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“A Pappo y Vitico les gustaba entrar en clima matándose a trompadas”

Fue ingeniero de sonido de todos los grandes del rock argentino. Ahora cuenta su vida y obra en un libro imperdible.

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

El capo del sonido rockero nacional de todos los tiempos vive en la calle Tronador. Ningun otro lugar más adecuado para laboratori­o y residencia de Super Mario Breuer, Buenos Aires, 1956, botones y perillas de prácticame­nte todo lo que haya ocurrido de 1982 a la fecha. Fue responsabl­e venerado y directo de las consolas de Charly García, garante del primer disco de Los Abuelos de la Nada, responsabl­e inscripto del álbum más vendido de Piero y mil etcéteras.

En su libro Rec & Roll (Una vida grabando el rock nacional) cuenta que Gustavo Cerati necesitaba entrar en “clima” antes de grabar y asume que Luca era el único músico que no se metía con su trabajo. Breuer grabó los dos discos de Don Cornelio y adivinó que Ella vendrá sería un clásico. Se consideró “soldado “del Indio Solari. Pinceló un disco bisagra como La dicha en movimiento de Los Twist, internacio­nalizó a Los Cadillacs... Cientos de discos llevan su nombre en alguna parte de los créditos. Era Droopy, aparecía por todos lados. Breuer publicó su autobiogra­fía musical, un libro con menos vida que obra, donde él se muestra como testigo privilegia­do de una época gloriosa.

-¿Tu trabajo es como el que hacía George Martin con Los Beatles?

-George Martin era el productor. Yo soy ingeniero de sonido y mis decisiones estrictame­nte tiene que ver con el sonido. El productor toma medidas de tipo artístico: llamar a determinad­o arreglador y esas cosas. Lo que pasa es que yo me involucré demasiado, soy de esa generación que se involucrab­a con los proyectos y con las personas. Siempre trabajé de un manera mucho más descons-tracturada que en las compañías discográfi­cas. Mi función también consistía en generar un clima de trabajo particular. ¿Qué quiere decir esto? Estar en un buen estado es importante, y cada uno necesita lo que necesita. Una luz baja, un whisky, un vino, fumarse un porro... Y si hay una minita, quizás salir un rato y volver. A Pappo y Vitico, cuando estaban en Riff, les gustaba entrar en “clima” de grabación matándose a trompadas.

-¡Jajajá...!

-También hay gente que cree que necesita drogarse pesadament­e. Pero la experienci­a de la década del ‘80 indicaba que no llegábamos dados vuelta a grabar, sino que en algún momento se daba el clima para trabajar de otra manera... Para grabar las voces, al cantante un trago de whisky o de vino le hace muy bien. Definitiva­men- te no la marihuana, aunque al violero, por lo general, le encanta fumarse dos pitaditas de porro antes de los solos.

-Contás en el libro que Miguel Abuelo llegó a grabar con una bolsita de marihuana y vos le pediste que dejara esa “porquería”.

-Bueno, sí, terminó siendo útil para otro músico. Para mí.

-¿Vos te considerás músico?

Yo soy músico. No tengo el caradurism­o de interpreta­r ningún instrument­o, pero ya ves que acá está lleno de guitarras y bajos...

-Charly te pedía que le “tiraras onda” y dejaras las perillas. ¿Qué te estaba pidiendo?

-Hay discos de Charly donde yo meto voces, voces muy graves, cosas que él me pedía. El pedía un sonido electrónic­o, y yo le proponía un arpegio electrónic­o sumado a un cuarteto de cuerdas. No quería que fuera un tipo apretando el botón de grabar. Con algunos músicos hay interacció­n, y con otro no. Fito es y era un tipo más seguro de sí mismo, que sólo me quería para el diseño sonoro. El intercambi­o es también una cuestión de química.

-Respecto de Los Redondos, te definís como “soldado” del Indio Solari más que de Skay...

-A la hora de hacer los discos era un cuarteto: La Negra Poly, Skay, El Indio y yo. Con el Indio teníamos un entendimie­nto. El Indio y Miguel Abuelo fueron dos músicos de los aprendí mucho. Desde el punto de vista musical, proponerle arreglos a Skay, y que él los entendiera con poco y nada de explicació­n, no era fácil. Con el Indio tenemos cosas en común que no pasan sólo por lo musical... Skay es un rockero más de raíz y el Indio es un músico en estado de evolución. Pensá en Bruce Springstee­n y en David Bowie. Uno siempre va por el mismo lado y el otro siempre quiere cosas nuevas.

-¿Cuánto te debe el rock nacional?

-Los ‘80 fueron intensos. Terminaba una sesión de Miguel Mateos y entraba Sumo; salía Sumo y entraba Patricia Sosa...

-Contás que Luca no parecía interesado en tu trabajo...

El estaba todo el tiempo con sus auriculare­s puestos y se sentaba lejos mío. Pero nadie tomaba decisiones sin consultarl­as con Luca.

-¿No se metía con tu trabajo?

Todos los otros menos él se metieron en mi trabajo.

-Con Calamaro, de quien sos amigo, decidís dejar de trabajar porque contás qu se pasaba de copas...

-No sé si eran o no eran las copas. Le había ido muy bien con los Abuelos, pero no despegaba con su carrera solista. Y yo me sentía incómodo. Lo quiero muchísimo.

-Spinetta llega tarde a tu vida, recién con “Los Socios del Desierto”.

-En los ‘80 fuimos dos los ingenieros que nos cargamos el rock nacional. Mariano Lópezo y yo. Charly era mio, Spinetta era suyo. Yo lo tenia a Andrés y él a Fito. El atendía una vereda y yo la otra.

-¿Todos querían grabar con vos?

-Yo trabajaba después de hora, sábados, domingos. Mi única filosofía es hacer sólo lo que me gusta. Trabajaba 17 horas. A más trabajo, más experienci­a. Eso es algo que me enseñó mi viejo.w

 ?? C. NISCÓVOLOS ?? La usina. En las manos y las perillas de Breuer nació el sonido de clásicos esenciales del rock argentino.
C. NISCÓVOLOS La usina. En las manos y las perillas de Breuer nació el sonido de clásicos esenciales del rock argentino.

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