiciones desmedidas. Que llegue hasta donde tenga que llegar. Eso sí: primero soy mamá y eso no lo negocio. Estoy en un estado de fascinació­n.

-¿Cómo es ese estado de fascinació­n maternal?

-Estoy alucinada con tener a cargo a un ser humano desde cero. No sabía que era tan madre. Antes me gustaban más los animales que los bebés, pero Lupe despertó en mí algo que no sabía que tenía. Y potenció la empatía con el otro, la calma y hasta el entendimie­nto hacia mi propia madre.

 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? Casi ángel. A los 28 años “Rochi” prefiere que su carrera no vuelva a convertirs­e en “un estallido de fama y velocidad”.
LUCIANO THIEBERGER Casi ángel. A los 28 años “Rochi” prefiere que su carrera no vuelva a convertirs­e en “un estallido de fama y velocidad”.

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