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A caballo de los viejos hits y con el público a favor

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Si es cierto que una imagen vale más que mil palabras, los torsos desnudos de unos cuantos agitándose en la noche polar del jueves, en un pogo que crecía y se achicaba al ritmo machacante y la prosa hiphopeada de Cosacuosa y su estallido casi thrashero, alcanza para entender que la reunión de Arbol tuvo recompensa.

Después de siete años de inactivida­d, la banda formada en 1994 por Edu Schmidt, Pablo Romero, Patricio Pizarro, Martín Millán y Hernán Bruckner volvió a escena en el marco del festival Ciudad Emergente, en su versión de cuarteto, sin Schmidt y con Sebastián Bianchini en lugar de Pizarro. Y rindió con buena nota.

Mucho tuvo que ver en eso la carga energética con la que Romero y sus compañeros de ruta enfrentaro­n la adversidad climática, que segurament­e disminuyó la afluencia de gente a la plaza de la Usina del Arte.

En el centro de la escena, el cantante y por momentos guitarrist­a arengó, saltó, alentó a los suyos y, sobre todo, puso nuevamente en circulació­n un repertorio que tiró toda la carne al asador.

Un dibujo que tuvo su punto de inicio en la nueva Tiembla el piso, que los fans ya incorporar­on a sucancio- nero como un tema más de los tantos que, dejaron demostrado, se saben de punta a punta.

Enseguida, Soy vos (2007) puso en marcha el plan retro, que siguió su curso con La nena monstruo, del exitoso Chapusongs (2002), para recuperar terreno en el tiempo con la rítmica Pequeños sueños y una festejada Prejuicios, ambas de Guau! (2004).

Con el oficio intacto, la banda se mostró ajustada y dejó abierta la puerta a un futuro florecient­e. Al fin de cuentas, esa alquimia que dosifica los aires folclórico­s de De arriba de abajo con la esencia punk de Suerte y el pop de Trenes camiones y tractores , haciendo foco en juegos de palabras pegadizos y ocurrentes sostenidos por arreglos vocales que hacen la diferencia, no parece enfrentar grandes competidor­es girando por ahí; y parece tener aún un campo virgen por recorrer.

Sobre el final de la fiesta -que eso fue-, Romero, quien vive en México desde hace unos seis años, se tomó un par de minutos para recordar el mal momento que está pasando aquel país.

Apenas un respiro, sobre el final de un reencuentr­o que tuvo más picos altos en las coreadísim­a Ya lo sabemos y El fantasma, y en las catárticas Vomitando flores y Jardín frenético. Síntesis de 70 minutos de intenso ida y vuelta, que sirvieron para constatar que las cosas están en su lugar.w

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GENTILEZA WALTER SANGRONI Pura entrega. La banda derrochó energía en su vuelta, en el Emergente.

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