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El uruguayo Nico Ibarburu, en la Usina de Arte

El guitarrist­a uruguayo vuelve a Buenos Aires para estrenar sus canciones junto a su sexteto.

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Entre los guitarrist­as insoslayab­les de la música popular uruguaya, Nicolás Ibarburu se destaca por ser dueño de un lenguaje propio que le permite mantener su identidad, más allá de los géneros que aborda y de los músicos con los que tocó, como Rua bén Rada, Jaime Roos y Fito Páez, entre muchos otros.

“Estoy en un momento de mi carrera en que necesito trabajar en mi música y salir del estado de confort que te brinda participar en proyectos consolidad­os, donde no hay riesgos”, dice Clarín el músico, que con su sexteto hoy presentará su nuevo disco, Casa rodante, en la Usina del Arte.

Lanzado a mediados del año pasado, Casa rodante es un trabajo con un fresco aire folk trenzado por manos uruguayas, es decir, con un toque rioplatens­e filtrado a través de las influencia­s de Mateo, Rada y Roos, que aporta una distinguib­le marca estética.

Para Ibarburu, las composicio­nes en este segundo disco solista dejan en evidencia un nuevo enfoque sobre su música. “Son canciones que reflejan mi mundo emocional. Uno de los temas está dedicado a mi padre, y en otro interviene cantando mi hijo Valentín, de 10 años”, explica. Y agrega: “Esa emotividad que trasunta la música de Casa rodante está dada también porque elegí otras tonalidade­s más graves que nunca había utilizado, y una dinámica de sonido más pequeña, más íntima y con la que puedo conectar rápidament­e”.

El contraste con su primer álbum, Anfibia (2009) es notorio. “Es muy diferente -admite-; aquél era básicament­e instrument­al, y aunque había canciones recuerdo que era difícil cantar encima de todo ese sonido. Eso sólo lo puede hacer Rada. Hoy lo veo como una fiesta de 15, donde uno invita a todo el mundo”, comenta Ibarburu.

El guitarrist­a cuenta que se siente cómodo con su propia producción. “Disfruté mucho mientras componía y durante la grabación. Es un trabajo que tuvo su tiempo de maduración; me llevó unos tres años más o menos. De alguna manera, el disco logró hacerme sentir que cumplí el sueño de no renunciar a lo que siempre quise hacer, que es componer y escribir letras. Cuando era un adolescent­e, todo el tiempo estaba haciendo canciones y escribiend­o. Después, la vida me llevó a un lugar especial, como ser sesionista de grandes músicos como Jaime y Rubén. Eso, por un lado me hizo aprender mucho y crecer como músico, pero por el otro me obligó a postergar lo que tenía para contar. Creo que haber llegado a los 40 años me generó esa necesidad de hacer también mi música y, de paso, salir de ese lugar cómodo de participar de proyectos consolidad­os. Hubo una frase que me dijo Martín Buscaglia que me llegó mucho: ‘El pájaro no canta por su belleza, sino porque tiene una canción’”, explica.

Ibarburu también fue parte de las bandas de Hugo Fattoruso, Fernando Cabrera, Páez, Dante Spinetta y Adriana Varela, entre otros, y grabó en el disco de Luis Alberto Spinetta Un mañana los temas Tu vuelo al fin, Canción de amor para Olga y Para soñar.

Tras la presentaci­ón de hoy, en marzo se reunirá nuevamente el Trío Ibarburu, con Martín (su hermano mellizo) en batería y Andrés, en bajo para hacer algunas presentaci­ones.

“Sólo me involucro con proyectos que siento cercanos, como el trío con mis hermanos, y también participo del Cuarteto de Guitarras, de Julio Cobelli. Por ahora, no mucho más porque quiero presentar mi disco y seguir haciendo mi material”, dice el artista que se presentará en sexteto con Juan De Benedictis en guitarra, Hernán Peyrou en teclados, Fernando Vera en bajo, Martín Ibarburu en batería y Federico Blois en percusión.

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Todo terreno. Ibarburu fue compañero de ruta de Jaime Roos, Rubén Rada, Fito Páez y muchos otros.

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