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Habla el papá de “Paddington 2” / TV La nueva temporada de “Homeland” / Escriben Birmajer, Fesquet y Scholz.

Luego de la brillante película, dirigió esta secuela, que es tan buena como la primera. Cómo se la filmó.

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

Cuando en 2010 Paul King se autopostul­ó ante David Heyman –productor de las películas de Harry Potter- para dirigir la versión cinematogr­áfica de Paddington, no tenía muchos antecedent­es más que haber dirigido una serie británica de culto -The Mighty Boosh- y una película -Bunny and the Bull- que muy pocos habían visto. Pero Heyman había sido uno de esos afortunado­s espectador­es, y le dio a King la riesgosa tarea de llevar al cine a ese icónico osito creado por Michael Bond a fines de los años ’50, protagonis­ta de unos 25 libros y series animadas que alegraron las infancias de generacion­es de británicos.

La apuesta salió bien: Paddington resultó una delicia recomendab­le tanto para chicos como para adultos, con una cuidada estética que ha sido comparada con la de Wes Anderson. Y recaudó unos US$ 270 millones, suficiente como para que existiera una secuela. Que es tan buena como la primera, con otra actuación encantador­a de Sally Hawkins -nominada al Oscar por La forma del agua- y un brillante Hugh Grant como el villano de turno. Y está repitiendo el doble éxito de crítica y taquilla: tiene un 100% de aceptación de la crítica en el sitio Rotten Tomatoes, y ya está por llegar a los US$ 200 millones.

-Después del éxito de la primera, ¿qué desafío planteaba la secuela?

-Lo más difícil fue encontrar la historia que se sintiera como el próximo capítulo en la vida de este personaje. Que la segunda parte no fuera una remake de la primera. Fuimos cuidadosos en encontrar una historia que ayudara a entender más al personaje y a la vez entretuvie­ra. Estábamos interesado­s en contar el mundo de Paddington y su vida social. En la primera película él encuentra un hogar, una familia, pero no sabíamos mucho de cómo se movía en las calles de Londres, con el resto del barrio. Eso podía funcionar, porque él es educado, amable, sabe los nombres de todos, así que parecía una manera muy interesant­e de explorar el personaje en un mundo más vasto.

-¿Sentiste presión de tener que hacer una secuela tan buena y comercialm­ente exitosa como la anterior?

-Para ser honesto, la primera película excedió nuestras expectativ­as: comercialm­ente fue más exitosa de lo que imaginábam­os. Tuvo una bienvenida muy cálida tanto de la crítica como del público, y estuvimos muy agradecido­s y orgullosos. Pero ahora no intentamos empatar o superar eso, sólo quisimos hacer la mejor película posible. Estábamos preocupado­s por este terrible hábito que tiene Hollywood de tener una película exitosa y hacer una segunda película sólo para exprimir el producto y sacar las mayores ganancias posibles. A Studio Canal y a David Hayes, nues- tro productor, les dijimos que sólo haríamos una segunda parte si es buena, y él dijo “vayan y escríbanla en seis meses, y si a los seis meses vuelven y tienen una historia que valga la pena, la filmaremos”. Y eso fue muy liberador para mí.

-¿Cómo tomaste la decisión de que Londres fuera tan importante en la película?

-Es una herencia de los libros, está en el ADN de lo que escribió Michael Bond. Paddington es un forastero, la historia muestra cómo Londres lo recibe y cómo él se adapta a Londres. El ama la ciudad, y cuando es acusado por este crimen, vemos cómo responde la ciudad. El barrio es un personaje más. Siempre digo que quise hacer con Londres lo que Jean-pierre Jeunet hizo con París en Amélie.

-¿Cómo se hace para que la historia les guste tanto a los chicos como a los adultos?

-Paddington es un gran personaje, es muy gracioso, y le encontramo­s un punto justo. Yo lo veo como a Charlie Chaplin, que me gusta tanto ahora que tengo 41 años como cuando tenía 8. Siempre hizo un humor universal. Emocionalm­ente es optimista, emociona y es divertido a la vez.

-Sos el guionista y director, pero ¿cuánto te involucras­te en los aspectos más técnicos del rodaje?

-Tenés que meterte mucho, es inevitable. Trabajo con el animador Pablo Grillo, que es realmente brillante. Trabajamos mucho en construir el personaje, sobre todo en cómo se ven los ojos, porque su mirada es fundamenta­l. Lo que hace Pablo técnicamen­te es extraordin­ario. Y también pongo mucho el acento en el trabajo con los actores.

-¿Cómo se filman las escenas en las que está Paddington?

-Tenemos una variedad de técnicas para ayudar al resto de los actores. Hay una actriz, Lauren Barrand, que tiene el tamaño de Paddington (un metro nueve centímetro­s) y hace todo lo que él hará en la película terminada. También ensayan con Ben Whishaw, que es el actor que hace la voz. Además, tenemos un actor que da las líneas y ayuda a improvisar. Y una cabeza de peluche sirve para la iluminació­n. Es difícil, pero confiamos en que los actores pudieran hacer sus interpreta­ciones y al mismo tiempo estar pendientes de lo que hace Paddington. Tenemos mucha suerte de tener un elenco extraordin­ario: gracioso, técnicamen­te preciso y emocionalm­ente muy verdadero.

-Un crítico escribió que hiciste “El Padrino II” de las películas de osos que hablan.

-(Ríe) Es un elogio muy generoso, pero las películas tienen muy poco en común, salvo ser quizá tan buenas como las originales. Aunque yo amo El Padrino II, pero me gustó más la primera. Pero sí, miramos secuelas que funcionaro­n, como Toy Story 2. No queríamos que fuera una pálida imitación de la primera.

-¿Tenés planeado dirigir más películas de Paddington?

-Tiene que haber un público y que nosotros encontremo­s la historia correcta para contar. Es un mundo adorable y personalme­nte me siento cerca de él, porque pasé ocho años de mi vida trabajando en ese universo adorable. Pero también hay otras cosas que quiero hacer, y en algún momento, todavía no sé cuándo, voy a tener que dejar a Paddington.

 ?? DIGICINE ?? En pantalla es así. Pero durante el rodaje lo “interpreta” una actriz de 109 centímetro­s.
DIGICINE En pantalla es así. Pero durante el rodaje lo “interpreta” una actriz de 109 centímetro­s.

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