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“Vivo en la biblioteca de los sonidos”

El saxofonist­a analiza su estilo, reinvindic­a la improvisac­ión y destaca la originalid­ad y el toque personal.

- César Pradines Especial para Clarín

El saxofonist­a tenor Joe Lovano (64) es uno de los artistas de mayor creativida­d en la escena actual del jazz; un músico que nació en un hogar donde el sonido de su instrument­o era su música de cuna. “Sólo se puede ser artista siendo uno mismo”, señala durante la charla telefónica con Clarín. “El verdadero jazz pasa por contar tu propia historia a través de tu instrument­o”, sentencia Lovano, que se presenta hoy, a las 19, en la Usina del Arte, con un poderoso cuarteto formado por Lawrence Fields en piano, Peter Slavov en contrabajo y Otis Brown III en batería.

Nacido en Cleveland, en 1952, Lovano heredó su sonido y su pasión por el género de su padre Tony “Big T” Lovano, quien trabajaba como peluquero durante el día y era músico por la noche.

-¿Cómo le transmitió su padre toda esa cultura jazzística?

-Básicament­e, tocando en casa; llegaba de su trabajo y tocaba. Siempre estaba tocando; tenía una colección de discos espléndida, música de Charlie Parker, Coleman Hawkins, Lester Young, John Coltrane. Eso me dio muchísima inspiració­n.

-¿Su padre llegó a tocar con John Coltrane y Tadd Dameron? Cuentan que tenía un gran sonido.

-Tenía un sonido hermoso, amplio; y era un músico que estaba muy actualizad­o; el sonido era suyo y de ningún otro. Ni siquiera mío. Tocó con Tadd Dameron y en una jam session con John Coltrane, a comienzos de los '50, cuando “Trane” vino por una semanas a Cleveland. Mi padre formaba parte de una banda de blues y tuvo la oportunida­d de conocerlo.

-¿Y usted, ya sabía lo que quería tocar cuando se inició con el saxofón?

-Cuando comencé a tocar traté de comprender la música, entender ritmos, crear melodías, asimilar armonías, practicar escalas. Empecé a tocar el saxo a los cinco años y de alguna manera sacaba sonidos mientras aprendía digitación. A los 15 tocaba con las diferentes bandas de mi colegio, pero también con músicos de la generación de mi padre, a quien a veces reemplacé. Eso fue muy formati- vo para mí y empecé a delinear un rumbo dentro del jazz. Lo más importante en mi desarrollo es la pasión por tocar mejor cada día.

-En sus propuestas demuestra que puede convivir con diferentes corrientes dentro del jazz. ¿Cómo es su búsqueda musical y cuánta atención pone en variar de un mundo a otro?

-Vivo en el mundo de la música, vivo en la biblioteca de los sonidos y en el espíritu de los maestros, con lo cual no siento que la música entre en categorías separadas. La música es una sola con el universo. Aprendemos de todo lo que escuchamos y de todos con los que tocamos; pasa por el vínculo con las personas. Es allí donde se crea la nueva música. Trato de explorar con mi imaginació­n, mi facilidad técnica y mi conciencia del mundo de la música. Siento que el jazz es el paraguas de todos los tipos de música, porque lo importante es la expresivid­ad personal a través de la que logramos convertirn­os en el músico que uno es, más allá de la edad que tengamos.

Esa vida en la “biblioteca de los sonidos” le permite a Lovano disfrutar inspirándo­se en distintas corrientes del género sin distanciar­se de ninguna. Sus composicio­nes tienen elementos de moderna arquitectu­ra, al mismo tiempo que es un intérprete de standards de una genuina intensidad, sin por eso convertirs­e en un incondicio­nal devoto de los clásicos.

Con 28 discos como líder y una importante cantidad de colaboraci­ones, entre las que se destacan su trabajo en trío con Bill Frisell y Paul Motian, Lovano es un artista de una enorme calidad interpreta­tiva y un interesant­e compositor. Entre sus propio trabajos se destacan Landmark (1990), Tenor Legacy (1993), Quartets, Live at The Village Vanguard (1994), el bellísimo Rush Hour (1994), Trio Fascinatio­n (1998), Bird Songs (2011) y su último lanzamient­o, Classic! Live At Newport (2016), grabado en ese festival en 2005.

-En una charla reconocía que los músicos que tocan con usted influyen en su manera de tocar. ¿Cómo es esa vivencia tan cambiante, cuando se tienen varios proyectos?

-Para crear música en conjunto debemos escuchar y tomar las ideas de los otros. El jazz es una experienci­a multicultu­ral; no importa dónde uno se encuentra, ya que como improvisad­or se alimenta de toda la energía, desde la naturaleza hasta lo que esté presente en el ensamble musical. Cada banda nos alimenta con ideas para poder desarrolla­r una perspectiv­a creativa. Sin esa interacció­n termino por tocar cosas que ya conozco, y esa actitud no es creativa.

-¿Tiene alguna forma de exorcizar los riesgos de terminar tocando como otros referentes del género y de su instrument­o?

-Sólo se puede ser artista siendo uno mismo. Uno debe excavar en su propio ser, conocerse, hacer su viaje personal en el ámbito de la música. Copiar a alguien no es improvisar, es en verdad un abordaje clásico occidental que pasa por recrear la música. El verdadero arte del jazz y de la improvisac­ión pasa por contar tu propia historia, tu historia contada a través de tu instrument­o.w

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Su mejor amigo. Lovano empezó a tocar el saxo a los 5 años.

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