“La discusión política en Twitter la hacen unas 50 mil cuentas”
Del call center al troll center, la tarea es acosar, sembrar contenidos falsos y brindar apoyo.
La presentación en sociedad de los trolls fue durante la campaña presidencial que disputaron Donald Trump y Hillary Clinton en los Estados Unidos. Cuando se filtraron los correos electrónicos hackeados en la computadora oficial de la candidata demócrata, los trolls del actual presidente norteamericano, con la invaluable auyudita del ejército anónimo de Putin en las redes, amplificó el affaire con los resultados conocidos.
Clarín consultó al analista en sistemas y periodista especializado en tecnología Fabio Baccaglioni para conocer cómo funciona el fenómeno trolling en la Argentina. El experto ha desarrollado un sistema para detectar las cuentas verdaderas de los perfiles falsos y cuentas de trolls.
“Se calcula que toda la discusión política de la Argentina en Twitter gira alrededor de 50 mil o 60 mil cuentas. El resto de los usuarios participa mucho menos. Hablamos de un universo de 4,5 millones de cuentas de Twitter de usuarios locales”. Hasta ahí la cosa es legal. Pero cuando se desbroza la paja del trigo, las cifras comienzan a arrojar otros datos jugosos. Por ejempo, “dentro de ese debate político, hay unas 30 mil cuentas que adhieren al kirchnerismo y 16 mil al PRO, o sea que son políticamente activas. De esa cifra, hay entre siete mil y ocho mil trolls y perfiles falsos”.
Baccaglioni explica que el trolling es la modernización de un fenómeno que comenzó con “las encuestas de opiniónpública fraguadas por teléfono, a través de los call centers, por eso ahora se los llama en la jerga ‘troll centers’. Operan desde ‘granjas’ que, en buena medida se ubican en países del Este o del tercer mundo. Por ejemplo, conozco casos en Filipinas y Bangladesh. Son grupos de trolls creando cuentas falsas sin parar. Luego les venden por 50 dólares la contraseña a clientes de todas partes. Sobre todo, de grandes países, donde son más rentables”.
La expansión de estas “granjas” en países como los mencionados obedece a que se facilita la compra de packs de tarjetas telefónicas, dato indispensable para abrir cuentas en las redes sociales. Además, las leyes suelen ser más la- xas en temas tecnológicos, por ejemplo, el envío de spam (correos basura) que, en algunos países ya está sancionado como delito, subraya el experto. Las granjas sólo son la punta del iceberg.
Baccaglioni apunta a tres objetivos como la labor esencial de los trolls: acosar, sembrar contenidos falsos o multiplicar los que sirven a sus intereses, y apoyar las causas por las que les pagan. “Lo que más les sirve a esos objetivos es que los periodistas reproduzcan esas noticias falsas, convirtiéndose en impulsores de versiones que no son ciertas y causan un daño”, sintetiza.
En la Argentina, dice el especialista, los trolls del kirchernismo o del PRO no “atacan directamente a Cristina Kirchner o Macri, sino a sus partidarios o simpatizantes, o simplemente a ciudadanos que entran en el debate político. La gente termina incomodándose con los acosos y ya hay quienes deciden bajar sus cuentas de las redes”. Con un sistema propio que desarrolló para detectar información falsa, Baccaglioni dice que es fácil de diferenciar una de otra. “La información tiene un flujo natural, sube y baja el interés en las redes. Las fake news (noticias falsas) tienen una curva ascendente de altísimo impacto. Los trolls están creciendo en las redes sociales, pero también en los medios tradicionales. Muchos de los comentarios que se leen en los diarios o webs a notas publicadas, también son cuentas falsas”.
Baccaglioni dice que, en América latina, “los países más activos en el trolling son México, Ecuador y Venezuela. No necesariamente el acoso troll se da en Twitter. En Europa me consta el trabajo de los trolls rusos atacando cuentas personales más que el uso directo político. En Europa a nadie se le ocurriría porque se ve con malos ojos y las consecuencias políticas para un candidato serían muy costosas”.
Fenómeno digno de empezar a ser estudiado en universidades, Baccaglioni desconoce si ya hay encuestas que midan seriamente la penetración de los trolls en la política. “Mi aproximación al fenómeno fue por curiosidad y por necesidad. Pero es muy difícil encontrar datos fidedignos que pueda corroborarse. Eso dificulta un estudio serio. Sin entender la tecnolo- gía y las herramientas se vuelve difícil sacar conclusiones acertadas.”
Además, subraya, “el trolling está en constante movimiento. Las granjas trabajan por turnos y si una fake news desde una cuenta falsa no funcionó, se busca otra para provocar el impacto deseado”.
Los trolls trabajan para el mejor postor. Baccaglioni dice que no se casan con un patrón único. Como sus perfiles suelen ser mentirosos no pueden ser identificados. Ese anonimato les permite moverse con libertad en las redes, los blogs, los sitios digitales y los comentarios en los medios tradicionales.
Para Baccaglioni “la única forma de frenar su influencia es la educación de la opinión pública. La audiencia tiene que aprender a chequear lo que lee para saber si es la verdad”.
En el debate actual hay unas 30 mil cuentas que adhieren al kirchnerismo y unas 16 mil al PRO” Fabio Baccaglioni