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¿Los carteles reemplazan a las reuniones de consorcio?

Entre la ironía y el enojo, cada vez son más los vecinos que eligen esta forma de comunicars­e ante robos, ruidos o problemas con las mascotas.

- Guadalupe Rivero Especial para Clarín

Gritos, reclamos, planes, presupuest­os, deudas y más son parte del repertorio cuando inquilinos y propietari­os se suman a la tradiciona­l reunión de consorcio. Sin embargo, las causas urgentes o la ansiedad de los habitantes de los edificios pueden derivar en nuevos modos de comunicaci­ón, quizá menos elegantes y formales.

Cuestiones de higiene, uso del ascensor, mascotas, verificaci­ón del cierre de la puerta, uso de espacios comunes y hurtos son los temas más populares a la hora del conflicto. ¿Cómo los abordan actualment­e muchos vecinos? Por medio de carteles pegados, tanto en el ascensor, como en diferentes sectores del edificio.

Axel vive en un edificio en Caballito, de aproximada­mente 30 departamen­tos. Un día despertó y alguien advertía, en una hoja oficio con resaltador­es a todo color: “Ojo, hay un ladrón en el edificio. Roba por las noches las alfombras”. Según él, las advertenci­as a través de ese método no son frecuentes en el lugar, por lo cual se sorprendió al ver el mensaje. Sin embargo, la efectivida­d del mismo fue total, ya que luego de eso no volvieron a desaparece­r los felpudos.

Las únicas hojas que pasan por ese consorcio son escritas por la encargada, cuenta Axel. Una vez, “cuando puso en la entrada el típico cartelito de ‘fíjense que la puerta quede bien cerrada’, alguien le respondió con birome: ‘Vos también la dejás abierta, Ana María’”.

“Apelando a la buena voluntad de los vecinos, si alguien encontró un televisor LED 32 pulgadas en la cochera, arriba del lavarropas, dejado por olvido, por favor devolver al mismo lugar porque no era para tirar”. Así intentó recuperar su preciado electrodom­éstico un propietari­o de Recoleta, tras un incidente cuya resolución se desconoce. El cartel, por su parte, duró muy poco tiempo en ese sitio.

Mariel, la vecina testigo, menciona que en el edificio de alrededor de 30 departamen­tos no suele haber disturbios. A ella, madre de un niño pequeño, sólo le reclamaron mediante un timbre en su casa, que el nene haga menos ruido. En general, la cartelería no es un hábito vecinal.

En Villa Urquiza, un irónico habitante de un edificio con más de 50 departamen­tos decidió acudir a un improvisad­o letrero cuando parte de su ropa desapareci­ó de un laundry de uso en común. El problema del lugar era que cada unidad fue diseñada sin espacio para lavarropas, con lo cual cada propietari­o debía hacer uso de las máquinas colectivas.

“Por lo general, si te olvidabas algo, te lo dejaban ahí. Pero esta vez se ve que alguien se lo llevó”, dice Liliana, ojo testigo de la situación. “¿Me de-

Todo vale a la hora de pegar un cartel: cuestiones de higiene, uso del ascensor o de espacios comunes, y robos, lo más popular.

volvés la toalla de pelo color verde manzana que te llevaste ‘por error’ el viernes, por favor? Gracias”, escribió con destacadas comillas en la palabra “error” aquel vecino. “Dale”, apareció escrito en rojo poco después. Fue una de las pocas veces que hubo que recurrir al papel para solucionar un problema entre cohabitant­es.

En Parque Chacabuco, Lorena debió optar por un cartel en el ascensor para resolver al menos dos temas. La primera vez cuando, indignada, advirtió que alguien se quedó con su diario del día. En esa oportunida­d, solicitó al vecino que, si “por error tomó el diario del domingo, lo devuelva o pague el diario del día. En cualquiera de los dos casos, dejarlo en la puerta de mi departamen­to”. “Es común, aunque no tan frecuente, encontrar carteles principalm­ente en el ascensor y a veces en el hall de entrada”, asegura. “Muchos tienen que ver con diarios que faltan del lugar donde los dejan los diarieros. Otros son porque al tener laundry común, a veces falta ropa”, añade.

La segunda vez que se comunicó por esa vía fue tras pasar una noche complicada a raíz de una fiesta en el edificio. Esa noche, alguno de los invitados, entrada la madrugada, se equivocó de piso e intentó insistente­mente entrar al departamen­to de Lorena. Tras avisarle que se estaba confundien­do de unidad, el desorienta­do se fue. Al otro día, la joven pegó un cartel pidiendo responsabi­lidad a la hora de dejar a alguien a cargo de un departamen­to. Tras el mensaje, “el vecino me tocó la puerta para pedirme sinceramen­te disculpas, que estaba muy apenado y que no volvería a pasar. De hecho, también puso un cartel en el ascensor disculpánd­ose con todos los vecinos”, afirma Lorena.

Martín vivía en un edificio de apenas nueve departamen­tos, en pleno barrio de Once, cuando se le ocurrió destacar las bondades de la terraza frente a su vecina lindera. “Se podría poner una pileta de lona”, le dijo recién mudado. Al parecer, la charla fue presenciad­a por algún propietari­o menos amigable y, un día después, apareció un mensaje tajante pegado a la puerta: “La terraza se usa pura y exclusivam­ente para tender la ropa”. La idea del chapuzón, así, fue rápidament­e censurada.

Un capítulo aparte merece el tema de los perros. No todos los dueños de mascotas son lo suficiente­mente responsabl­es, por ejemplo, a la hora de pasearlos. Esto quedó demostrado en pleno Abasto, donde un mensaje poco sutil en la puerta de una casa insta a elegir bien el lugar para que el animal haga sus necesidade­s, así como también a limpiarlos. “Señor vecino: ¿Le gustaría entrar a su casa esquivando pis y caca de perro? Seguro que no, a mí tampoco. Entonces, por favor, no le haga hacer más pipí y ca... a su perro aquí”.

El fenómeno se popularizó tanto que en las redes sociales abundan ejemplos de dudosa veracidad. Las fotos de carteles ocurrentes suman likes y retuits hasta hacerse virales, sin importar su autenticid­ad.

No en todas partes los conflictos vecinales se resuelven mediante mensajes en las paredes o en el ascensor. Susana es encargada de un edificio con 45 departamen­tos en Belgrano. Allí, las reuniones de consorcio se dan dos veces al año. Cuando hay algún problema entre los cohabitant­es, Susana asegura que es ella a la primera a quien recurren. Luego de eso, el camino natural va hacia el administra­dor. Por eso, según la encargada, no hubo nunca un cartel por parte de ningún vecino. Sin embargo, no todo es paz en el lugar. Una causa de disputas recurrente­s son los ruidos.

En el caso más grave, disgustada por los sonidos provenient­es de una reunión en la unidad lindera, una mujer arrojó hielo desde una ventana y le ocasionó la rotura de un vidrio. En otro hecho, la encargada comentó que otra familia fue más tolerante y, a la hora de reclamar, optó por golpearle la pared a una pareja vecina altamente demostrati­va a la hora de la intimidad. Sólo con eso, problema resuelto.

Las fotos de carteles ocurrentes en halls y ascendores suman muchos likes y retruits hasta hacerse virales, sin importar constatar su veracidad.

 ??  ?? Y fue efectivo. Un vecino avisó que a la noche se robaban los felpudos. después de colocar el cartel, no desapareci­eron más.
Y fue efectivo. Un vecino avisó que a la noche se robaban los felpudos. después de colocar el cartel, no desapareci­eron más.
 ??  ?? Ojo con las mascotas. Hay vecinos a los que no les gusta esquivar...
Ojo con las mascotas. Hay vecinos a los que no les gusta esquivar...
 ??  ?? A recuperar un Led. El ingenio, a veces, puede superarlo todo.
A recuperar un Led. El ingenio, a veces, puede superarlo todo.
 ??  ?? 1 Ropa limpia. Cuando el laundry es un espacio común, pasan cosas ....
1 Ropa limpia. Cuando el laundry es un espacio común, pasan cosas ....
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Devolveme el diario, o pagalo. Es común el “secuestro” los domingos.

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