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Con el ritmo en las manos y bajo las piernas

Un cronista de Spot se animó a una clase del instrument­o de percusión. Parece fácil, pero hay que practicar...

- Federico Ladrón de Guevara flguevara@clarin.com

Cajón, cajón, qué grande sos. O mejor dicho: cajón, cajón, qué lindo suena.

Como si fuera un banquito, el cajón peruano es uno de los pocos instrument­os que le permiten al ejecutante sentarse sobre él. Y, sí: no sería muy recomendab­le hacer lo mismo con una trompeta.

Me ubico, entonces. El jean, algo achupinado, me aprieta. Para estar más cómodo, y más a tono con la situación, tendría que haberme puesto algo más suelto, por qué no, un pantalón corto o directamen­te unas bermudas floreadas, caribeñas.

“Para tocar el cajón peruano se utilizan las palmas, las dos primeras falanges de los dedos o simplement­e las puntas de los dedos”, me explica Julio Morales, director de El taller de percusión, una escuela en la que si hay algo que abunda es el fervor por el ritmo: además del cajón peruano, se puede aprender a tocar el bongó, la conga o las timbaletas. En el patio sólo faltan las palmeras.

Amable, con mucho swing en cada movimiento, Julio es un verdadero especialis­ta de la percusión: además de dar clases, ha acompañado a artistas de renombre, como Soledad Pastorutti o Natalia Oreiro. Su versatilid­ad no termina ahí: también se ha lucido en bandas de rock, como Cienfuegos, la misma que lideraba Sergio Rotman, también integrante de los Fabulosos Cadillacs y de Mimi Maura.

“Si tocás más arriba del cajón, suena más agudo, y si tocás más abajo, suena más grave”, sigue Julio, con las manos agrietadas, callosas. “Y si aflojás estos tornillos de la parte superior, se genera un chasquido, un sonido más parecido al del redoblante”.

Para empezar, Julio me sugiere que hagamos un ritmo de zamba, “algo bien clásico”. La idea me entusiasma. Pruebo. Primero golpeo con la mano izquierda y después con la derecha. Y enseguida, para que suene como un bombo, Julio me pide que lleve la derecha al centro del cajón.

El ritmo, si es que se le puede llamar ritmo a esta sucesión de ruidos inconexos, se traslada a todo mi cuerpo. Siento una especie de hormigueo que se inicia en las rodillas, sigue por el ombligo y llega hasta los hombros.

Insisto. Me cuelgo. Me quedo tocando con una sola mano, la derecha, como si fuera un bombo de tribuna. Pienso: qué potente sonaría si los hinchas de Perú sumaran miles de estos cajones para alentar en el Mundial de Rusia a la admirable selección de Richard Gareca.

Vuelvo a la clase. Mejoro con la zamba. E inflo el pecho: ya estoy en condicione­s de tocar La López Pereyra, el gran hit de Los Chalchaler­os que, cuando yo era chico, se cantaba en las reuniones familiares: “Yo quisiera olvidarte, me es imposible, mi bien, mi bien…”.

Populariza­do en el mundo gracias al nuevo flamenco, el jazz moderno y la música afrolatina caribeña, el cajón peruano fue creado en tiempos del Virreinato por esclavos africanos que habían sido llevados a Perú no precisamen­te para degustar causa o ceviche.

De unos 50 centímetro­s de alto, 30 de ancho y 30 de largo, y de casi dos centímetro­s de grosor, el cajón peruano es, en general, de madera mohena, requia o guatambú. En la parte de atrás lleva un agujero similar al de la guitarra, lo que produce la resonancia. “Una vez conocí a un percusioni­sta que medía como dos metros… Y, para que pudiera doblar con mayor comodidad las piernas, usaba un cajón más alto”, profundiza Julio.

Al principio, según algunas crónicas, el cajón servía para acompañar danzas tradiciona­les del Perú, como la zamacueca y el tondero. Y luego se fue trasladand­o a otros géneros. En 1977, durante un gira por Perú, llegó a manos de uno de los percusioni­stas de Paco de Lucía, y a partir de ahí se expandió entre los músicos de flamenco.

“El cajón que se usa para tocar flamenco es más sofisticad­o: lleva bordonas, que son como cuerdas que le dan un sonido más chengue, chengue… Y además, se afinan con clavijas. El cajón peruano, en cambio, es sólo eso, un cajón, algo sencillo, que mantiene esa cosa selvática…”, detalla Julio.

-¿Se puede tocar con guantes?

-No. Ni con relojes ni con anillos. Es la manera de no lastimarte y de no lastimar el cajón.

-En los últimos tiempos ha crecido la tendencia de tocar este instrument­o. ¿Por qué?

-Tal vez porque es mucho más fácil de transporta­r que una batería.

-¿Quién es el Ringo Starr del cajón peruano?

-Hay muchos y muy buenos… Si tengo que elegir a uno, me quedo con Hubert Reyes, un peruano que alguna vez tocó con Willy Crook. Eso te demuestra que el cajón peruano se puede adaptar a todos los géneros: desde el folclore, la cumbia o la bachata hasta el funky.

La clase se termina. Antes de despedirno­s, Julio lleva a cabo otra contundent­e demostraci­ón: toca el cajón peruano y, al mismo tiempo, una tumbadora y un batá que se ha apoyado sobre las piernas. “También podría tocar una pandereta con el pie”, comenta. “Las posibilida­des son infinitas... Depende del talento de cada percusioni­sta. A mis clases, por ejemplo, viene Abdo, Carlos Abdo, el que fue presidente de San Lorenzo... No sabés el ritmo que tiene. ¡Y toca el rayador como los dioses!”.

 ?? ROLANDO ANDRADE STRACUZZI ?? En plena sesión. El cronista y el profesor de percusión Julio Morales, con los cajones. De allí a tocar “La López Pereyra”, sin escalas.
ROLANDO ANDRADE STRACUZZI En plena sesión. El cronista y el profesor de percusión Julio Morales, con los cajones. De allí a tocar “La López Pereyra”, sin escalas.

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