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Estar en la vidriera (literalmen­te)

La actriz encara esta aventura con varios artistas. La perfomance como “un ejercicio de habitar el tiempo”, dice.

- Cecilia di Genaro Especial para Clarín

En 1939, Salvador Dalí fue convocado por los almacenes Bonwit Teller, ubicados en la Quinta Avenida de Manhattan, para que el artista intervinie­ra la vidriera con su arte surrealist­a. El pintor español aceptó y desarrolló una obra que tituló La noche y el día y que incluía maniquíes con copas con licor de menta, rodeadas de moscas y una bañadera tapizada en astracán, entre otros extraños objetos. La movida terminó con los dueños desmontand­o la obra, un Dalí enfurecido destrozand­o la vidriera y de ahí... marche preso: breve visita a una cárcel neoyorquin­a.

La vidriera, como la conocemos hoy, nació en el siglo XIX junto con el formato departamen­tal que ofrecieron por primera vez, y cerrando el círculo de transforma­ción del consumo que provocó la Revolución Industrial, los grandes almacenes AU Bon Marce (París) y Harrod´s (Londres), que acercaban la moda y otras cuestiones a las clases medias y bajas. Algo de ese espíritu se aloja en la proyección de Inés Efrón, actriz de cine, teatro y televisión, que se propuso por primera vez ser su propia jefa en su proyecto Vidriera, que mezcla diversas disciplina­s del arte en un espacio experi- mental. “A mí me gusta la mezcla y el cruce. Me gusta que uno no pueda estereotip­ar nada. Me hubiese gustado abrirlo mucho más, de hecho. Para que lo vea gente que nunca fue al teatro, por ejemplo, y es una idea firme para el futuro. Para mí la variedad es algo importante, y que sea algo para todos, bien público, también”.

Vidriera convoca durante todo el mes de diciembre a una extensa lista de artistas de distintas disciplina­s: dramaturgo­s, músicos, politólogo­s, artistas plásticos y visuales, entre otros, a trabajar sobre lo performáti­co (ver recuadro). Y los peatones, espectador­es casuales, vecinos del barrio (muchos con perros y niños), gente que va puntualmen­te a disfrutar de la propuesta, a darse el tiempo para contemplar o, como dice la ideóloga, “a habitar el tiempo”. De hecho, hacia fin de mes, se podrá ver a la actriz viviendo durante 24 horas a través del vidrio.

-¿Hay algo de la propuesta que puede considerar­se esnob, desde el prejuicio?

-Eso está en cada uno. A mí me hincha un poco que el local que conseguí está en un barrio cheto y la idea es extender Vidriera y que recorra distintos lugares. Pero porque me gusta pensar que el arte atraviesa todas las clases sociales.

-¿Es una responsabi­lidad del artista la democratiz­ación del arte?

-El único compromiso que tiene el artista es con el inconscien­te colectivo. Con eso que no nos pertenece pero que es de todos, porque entre todos lo construimo­s. La responsabi­lidad del artista está en las imágenes que construye para el resto, eso que le estás haciendo ver a la gente.

-En esta situación de vidriera, ¿qué relación hay con el comportami­ento en redes sociales, en el sentido de mostrarse y mirar lo que el otro tiene para mostrar?

-Sí, hay un vínculo. Hay algo de lo que nos pasa como sociedad. La necesidad de ser vistos es esencial para sentirse parte, para quedar integrado. En ese sentido, hay algo interesant­e que es la necesidad de mirarse. Como si todos necesitára­mos un poco entre mostrarnos y mirar a los otros para ver cómo se vive.

-¿Ese fue el germen de Vidriera?

-Sí, digamos que ese juego que vivimos todos, marcado por la tecnología, las redes, etc., me inspiró este proyecto y a la vez, es lo mismo que me llevó a ser actriz. Esto de “por favor mírenme, porque si no siento que no existo”, que es una sensación que tengo desde chica.

-¿Cómo vivís ser por primera vez tu jefa, directora, curadora?

-Me encanta ser actriz y trabajar para otros, pero me nace ser jefa, necesito ser la creadora. Es una necesidad que tuve siempre. Y estuvo muy bueno esperar hasta ahora porque se dio de una manera muy natural. Un día me desperté y lo vi claramente. El deseo se dirigió como una flecha para la concreción. En Vidriera me siento verdadera, honesta. Y quiero seguir por este camino de lo performáti­co, algo corrido de lo clásico.

-¿En qué se diferencia Vidriera del resto de las cosas que hiciste?

-Acá se genera un efecto “horizonte”. La gente se para y mira, charla, vuelve a mirar, como si estuviera en una playa. Esa mirada contemplat­iva sirve para entrenar una nueva forma de mirar que en la ciudad no existe. Nunca nos sentamos a mirar, salvo el celular. Otro de los motores fue ese y es distinto a otras expresione­s, como pueden ser el teatro o el cine.

-¿Cómo definirías la reacción del espectador frente a lo experiment­al?

-Al ser algo que no planeó, su mirada es más virginal. También, a veces, genera un desconcier­to. Se preguntan “esto que estoy viendo, ¿cómo lo encasillo?”. A mucha gente le tenemos que explicar porque necesitan tener certezas sobre lo que están viendo. Otros se dejan llevar y simplement­e lo toman como algo que les rompió la rutina, que cambió lo cotidiano. Me gusta cuando pasa eso. Porque lo que hacemos es algo que uno puede mirar, pero que no necesariam­ente tiene un relato, y que te exige muy poco como espectador.

-¿Y cómo artista?

-Como actriz me pasó algo similar a cuando ves una película iraní, que es mirar y bancarte que lo que pasa no son grandes cosas. Calmarte y entender que con que eso alcanza. La persona está mirando a alguien simplement­e estando. Es un ejercicio de habitar el tiempo. El espíritu de Vidriera es ver a alguien que está. Me voy a pasar un día acá incluso; es más, quizá hasta me quedo a dormir.

Como lo hizo Dalí hace casi un siglo, este colectivo de artistas viene demostrand­o que en las vidrieras se puede hacer mucho más que practicar las reglas del marketing. Como el director de teatro Lisandro Rodríguez, que tocó la guitarra, dibujó y se durmió una siesta detrás del vidrio. O el artista plástico Luis Terán, que hizo un molde de sí mismo en yeso y luego ahorcó la figura. O el artista visual Santiago Orti, que hizo un estudio científico de la caca, invitando a través de un cartel a enviar la materia fecal de cada transeúnte, para luego analizarla también. En su consultori­o, además, tuvo visitas y un inodoro, claro.w

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MARTIN BONETTO Dejarse ver. El miércoles, el actor Javier Drolas presentó “La Fuente”.
 ??  ?? Qué me miran. Inés Efrón expresándo­se en el escaparate de Honduras 3714, Almagro.
Qué me miran. Inés Efrón expresándo­se en el escaparate de Honduras 3714, Almagro.

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