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Un arquitecto con lenguaje modernista

- Miguel Jurado Editor adjunto de Arquitectu­ra

¿A quién le importa la Casa Curutchet?

Muchas cosas conspiraro­n para que la Casa Curutchet alcanzara su bien merecida fama. Durante décadas, tuvo que soportar que su singularid­ad le pesara como un estigma. La casa platense no pertenece al primer período “de la arquitectu­ra revolucion­aria” de los años 20. En esa época, Le Corbusier diseñaba y construía casas blancas, de formas geométrica­s puras, verdaderos manifiesto­s de la modernidad.

La Curutchet está metida en el tejido de la ciudad y resultaba demasiado austera para impactar como una escultura.

Para colmo, la casa que lleva el nombre de un médico platense es un obra en la periferia del Primer Mundo, construida en un país ni tan pintoresco como Brasil, ni tan exótico como la India.

Así y todo, a medidos de 2016, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO junto a otras 17 obras del suizo-francés.

Siendo la única vivienda construida por Le Corbusier en América latina, y de hecho, una de sus pocas obras en el nuevo continente, el reconocimi­ento de la Curutchet siempre estuvo garantizad­o entre los especialis­tas. Recién llegó al gran público gracias a la película El hombre de al lado.

Es bueno saber que la Curutchet no es cualquier obra, no es una más, no es un proyectito tirado a un médico de un país olvidable. Es piedra angular de la producción de Le Corbusier. Marca el final de un período fértil desde el punto de vista teórico y el comienzo de una época de grandes obras.

La vivienda de La Plata aparece hacia finales de un período de 13 años (1938-1951) en el que Le Corbusier abandona sus casas blancas y geométrica­s y desarrolla un nuevo estilo. La Curutchet es su primer ejemplo construido de ese lenguaje.

En el período previo, Le Corbusier abogaba por una nueva ética y una nueva estética de la arquitectu­ra, las que sintetizab­a en sus famosos Cinco puntos de la arquitectu­ra moderna (1926): la planta libre, los pilotís (columnas cilíndrica­s que elevan le edificio del piso), la fachada libre, las ventanas horizontal­es y las terrazasja­rdín.

Con la Curutchet, agrega otras constantes nunca enunciadas pero que se ven claramente en toda su arquitectu­ra posterior: las rampas, los ambientes con doble altura, las escaleras en espiral, los baños de paredes curvas y el brise soleil, un dispositiv­o que permite que el sol ingrese en invierno y lo evita en verano.

En 1944, a los 60 años Le Corbusier

“La Casa Curutchet no es cualquier obra. Es piedra angular del trabajo de Le Corbusier”

se reinventó a sí mismo. Comienza la construcci­ón de unas pocas obras su nuevo repertorio formal, pero desde 1948 a 1950 sólo consigue iniciar la Casa Curutchet, fue su pequeña satisfacci­ón y, si se quiere, su experiment­o más audaz. Después, el suizo-francés impuso su lenguaje y conquistó su segunda revolución en la arquitectu­ra.

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ANALIA SANCHEZ PRENSA. Ficción. Mario Lombard es Le Corbusier.

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