Las cortinas musicales de su vida

Criado al compás de la música, Abel Pintos se anima a rescatar de su memoria las canciones que signaron su vida:

La infancia: “Escuchaba mucho Chupetines y acuarelas, de Ignacio Copani. Es la historia de un chico del secundario que de un día para el otro está en Malvinas y, unos meses más tarde, siente que el patio de su casa es un campo de batalla... y sus amigos ya no están. La escuchaba siendo niño y lloraba de emoción. También recuerdo Sueño con serpientes, en la voz de Mercedes (Sosa). Lejos de entender las analogías y las metáforas, no dejaba de ver una serpiente comiéndose a un tipo. Me causaba miedo y me atraía al mismo tiempo. Con los años la resignifiqué. Y de esa época llevo también Amada amante y La distancia, por Roberto Carlos”.

La adolescencia: “Ahí ya hay un poco más de rock, entro en contacto con Los abuelos de la nada, con A.N.I.M.A.L. Y, de afuera, con el tema My Generation, de Limp Bizkit. No sabía inglés, pero entendía perfectamente lo que decía el tipo, me llegaba. Y de A.N.I.M.A.L. estaba con El nuevo camino del hombre”. Pasados los 20: Mon amour, de Nilda Fernández, y Amor de juventud, cantada por Pedro Aznar. Ahí empecé a entrar a algunos sitios más sutiles, empecé a hacer foco en la poesía dentro de la música y a escuchar a Silvio Rodríguez, a Pablo Milanés. Y entre los 21 y los 27, mi disco de cabecera fue Navega, de (Jorge) Fandermole”.

Ahora: “No estoy agarrado de una sola canción. Escucho mucho al cordobés Juan Ingaramo, hace su propia música. Y tiene un disco llamado Pop nacional, que es divino”.