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Meghan Markle: la princesa y los lobos feroces

- Silvia Maestrutti Especial para Clarín

Dos noticias se cruzaron estas últimas semanas tanto en los paneles televisivo­s como en los puestos de revistas, que todavía los hay en Los Ángeles, aunque es más fácil comprarlas en el supermerca­do. Las constantes denuncias de acoso y abuso sexual que están haciendo caer a muchos supuestos “intocables” del espectácul­o y el compromiso del príncipe Harry, el último hijo soltero de Lady Di, con la actriz angelina Meghan Markle, compartier­on en las últimas semanas tapas y minutos al aire.

A simple vista no parecen ser dos temas que se lleven de la mano. Hace un poco de ruido que las conductora­s y periodista­s de la TV alaben el feminismo imperante haciéndose eco de las denuncias que pusieron en la tapa de la revista Time a las mujeres detrás de la etiqueta “Yo también” como personaje del año y tres minutos mas tarde empiecen a babearse con la posibilida­d de asistir en mayo al casamiento de de Harry con la actriz estadounid­ense en la capilla San Jorge del castillo de Windsor. Vayamos por partes. Actrices, directoras, conductora­s, productora­s, asistentes, muchas mujeres valientes comenzaron en Hollywood una revolución que rápidament­e contagió a otros sectores laborales, incluyendo el congreso de la Nación. Desde el productor Harvey Weinstein hasta el conductor Matt Lauer o el senador demócrata Al Franken, la lista de salpicados por el escándalo crece día a día.

Ashley Judd, Rose Mcgowan y Taylor Swift son algunas de las celebridad­es que le pusieron la cara a esta revolución cultural. Ahora todas las reuniones de actrices pre Oscar tienen ese tema como tópico inevitable.

Transversa­lmente, se discute también si las actrices deben ir vestidas menos sexys este año a las alfombras rojas. Algunas activistas creen que es hora de dejar de posar como mercadería y otras sostienen que son libres de vestirse como se les cante, sin que esa sea una invitación a que los hombres las quieran tocar.

En esa larga conversaci­ón feminista, que no era costumbre mantener, se coló en noviembre la presentaci­ón oficial que Harry, hijo del príncipe Carlos de Inglaterra y Lady Di, hizo de su novia Meghan Markle, la primera estadounid­ense que entrará en mayo a la familia real británica desde que lo hiciera por la puerta de atrás Wallis Simpson en 1936. Meghan será también la primera actriz de Ho- llywood en convertirs­e en princesa desde que Grace Kelly se casó con el príncipe de Mónaco.

Como les pasa a muchas argentinas, las estadounid­enses también sienten fascinació­n por la realeza, esa fantasía de cuento de hadas que ahora se ha poblado de lobos feroces. Resultó al final que todas éramos Caperucita Roja.

Sin embargo, aunque en principio parece anacrónico esto de hablar de castillos y zapatitos de cristal en 2017, hay una anécdota sobre Meghan Markle que la termina pintando como la perfecta princesa para los tiempos que corren.

Tenía 11 añitos cuando en una entrevista del noticiero de Nickelodeo­n se enojaba con el fabricante de un detergente lavavajill­as por poner madres solamente en sus propaganda­s. “Así le transmiten a los niños la idea equivocada de que solo las mujeres deben lavar platos”, defendía Meghan apasionada­mente.

Markle, que nació en Los Angeles hace 36 años, hija de un ingeniero de sonido que trabajó en la comedia Casados con hijos y de una instructor­a de yoga, terminaría convirtién­dose en actriz después de participar de una temporada como modelo en el programa Deal or not Deal. Desde 2011 se la conoce como Rachel Zane en la serie Suits, que acaba de abandonar para convertirs­e en realeza.

Actriz, divorciada, mestiza (su madre es de raza negra), los haters no tuvieron suerte esta vez en las redes sociales. Meghan enamoró perdidamen­te a Harry y ahora se convertirá en la nuera que segurament­e aprobaría Lady Di.

Markle, prometida del Príncipe Harry, puede ser una princesa para los tiempos que corren.

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