Mágico regreso a la universidad
Tras recibir la distinción Doctor Honoris Causa de la UBA, el grupo charló a solas con “Clarín”.
En un sala de reuniones de la Facultad de Ciencias Económicas, los fundadores de Les Luthiers están distendidos y de etiqueta. Esperan su momento para ir al salón de actos. Algunos escribieron discursos breves, otros lo improvisarán sobre la marcha. Este año conmemoran medio siglo de trayectoria y fueron reconocidos en varios momentos. En agosto el Senado de la Nación les otorgó dos menciones honoríficas y el mes pasado recibieron, en España, el premio Princesa de Asturias. Pero cuando les avisaron que por unanimidad el Consejo Superior de la UBA decidió darles el Doctor Honoris Causa, inevitable- mente viajaron en el tiempo.
Les Luthiers comenzó hace cincuenta años en el coro de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, la misma casa que les acaba de dar el Doctorado a sus fundadores: Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortés. A ellos se sumaron Gerardo Masana y Daniel Rabinovich (en carácter post mortem).
-¿Qué valor tiene este Doctorado?
Núñez Cortés: Ahora estamos listos para empezar a operar y ejercer, de una vez por todas, la medicina. Todo va a ser más legal. Maronna: Es un reconocimiento> grande por el prestigio de la Universidad de Buenos Aires. Además, nacimos en ella: nos conocimos en el coro de la Facultad de Ingeniería. López Puccio: Éramos estudiantes de diferentes carreras, algunos siguieron, otros más o menos. De alguna manera somos hijos de la UBA, algunos ilegítimos. (Puccio se graduó en la Universidad Nacional de La Plata).
-¿Sin la educación pública no hubiese existido Les Luthiers?
Mundstock: Nosotros existimos gracias a que en ese momento, en la década del sesenta, las universidades nacionales estaban pasando un gran momento en el cual, aparte de la calidad académica, había mucha extensión universitaria. Dentro de eso, funcionó el coro. De todos modos, hay cosas muy lindas que surgieron también de las universidades privadas.
-¿Qué significan para adentro del grupo todos los reconocimientos que les brindaron este año, entre ellos, el Princesa de Asturias?
Puccio: No cambia nada, sin embargo, hay algo de orgullo. Siempre sentimos que lo que hacemos fue un material noble que se escapaba de la grosería y de lo populachero. Cuando empezamos, nunca pensé que íbamos a tener éxito. Veíamos una buena aceptación en grupos chicos, de élite, que les gustaba la música clásica. Al llegar a la Avenida Corrientes, en la década del setenta, lo que se privilegiaba era la revista, algo chabacano que ni siquiera tenían aspiraciones artísticas. Y empezamos a competir con ese tipo espectáculo. Por lo tanto, que nos premien a lo largo de todos estos años es un reconocimiento a nuestra línea, algo que defendimos y cuidamos.
-¿El mayor premio fue trascender aquel pequeño grupo inicial de espectadores y acercarse a un público masivo, que incluso se renueva en su composición generacional?
Mundstock: No nos propusimos ninguna meta. Primero pasamos de probar cosas para nuestro grupo de compañeros en los coros a presentarnos para 200 personas en el teatro Di Tella. Luego llegamos a los novecientos del Odeón. Nunca nos propusimos hacer algo para que venga más pública, la gente fue viniendo. Núñez Cortés: Sentimos que nuestro producto ennoblece al público que lo recibe.w