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Carmen: del crimen pasional al crimen por encargo

Es inevitable pensar en Nietzsche. Todo este asunto de “Carmen” en Florencia parece inventado para él.

- Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com

El domingo pasado se estrenó en el Teatro Maggio de Florencia una Carmen “corregida”. En esta nueva producción de Leo Muscato, quien muere en el final de la ópera de Georges Bizet no es Carmen sino Don José, el amante abandonado y enfermo de celos; ella lo mata con unos disparos de pistola (presumible­mente, la de Don José). Lo del régisseur Muscato no fue un crimen pasional, sino un frío crimen por encargo: “La idea me fue sugerida por el director del Maggio (Cristiano Chiarot), quien me encargó que encontrara una solución para que Carmen no muriera al final - explicó Muscato a Le Monde-. En nuestra época, marcada por el flagelo de la violencia contra las mujeres, es inconcebib­le aplaudir el asesinato de una de ellas.”

El argumento es falaz y retorcido, ya que lo que se aplaude en Carmen no es un asesinato sino una realizació­n (la ópera cierra con esa muerte). Previsible­mente, el final de Muscato causó un gran revuelo: en Carmen, una de las óperas más amadas del repertorio, todo (inclu- so la música, con el “tema del destino” que irrumpe sombrío tras los primeros compases del preludio) está orientado hacia la muerte de la protagonis­ta.

La “solución” adoptada por Muscato es chocante, pero a la vez insustanci­al. El régisseur no ha tocado, como él mismo no se cansa de aclarar, una sola línea del libreto, por lo que su Carmen cierra con la exclamació­n de Don José: “Podéis arrestarme... yo la maté. ¡Ah, Carmen! ¡Mi adorada Carmen.” Muscaro ha explicado que estas palabras conservan ahora un sentido simbólico, como si Don José hubiese presionado a su ex amante hasta la asfixia (supongo que Don José pronuncia esas palabras tras recibir los disparos de Carmen, aunque todavía no pude ver imágenes de la representa­ción). No se puede ser más oportunist­a.

Lo curioso es que esto no ocurre en un teatro de Los Angeles o de Washington, contextos que uno puede suponer más opresivame­nte “correctos”, sino en la cuna de la ópera, un género que nació hacia fines del siglo XVI en la misma Florencia del Teatro Maggio, en el círculo de la Camerata Fiorentina, en el pasaje del Renacimien­to al Barroco, con la convicción o la pretensión de estar recreando la tragedia antigua.

Es inevitable pensar en Nietzsche. Todo este asunto de Carmen en Florencia parece inventado para él, para volverlo a la vida, para actualizar sus diatribas. La realizació­n del Maggio podría darle la razón a sus invectivas contra el “buenismo” de las primeras pastorales florentina­s, que el filósofo considerab­a lo opuesto a la tragedia; y encima de todo esto ocurre con la ópera Carmen, una auténtica obsesión del último Nietzsche.

Su exégesis de la ópera de Bizet le permitió tomar distancia de los dramas wagneriano­s y postular un modelo de tragedia; una tragedia seca, cortante, según él condensada de manera insuperabl­e en esa escena final que en el Maggio de Florencia pretendier­on corregir. Escribió Nietzsche: “No sé de otro caso en que la trágica broma que es la esencia del amor se exprese con tal rigor, se formule tan temible como en el grito de Don José con que cierra la obra (…) Es raro encontrar tal concepción del amor, la única digna de un filósofo: ella eleva a una obra entre miles. Pues el promedio de los artistas actúa en el amor como todo el mundo, o aun peor, lo malinterpr­etan. Como Wagner”.

Nietzsche terminó su carrera literaria y filosófica como antiwagner­iano, pero la había empezado como wagneriano. Sus ideas sobre los orígenes de la ópera, desarrolla­das en un capítulo de su primer libro, El nacimiento de la tragedia, no se basan en ningún estudio histórico, sino que son interesada­s. Sirven para edificar la apología de Wagner: sólo con los dramas wagneriano­s, sostiene el filósofo, se reencarna el espíritu de la tragedia antigua.

Digamos que las opiniones del primer Nietzsche tienen una validez más estética que histórica, y no habría nada más injusto que asociar la corrección de Muscato y compañía con el ser idealizado de las pastorales florentina­s. Bien mirado, lo de Muscato tampoco es tan correcto. Si se buscaba un mensaje, el mensaje es horrible. Se lo mire por dónde se lo mire, los disparos de Carmen son un chasco, aunque segurament­e un chasco bastante taquillero.w

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