En la cuerda floja
Lejos de considerarse “locos”, aseguran que la riesgosa actividad es un modo de “encontrarse a sí mismo”.
A los que practican highline también se los conoce como “los locos de la cinta”. Y sí, dan motivos. A 150 metros de altura, y dando pasitos acompasados sobre una superficie elástica de apenas una pulgada de ancho -¡2, 54 centímetros!-, son capaces de cruzar de una montaña a la otra sin sufrir ataques de pánico.
“Lo más importante de esta disciplina es el aquí y ahora”, le explica a Clarín Rodrigo Flores (o Mufasa Man), uno de los organizadores del Festival Argentino de Highline, la competencia que reúne a los principales equilibristas del país. “Para avanzar sin tropezarse hay que saber manejar la vista, la respiración, la velocidad, la fuerza... Se necesita un nivel máximo de concentración”.
Nacido en San Juan, Mufasa Man tiene 31 años y vive desde los 14 en Neuquén, donde empezó a practicar este deporte que se originó en California, Estados Unidos. “Los primeros cruces los hice en una placita con una cinta colgada entre dos árboles”, relata. “Con el tiempo se fue sumando gente. Hoy, en todo el país, somos unos cien los que hacemos highline. Las ciudades más activas en esta especialidad son Mendoza, Neuquén, Córdoba y Buenos Aires...”.
-¿Buenos Aires? ¿En qué lugar?
-En Pilar, en una fábrica abandonada. Allí, a 35 metros de altura, se instaló una cinta de 70 metros de largo.
Los que hacen highline están locos pero no tanto: cruzan la cinta con una cuerda de seguridad, que los sostiene si pierden el equilibrio y se van para abajo. “El highline es más seguro, incluso, que la escalada”, describe Mufasa. “Si te caés, lo hacés en el aire. Los escaladores, en cambio, pueden chocarse contra alguna piedra”. -¿A qué velocidad se cruza la cinta? -Eso es algo muy personal. Hay chicos que lo hacen corriendo... Si la cinta es más larga, es más fácil cruzarla: como decimos nosotros, te perdona los errores.
Además de los Estados Unidos, los países que tienen highlineros de primera línea son Francia, Alemania, Brasil, Chile y, sí, la Argentina. Con mucho en común con esta disciplina, también existen el slackline (“como el highline pero entre árboles”), el
trickline (“se hacen trucos sobre la cinta”), el longline (“en grandes distancias”) y el waterline (“sobre lagos o ríos”). “El slackline es muy completo: también se usa para meditar o practicar yoga. Y algunos kinesiólogos se lo recomiendan a sus pacientes con problemas de articulaciones”.
De Santa Rosa, La Pampa, Catalina Bedacarratz tiene 26 años y está instalada en Buenos Aires desde hace siete. Los fines de semana practica
highline. “Yo empecé en Plaza Francia, con una cinta colgada cerca del piso y de unos 15 metros de largo”, relata. “Ahora, desde hace un tiempo, voy a hacer highline a la fábrica abandonada de Pilar. Nunca me imaginé que iba a poder hacer algo así, digamos, tan surrealista... El highline te da una sensación muy placentera, de gran bienestar. Además, lo podés aplicar en tu vida cotidiana: te sirve para enfrentarte con el miedo, te da confianza, seguridad”.
Inquieta, a Catalina también le gusta viajar. “Me fui dos años”, comenta. “Estuve en España, Italia, República Checa, Tailandia, Turquía, Suecia... En todos lados encontré un buen lugar para hacer highline”, cierra.
Ezequiel Ruete, de 29 años, también encuentra en la cinta un lugar de “introspección”.
-¿Qué los diferencia a ustedes, los highliners de los tradicionales equilibristas del circo?
-Son culturas diferentes. En el circo, los que caminan sobre la cuerda lo hacen para el público. Es un show. El highline no se agota en eso, hay que verla como una actividad para encontrarse con uno mismo.
Ezequiel, que también practicó capoeira y “contacto improvisación, que es bailar jugando con el peso”, está al frente del Club de Slack. “Con mi amigo Federico Tiglio damos clases frente al Museo de Bellas Artes”, señala.
-¿Qué es más recomendable en el highline: caminar hacia adelante, hacia atrás o de costado?
-Como prefiera el que lo practica. Vale todo. Y se puede hacer descalzo o en zapatillas. Descalzo, eso sí, tenés mayor sensibilidad.w