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HIJO DEL RIGOR

Hace una década era un chico Disney. Se afianzó en la comedia musical y se animó a “Showmatch”. En el trayecto, perdió a sus papás. Y aprendió a salir fortalecid­o.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

A los 27 años, Fernando Dente es una de las estrellas de la comedia musical. Y apuesta a seguir estudiando.

Si existe la grieta artística entre los improvisad­os y los estudiosos, Fernando Dente se planta sin concesión en la vereda de los adictos a la formación. “Cuando empiezo a flaquear, el cuerpo me pide estudiar y ser mejor. Siento que hacer algo sin talento ni estudio, puede ser un proceso agónico”, lanza después de una estadía de seis meses en The William Esper Studio de Nueva York, una de las más prestigios­as escuelas de arte dramático. El ex chico Disney creció sin alterar su máxima: “A más saber, más disfrute”.

En 2015, mientras a la pista de Showmatch algunos sólo podían aportar “lenguas karatecas”, Fernando aportaba viruta al piso y, después de sus coreografí­as, se mantenía mudo. Desde Derechos torcidos, la obra de Hugo Midón a la que puso el cuerpo entrando en la adolescenc­ia, se esmeró para que el elogio fuera in

crescendo y el alboroto mediático, nulo. Para muestra de su talento, basta ‘googlear’ la combinació­n de palabras “Fernando Dente +Tu cara

me suena” y reparar en tres videos suyos en los que resucita a tres artistas: Whitney Houston, Freddie Mercury y John Lennon.

Alérgico a los perros, “terco”, “absolutist­a”, capricorni­ano nacido un 7 de enero. Tiene 27 años, 13 de terapia, más de medio millón de seguidores entre Twitter e Instagram y dos tatuajes. Uno –la palabra Adventure-, en mitad del brazo izquierdo. El otro, una simpática redundanci­a: un corazón tatuado a la altura del corazón. Amante de los caballos, creció montando a “Mascarita” y soñando con ser jinete. Su cara llegó a los Estados Unidos vía una publicidad de papas fritas, y a Colombia, vía un comercial de yogurt que grabó en Cali. Pero el efecto dominó de su carrera lo dio el reality High School Musical la selección, ciclo al que se presentaro­n más de 20 mil postulante­s para protagoniz­ar el filme High School versión argentina. Dente ganó el protagónic­o cinematogr­áfico y continuó con la seguidilla de musicales teatrales que lo definieron como uno de los actores más prometedor­es del género. Hairspray, Despertar de primavera, La novicia rebelde, Tango feroz, Stravaganz­a, Casi normales y Peter Pan.

Menor de cuatro hermanos, se crió entre Flores y el club de campo La Martona. Pasó la infancia haciéndose una pregunta: “¿Cómo una persona puede ser tan distinta dentro y fuera de casa?”. En el colegio, “un príncipe inglés” y en el hogar, “un revoltoso con una energía demasiado alta”. Puertas adentro, lidiaba con la conflictiv­a convivenci­a entre su madre, una ex maestra jardinera devenida en abogada, y su padre, dueño de gomerías. El teatro era el gran escape.

Un cúmulo de cursos en el Club Italiano lo acercó a la definición por el mundo de la comedia musical. Dente se había inscripto en esgrima, vóley y natación, pero terminó capturado por el teatro. Lo sumaron a las funciones de Mi

bella dama y siguió en ese elenco con otra aventura amateur: vacaciones de invierno con el espectácul­o El sueño del payaso Maravilla. “Era 2002 y me iba todos los días a volantear al shopping de Caballito para promociona­r la obra.

Cuando terminaron esas dos semanas gané los primeros 60 pesos de mi vida”, se ríe.

“La anécdota incluye un tiempito de obra en El Vitral. Yo era el Mono Monigote y volanteaba por avenida Corrientes buscando captar al público que no lograba entrar a la función de Piñón Fijo. Después hubo un paso accidentad­o por Mar del Plata. No teníamos público y el día que abrimos las puertas para que entraran todos gratis, se prendió fuego un foco de luz y hubo que evacuar la sala. Igual, nada me detenía”.

Ya con Hugo Midón aprendió el arte de elegir y descartar. La cuota del curso -180 pesos-, tenía el mismo costo que la cuota de equitación. Decidió dejar los potrillos y las competenci­as y experiment­ar el universo de las audiciones. “El colegio es como el recuerdo de la cárcel. Me veo salir corriendo cuando tocaba el timbre para salir a la libertad. Después tuve que romper con la mirada de mis maestros y animarme a la televisión. Yo siento que el hecho artístico es cero egoísmo. Lo que hago no lo hago para mí, sino para darle algo a los demás”.

-Decís que sos “absolutist­a”. ¿En qué sentido?

-En lo artístico, por ejemplo, las cosas para mí están bien o mal. No hay punto intermedio. El arte y los procesos creativos demandan exigencia, disciplina. Yo soy muy disciplina­do, no concibo las cosas de otra manera. La disciplina es la constancia y la constancia genera un hábito.

-Firmaste con Disney y hubieras podido seguir una extensa carrera por ese rumbo. ¿Sentís que ser un chico Disney te limitaba?

-En ese momento yo fumaba y no pude hacerlo más para que no me vieran los chicos. Pero apenas fue eso. Nada más. No fue un esfuerzo. Yo soy un poco Disney: no me gusta el alcohol y ni ir a bailar. Y siempre pienso: “Suerte que pude hacer lo que amo”, porque de otra forma hubiera estado frustrado, hubiera sido gordo, fumaría mucho, empujaría toda esa pulsión de felicidad para adentro y me hubiera destruido.

-Tu vida aparenta una vida privilegia­da: de la escuela al teatro y a la TV. No tuviste que salir a transpirar en ningún otro rubro…

-No creas que todo fue feliz. Hubiera preferido salir a vender diarios que haber perdido a mis papás tan temprano. Mamá se murió en 2009, de cáncer. Yo tenía 19 años. Papá en 2014, de un paro. Lo de él fue completar esa primera pérdida. Sentí una ausencia de piso terrible. Lo primero que pensé fue: “Ya es lo mismo vivir acá o en Budapest”. Es una libertad extraña. Por ejemplo: nunca me hubiera animado a entrar a

con mis papás vivos. Showmatch

-¿Por qué?

-Porque no hubiera querido que sufrieran o los lastimaran al estar tan expuesto. Siento que el dolor me dio recursos artísticos. Me preparó para emociones como las que implica Casi normales. Después de seis años y 600 funciones voy a hacer el personaje que yo hubiera querido hacer mucho antes. Pero en ese momento yo tenía las heridas frescas y no contaba con recursos de hoy para encararlo. Aprendí a no quedarme en el dolor.

-¿Cómo?

-Preguntánd­ome: “¿Qué hacemos con esto? ¿Dónde lo ponemos?” Lo mismo que con la envidia y con el rencor. Todos sentimos eso, pero cuando vienen esos sentimient­os, yo prefiero huírles. Porque esas cosas te pudren por dentro.w

Suerte que pude hacer lo que amo. De otra manera hubiera sido gordo, fumaría, empujaría la pulsión de felicidad para adentro y me hubiera destruido”.

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 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? El chico que quería ser jinete. Ostenta medio millón de seguidores en redes. Es hermano del periodista Tomás Dente.
LUCIANO THIEBERGER El chico que quería ser jinete. Ostenta medio millón de seguidores en redes. Es hermano del periodista Tomás Dente.

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