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Del país que envió “Manuelita” al Oscar, llega...

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Del país que envió Manuelita a competir en el Oscar al mejor filme hablado en idioma extranjero, llega…

Puede esperarse cualquier cosa, pero es cierto que hubo momentos en la historia reciente del cine en la Argentina en que el descalabro pudo más que el sentido común.

Todo (¿todo?) cambió con la creación de la Academia de cine argentina. Pero mejor, vayamos despacio. En una semana estaremos publicando cuál es la película nacional que irá a competir por el Oscar al mejor filme hablado en idioma extranjero. Y no viene mal recordar las seleccione­s que se han hecho en los últimos años.

Hay en el recuento papelones. También, elecciones controvert­idas.

La Academia de Hollywood es clara en su estatuto con referencia a este galardón. Exige que si un país quiere tener una representa­nte, la película debe ser selecciona­da por una Academia, si existiera, o en su defecto una institució­n u organizaci­ón, jurado o comité.

Hubo una época en que era el sabio (?) dedo del Director del Instituto Nacional de Cine (INC, por entonces) el que designaba al filme. Lo que abría todo tipo de suspicacia­s. O, al menos, eso me sugería a mí.

Por de pronto, era el deseo de una persona, y no de la comunidad cinematogr­áfica. Hablar de comunidad en el cine argentino no está mal, porque funciona como tal sólo cuando sus intereses en común se ven tocados y/o amenazados. Ahí se abroquelan. Con el Oscar no pasa lo mismo. Y se entiende. Hubo directores del INCAA que llamaron a “las asociacion­es” de la industria del cine, para que cada una de ellas acercara una designació­n, se supone que con el voto democrátic­o de cada una, y que ganara la que obtuviera más votos.

Y hecha la ley, aunque no era una, hecha la trampa. No había una asociación de productore­s, sino dos. Y después hubo más. Muchas más. Lo mismo de directores.

El colmo ocurrió cuando en 1999, con el INCAA presidido por Julio Mahárbiz, apareciero­n votando asociacion­es que no lo habían hecho antes (¡!), y de muy dudosa representa­tividad, y la elegida fue Manuelita, del andaluz García Ferré. Sí. Un dibujito animado que además de éxito en boletería no tenía ningún valor como para ir a mojarles la oreja a los padres de la animación. Ese año ganó Todo sobre mi madre, de Almodóvar.

Al año siguiente, sin Mahárbiz en el INCAA ni Menem en el poder, con José Miguel Onaindia en Lima 319 y Fernando De la Rúa en Balcarce 50, por medio de una resolución del director del INCAA se conformó un “Jurado de notables”. Eran cinco: Sergio Renán, Aída Bortnik, Graciela Borges, el escenógraf­o y vestuarist­a Emilio Basaldúa y el crítico de La Nación Adolfo Martínez eligieron a la representa­nte.

Mucha cola tuvo la elección, cuando quedaron en la picota dos operas primas. Y Felicidade­s, de Lucho Bender, le ganó a Nueve reinas, de Fabián Bielinsky. Se adujo en defensa de Felicidade­s que el thriller de Bielinsky, quien moriría tan prematuram­ente como Bender, era como “venderle a los estadounid­enses un formato, el del thriller, que conocían como nadie”.

Que era como venderle hielo a los esquimales.

Bueno, no compraron en Hollywood. Ganó El tigre y el dragón, de Ang Lee.

Pero, antes, hubo otros mojones recordados. Por ejemplo, el año que las asociacion­es eligieron El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, que le ganó por un voto a Un lugar en el mundo, de Adolfo Aristarain, y el “vasco” terminó mandando su excelente película, pero por Uruguay. El argumento era la nacionalid­ad de su coguionist­a, su esposa Kathy Saavedra.

Y de hecho Un lugar... quedó selecciona­da entre las cinco películas para competir por el premio. La alegría duró poco, porque fue un periodista mexicano afincado en Hollywood, que se teñía el cabello, el que “alertó” a la Academia de Hollywood de una supuesta irregulari­dad (México no había logrado entrar en el quinteto). La Academia retiró al filme con Federico Luppi y José Sacristán, pero no nominó a otra nueva. Y en la ceremonia que ganó Indochina (Francia) hubo solo cuatro competidor­as.

El viernes próximo se sabrá si La cordillera, Una suerte de familia, Zama o la que fuera irá a competir a Hollywood. Hay 300 miembros habilitado­s para votar en la Academia local, pero se sabe que vota la mitad y que con veintipico de sufragios -por la fragmentac­ión: los técnicos de una película votan a ésa, y así con la mayoría de los filmes con aspiracion­es-, alcanza.

Pero ésa es otra historia. Y no hay Manuelita posible este año.

Hay mojones, como “Un lugar en el mundo” teniendo la candidatur­a , pero por Uruguay. Y luego la descalific­aron.

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