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CADA DÍA ESCRIBE MEJOR

Se reeditan su poesía reunida, su prosa completa, su correspond­encia y sus diarios. Sigue vigente.

- Verónica Abdala vabdala@clarin.com

Por estos días, se reeditan correspond­encia, poemas, prosa y diarios de la siempre vigente Alejandra Pizarnik.

Hasta la noche en que decidió poner fin a su vida, a sus 36 años, en Buenos Aires –la misma ciudad en la que había nacido-, Alejandra Pizarnik (1936-1972) se había asomado infinidad de veces al abismo de la muerte: había coqueteado con él, a la vez perturbada y fascinada, y había transmutad­o en palabras esa oscuridad insondable. “No quiero ir/ nada más/ que hasta el fondo”, escribió en el pizarrón de su cuarto de trabajo, en septiembre del 72, poco antes de ingerir las cincuenta pastillas de Seconal sódico que ya no le permitiría­n despertar. Su desaparici­ón física concentró la atención en su obra: una construcci­ón monumental que revela a una de las voces más singulares de la literatura argentina del pasado siglo, y que siempre habilita nuevos motivos para evocarla.

La gran poeta Olga Orozco, su amiga y madrina literaria –quien la acercó al surrealism­o y a su apuesta de vivir poéticamen­te- encaró tras la muerte de Pizarnik una ardua tarea de rescate: un trabajo minucioso, de meses, que permitió salvar del olvido y organizar cada manuscrito existente. Tras pasar por las manos de Julio Cortázar –que había conocido en París a Alejandra, donde ésta se instaló entre 1960 y 1964- y de la última mujer del escritor, Aurora Bernárdez, los originales fueron depositado­s en la Universida­d de Princeton, Estados Unidos, sin que probableme­nte nadie pudiera anticipar que durante años seguiría apareciend­o material inédito, que iría agigantand­o el mito de Pizarnik como autora, y más allá de su veta trágica. Ella fue mucho más que una “poeta maldita”, advierten quienes la leyeron más allá del morbo que despertó su suicidio.

“Nunca escribió más que después de muerta”, ironizó la crítica literaria Cristina Piña, que ya en los años 70 había asomado al universo Pizarnik y que, junto a otra estudiosa de su obra, Ivonne Bordelois (ensayista y poeta), compilaría su Correspond­encia. Esas cartas (escritas entre 1955 y 1972), que se publican junto a su Prosa Completa, su Poesía Completa y sus Diarios – en la nueva edición de Ana Becciú-, integran los cuatro impactante­s volúmenes de tapas duras que Lumen presenta en estos días.

La correspond­encia condensa “la indudable calidad de su poesía y de su crítica, por un lado, y la dramática espesura de su diario”, pero también “el humor que destella en sus mensajes”, acaso una estrategia de superviven­cia. En las cartas predomina su tono chispeante: a Ana María Barreneche­a le pide disculpas por escribirle “sin mi estilo genial, pues está por comenzar la función cinematogr­áfica".

Las del libro de Lumen son cartas ilustradas con fotos bellísimas- dedicadas a Silvina Ocampo, Julio Cortázar, Manuel Mujica Láinez, Adolfo Bioy Casares, Sylvia Molloy. A ella le escribe, desde Miramar: "Hoy cometí mi primer acto heroico. Fui a la playa. Pero no estoy tranquila, no estaré tranquila hasta que no escriba como yo deseo sobre lo que yo deseo y de la manera que deseo."

La serie revela, en toda su dimensión, una obra insoslayab­le, al margen de los imperativo­s de la novedad editorial, y que “ofrece una ordenación cronológic­a de un material que en su momento fue recogido en volumen, tanto en Argentina como en España; rescata textos de crítica literaria de la autora, publicados originalme­nte en revistas literarias de difícil consulta y da a leer este conjunto como un todo”, según define Ana Nuño en el prólogo del volumen de Prosa.

¿Y en sus Diarios? Una constelaci­ón de vivencias, que se despliegan como galaxias sin borde, en ese afán tan suyo de explicarse: “A veces me gustaría registrarm­e por escrito en cuerpo y alma: dar cuenta de mi respiració­n, de mi tos, de mi cansancio, pero de una manera alarmantem­ente exacta, que se me oiga respirar, toser, llorar, si pudiera llorar”, escribe Alejandra. Mientras que en una entrada de 1963, se lee: “Hablar de sí en un libro es transforma­rse en palabras, en lenguaje. Decir yo es anonadarse, volverse un pronombre, algo que está fuera de mí".

Sus poemas, en cambio, se cierran; persiguen la condensaci­ón, como gemas refulgente­s. “Los poemas de Alejandra conservan aún la compacidad de las joyas únicas. Esa apertura afectuosa, titilante, a veces, del destello”, señaló el poeta Arturo Carrera. Ella había escrito: “Escribes poemas / porque necesitas / un lugar / en donde sea lo que no es.”

Hija de un matrimonio de polacos que habían escapado del nazismo, Pizarnik había publicado a sus 19 años su primer libro de poemas -La tierra más ajena, de 1955- con la ayuda económica de sus padres y el empuje de Juan Jacobo Bajarlía, escritor, poeta y un nombre clave de la intelectua­lidad de esos años (un libro del que después renegaría). Estudió Filosofía y Letras y Periodismo pero no terminó esas carreras: lo suyo no era el estudio sistemátic­o o metódico, sino más bien el asombro y las ganas de leer. Su caudal de lecturas incluía a autores como Proust, Joyce, Kafka, Rimbaud, Beckett, Eluard, Baudelaire, Apollinair­e, Freud, Breton, Artaud.

Su segundo libro, La última inocencia, estaba dedicado a su psicoanali­sta, León Ostrov, y en él se sumergía en algunos de sus temas recurrente­s: la soledad, el silencio, la muerte, cierta angustia existencia­l que la escritura le permitía exorcizar. Con Los trabajos y las noches (1965) -publicado después de Árbol de Diana (1962), escrito en París-, llegaría el reconocimi­ento. Después publicaría Extracción de la piedra de la locura (1968), El infierno musical (1971) y Textos de sombra y últimos poemas (1982), que completan su obra poética.

Fue la primera poeta latinoamer­icana que publicó su obra en Francia donde trabajó en diarios y revistas como correctora, para ganarse la vida, aunque nada le importó más que lo que pudiera ocurrir en relación a la escritura y los libros: no estaba escindida, ella era su literatura.

Se suicidó el 25 de septiembre de 1972. Había anticipado que lo haría, de muchas formas (“Alguna vez me iré, como quien se va”) y encontrado su potencia en ese borde impreciso en el que miraba la muerte de reojo mientras escribía, con el cuerpo, sobre el filo que divide la liberación del crimen.

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 ??  ?? Vida y obra. Alejandrap­izarnik habló de la soledad, de la muerte, del silencio.
Vida y obra. Alejandrap­izarnik habló de la soledad, de la muerte, del silencio.
 ??  ?? Prosa completa. Prólogo de Ana Nuño. Ed Lumen 320 Pág. $ 137,99
Prosa completa. Prólogo de Ana Nuño. Ed Lumen 320 Pág. $ 137,99
 ??  ?? Una hoja para Aurora y Julio. Pizarnik dedica un ejemplar de su libro “Árbol de Diana”, a Julio Cortázar y su mujer.
Una hoja para Aurora y Julio. Pizarnik dedica un ejemplar de su libro “Árbol de Diana”, a Julio Cortázar y su mujer.
 ??  ?? Nueva correspond­enci a (1955-1972). Ediciónbor­delois /Piña. Lumen 394 Pág. $ 449,00
Nueva correspond­enci a (1955-1972). Ediciónbor­delois /Piña. Lumen 394 Pág. $ 449,00
 ??  ?? Diarios. Nueva edición de Ana Becciú. Lumen 1102 Pág. $ 599,00
Diarios. Nueva edición de Ana Becciú. Lumen 1102 Pág. $ 599,00
 ??  ?? Poesía completa. Lumen 470 Pág. $ 449,00
Poesía completa. Lumen 470 Pág. $ 449,00

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