Un balance con éxitos, cambios y peleas
Que si llegaba al medio millón de espectadores era un exitazo. Que con 350.000 espectadores estaban conformes.
Nadie previó que Mamá se fue de viaje iba a ser lo que fue en la taquilla. Fue la película nacional que más público llevó en el año (1.671.195 entradas vendidas), la que se superaba a sí misma en plenas vacaciones de invierno. La que le ganó a un tanque de Hollywood como Spiderman: De regreso a casa.
En fin, la película fenómeno del 2017. Y ya se sabe lo que sucede cuando un filme se transforma en fenómeno. Es la película que hay que ir a ver, para no quedar afuera de la conversación.
En los papeles, la nueva comedia que reunía a Adrián Suar con Julieta Díaz (El fútbol o yo), tomando un tema como el fanatismo por ese deporte, iba a ser la campeona de la taquilla. Pasó el millón de espectadores, pero no le alcanzó a la dupla para acercarse a la de Diego Peretti Carla Peterson.
Pero, en síntesis, fueron dos comedias que, juntas, llevaron 2.735.992 espectadores, el 44% de los 6.209.316 que cosechó el cine argentino en todo el año.
La cordillera parecía que iba a comerse a todas. Estreno mundial en la sección Un certain regard en el Festival de Cannes, Ricardo Darín como un presidente argentino a lo Macri, ciertos paralelismos con House of Cards, más un fuerte elenco -Erica Rivas, Dolores Fonzi, Christian Slater- fue el salto de Santiago Mitre (El estudiante, La patota), con K&S, la productora de Relatos salvajes y El Clan detrás. Fue la película que dividió las aguas, algo así como la grieta del cine argentino: la odiaban y la amaban por igual.
Pero el filme que decididamente abrazaba o repelía al espectador fue Zama. La adaptación de Lucrecia Martel del libro homónimo de Antonio Di Benedetto fue tema de conversación desde que no ingresó a la competencia oficial en Cannes, e ingresó fuera de concurso en la Mostra de Venecia. Zama llevó 90.000 espectadores, otra cifra que no imaginaba nadie.
Hubo tremendos fracasos de filmes de los llamados comerciales (Sólo se vive una vez, con Peter Lanzani y Gérard Depardieu; Cantantes en guerra, con José María Listorti y Peter Alfonso) y -otro año más- mucho filme chiquito con pocas funciones en la sala Gaumont, Espacio INCAA Km 0.
Pero el balance del cine argentino debe ir más allá de la suerte que las películas tuvieron en su paso por las pantallas locales y su participa- ción en festivales internacionales, con varios premios.
Los cambios en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, con la incorporación de Fernando Juan Lima -Juez de Cámara desde el año 2012, de Primera instancia desde el 2000 y especialista en Derecho administrativo, quien dejó su cargo en la Justicia para asumir la vicepresidencia del Instituto-, supuso una lavada de cara, o al menos fue una señal de querer ordenar un organismo salpicado por dudas de corrupción desde hace demasiados años.
A la salida de Alejandro Cacetta de la presidencia por pedido del ministro de Cultura Pablo Avelluto, y la renuncia de Pablo Rovito del puesto de rector de la ENERC (la escuela de cine del INCAA de la que egresó Lucrecia Martel, uno de los personajes del cine argentino del año) se sumaron las investigaciones por corrupción en el INCAA, las asambleas en la puerta del organismo, el tira y afloje con los documentalistas.
La familia cinematográfica vernácula suele funcionar como cualquier otro núcleo familiar en las fiestas de fin de año: si hay diferencias, cada uno tira para su lado sin importar el bien general.
Esta película no sólo ya la vimos muchas, reiteradas veces, sino que sabemos que es como un sinfín, un loop: nunca nadie está satisfecho y cuando siente -con o sin razón- que tocan sus derechos, salta más alto que una cañita voladora.
Brindemos entonces por un 2018 para el cine argentino con menos petardos y más sustancioso vitel toné.
La columna Ojos bien abiertos volverá a publicarse el sábado 3 de febrero de 2018.
Tanto “La cordillera” como “Zama” dividieron las aguas, algo así como que abrieron la grieta en el cine argentino.