El mundo onírico de Le Corbusier, visto por Graciela Taquini
En su primer filme, la videoartista pone en foco la Casa Curutchet, única obra del suizo en América latina.
Le Corbusier camina sobre las copas de los árboles de La Plata. Elio Montes (encarnado por Daniel Hendler) va y viene con una silueta de cartón del arquitecto suizo en la Casa Curutchet, declarada en 2016 Patrimonio de la Humanidad por Unesco. La casa exhibe en detalle su omnipresencia en La obra secreta, ópera prima de la videoartista Graciela Taquini, con producción de Gastón Duprat y Mariano Cohn, guión de Andrés Duprat y realización de Jerónimo Carranza.
El film es, en síntesis, la historia de un arquitecto fascinado por Le Corbusier al punto de convertirse en el guía turístico de la casa. No es un loco solitario. El fantasma del urbanista y escultor -nacido como Charles Édouard Jeanneret Gris en 1887 en La Chaux de Fonds, Suiza-, recorre la ciudad, reflexiona sobre ella y su entorno, al tiempo que su obra parece agigantarse cada vez que el guía profundiza en su pensamiento delante de los visitantes.
A los 75 años, Graciela Taquini decidió ponerse detrás de la cámara, no con pocos miedos. La une a Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes y prolífico guionista, y a su hermano Gastón, cineasta y codirector de la multipremiada El ciudadano ilustre, una vieja amistad nacida a la luz de pasiones estéticas comunes.
El primer paso fue trabajar el guión en profundidad. Y ahí es donde aparece la trayectoria de Taquini en su extensión. La película tiene una bella fotografía, elementos oníricos y planos visuales que ponen de relieve una realidad distinta a la cotidiana.
El arquitecto Elio Montes (Daniel Hendler) está harto de recibir sólo pedidos de refacciones de baños y otros trabajos menores, y en su obsesión por Le Corbusier (Mario Lombard), reflexiona sobre la dimensión de su obra y hasta exagera los detalles de una vida singular.
"Hicimos un dream team en el que me tocó el papel de Agnès Varda (directora francesa), como me dice Gastón. El personaje de Hendler era muy
looser y quería que fuera más querible, entrañable y lleno de contradicciones", cuenta Graciela Taquini a Clarín, en el emblemático Florida Garden, una tarde de aguacero.
Gracias a la amistad que los une, Taquini también se decantó por un humor fuera del estándar del trío que integran Mariano Cohn, Gastón y Andrés Duprat: "Los admiro mucho, pero a veces son demasiado ácidos y provocadores. Siempre les digo que en el film El hombre de al lado (2009), filmada en la Casa Curutchet, sólo pude identificarme con la mucama, porque todos los personajes eran asquerosos", dice riéndose.
Mientras Montes-hendler abre ca-
da día la Casa Curutchet a los visitantes, entre quienes se pueden ver cameos de Taquini, el dramaturgo Rafael Spregelburd y hasta el director del lugar, Julio Santana, el fantasma de Le Corb usier-como en una hiperrealidadaparece caminando por la ciudad. Dice Taquini: "Hubo que trabajar sus reflexiones a partir de sus textos, seleccionados por Andrés".
Le atrajo el desafío a Taquini porque aprecia "el choque entre lo utópico y la realidad actual. El Manifiesto (en Fundación PROA) fue la mejor obra que vi el año pasado, porque trabajaba este tema. Y respecto del mundo de Le Corbusier, no se sabe bien si es onírico o qué es. Toda la película rompe bastante con el realismo".
Hay una parte documental que hace de la película una obra rica desde la perspectiva artística. Están las fotos fijas que congelan los distintos espacios, las propias fotos de Le Corbusier, las diapositivas que el protagonista usa en las visitas guiadas, además de los planos secuencias que agigantan un urbanismo en sintonía con la naturaleza. "Conjugamos muchas lenguas. Hay planos visuales y planos sonoros que se repiten como metáfora. Eso rompe con el espacio tradicional y crea un mundo onírico".
Todo tiene un sentido en la película, dice Taquini, y cada elemento conjuga la intención de modelar "un mundo no real".
¿Por qué Le Corbusier? El cine, por suerte, suele tomar a referentes del arte de tanto en tanto. El film animado Loving Vincent abordó la biografía del pintor Vincent Van Gogh; Todo lo
que veo es mío evoca a Marcel Duchamp en Buenos Aires y Vuelo nocturno cuenta la estadía de Antoine de Saint Exupéry en Entre Ríos. Era cuestión de tiempo que la única visita de Le Corbusier a Buenos Aires, dejando su única obra en América latina, tuviera también su película. "Trabajé mucho la idea de qué pasa con nuestros referentes. Hoy, personajes como Woody Allen, y antes Roman Polanski o Elia Kazan, tienen acusaciones que los dejan como cerdos. Pero la obra de un artista es muy personal. Hay gente que hizo cosas muy malas y dejó una obra artística muy buena", dice Taquini, en una reflexión por lo menos polémica.
Según su criterio, "la obra se va desprendiendo del artista. Le Corbusier dejó una obra magnífica siendo autodidacta y no habiendo ido a la universidad. También en vida fue acusado de colaboracionista".
Para la directora, lo saliente del suizo es que no se trataba de un utópico puro. "El es capaz de valorar el caos
del presente. Dice que la ciudad moderna puede ser un hermoso caos. No es un ratón que queda atrapado. Eso me intersó mucho", subraya. Pero hay también en La obra secreta una fábula sobre nuestra relación con los referentes. "Fue un desafío didáctico sin solemnidad. Descubrí que siempre hice trabajos que tratan sobre personajes encerrados pugnando por salir. Curiosamente esta obra trata de esto".
Graciela Taquini ha trabajo exhaustivamente el eje modernidad-posmodernidad y la historiografía del arte. Concluye: "Aprendí que Le Corbusier tuvo una gran visión global, sobre todo para trazar ese vínculo entre arquitectura y naturaleza. Revaloriza el lugar del entorno y de los sitios de la ciudad. En eso, es único".