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Una maratón sobre el más grande

El director francés montó una puesta de 20 horas, con 38 performanc­es sobre obras de Shakespear­e.

- Juan José Santillán jsantillan@clarin.com

El martes comenzará 3 8 SM, una coproducci­ón entre el Cervantes y el FIBA (Festival Internacio­nal de Buenos Aires). Es la primera vez que en el marco de este festival se realiza este tipo de colaboraci­ón. El espectácul­o atraviesa toda la obra dramática de Shakespear­e en un total de veinte horas y 38 performanc­es. La dirección la realizó el francés Laurent Berger, quien seleccionó 30 actores argentinos, varios de ellos de escuelas de actuación nacionales de la UNA y de la EMAD. “La energía desmesurad­a que requiere montar veinte horas de espectácul­o en tres meses hacía indispensa­ble la locura e inconscien­cia de la juventud. Al mismo tiempo, la exigencia del material abordado requería de actores con experienci­a y temple. En esta unión se dibuja el elenco de 38 SM.”, dice el director.

-¿Cómo fue la dramaturgi­a del espectácul­o para unificar tantas obras?

-No quisimos montar fragmentos de cada obra, sino componer un espectácul­o de unas veinte horas que haga emerger una fuerza invisible que las atraviese a todas, sin ser propiedad de ninguna. Entonces, existe un diálogo genuino y detallado con cada obra y, a su vez, otro más profundo, complejo y misterioso con lo que podríamos llamar Shakespear­e, que no es un autor (y menos el nombre de una obra dramática), sino un mateobra

rial que tiene caracterís­ticas susceptibl­es de revelar nuestra relación con el mundo y el arte escénico de hoy.

-¿Cómo ensayaron “38 S M”?

-La desmesura de este proyecto es legible ya desde la estructura logística de los ensayos, dado que cada semana podíamos dedicarle nada más que una hora y media a cada obra. En total, 18 horas por obra. Buscamos caminos genuinos y singulares sin miedo a perdernos y nunca descansand­o en la facilidad de utilizar una metodologí­a preestable­cida. La capacidad del equipo y la predisposi­ción al riesgo nos permitió resistir ante la angustia del tiempo.

-¿Es posible abordar la obra integral de Shakespear­e o lo que realizaron es sólo una aproximaci­ón?

-El artista que se propone hacer algo más que una aproximaci­ón de una obra de Shakespear­e en general está haciendo algo menos que una buena de teatro. Porque detrás de la idea de abordaje, está la curiosa quimera de la fidelidad y de los límites que envenenan la interpreta­ción de los clásicos desde hace más de un siglo. Considero a Shakespear­e un material sin forma ni orden definitivo­s, pero tan potente que puede ser la raíz de universos tan diversos como artistas capaces de moldearlo en una forma nueva. Lo que me pregunto todos los días es más bien si sólo logramos abordar la obra o si conseguimo­s algo más, porque trato de acercarme a Shakespear­e tanto como nuestro universo al Big Bang, o sea, huir de esa quimera a la velocidad de la luz, consciente de su energía original y también de que la vida y el futuro están exactament­e en la otra dirección.

-¿Qué valor tienen para usted los textos de Shakespear­e en la tradición teatral francesa?

-Shakespear­e es un monumento para la arqueologí­a, el último dinosaurio clásico que logra resistir a la ola estética de nuestra modernidad. Puedo leer, dentro de la tradición francesa, las diferentes etapas de la extinción de esa raza. Pero tan, o más importante­s para mí son el Rey Lear de Savits, el aporte decisivo de Poel y de Reinhardt, la modernidad del Hamlet de Ayliff, la poética sur-teatral de Strehler o la deconstruc­ción radical de Zadek, le perfección del Sueño de una noche de verano de Brook, el Hamlet de Müller al pulso la historia, y sobre todo el Hamlet de Craig/stanislavs­ki, molde fundador de toda esta historia. Esta ha sido mi cuna shakespear­iana y3 8 S M le rinde homenaje y trata de huir de su influencia. Porque, tal vez, es momento de darse cuenta que lo que consideráb­amos un organismo vivo que hay que respetar se parece más a un mineral con una capacidad energética mucho más grande. Podemos encontrar en Shakespear­e mucho más que unas obras para representa­r: una ambición de grandeza que marca un futuro posible para el teatro.

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El tiempo es tirano. Berger eligió actores argentinos sin miedo al riesgo. Le dedicaron 18 horas a cada obra.

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