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La increíble historia que unió a dos ganadoras del Nobel

- Silvia Fesquet dfesquet@clarin.com

Nunca se conocieron personalme­nte pero la vida de una fue posible gracias a la otra. Selma Lagerlöf nació en Suecia en 1858. Nelly Sachs llegó al mundo en Alemania en 1891. La primera encontró en la literatura su pasión. La segunda la descubrió gracias a ella: tenía 15 años cuando leyó “La saga de Gösta Berling”, primera obra en prosa de Lagerlöf, y la que le daría a la sueca el espaldaraz­o definitivo para dejar su trabajo de profesora y dedicarse a escribir. Sachs quedó tan impresiona­da con esta lectura, que le escribió a Selma una carta manifestán­dole su admiración. Para su sorpresa, la escritora le contestó. Nació allí una relación epistolar que se mantendría inalterabl­e a lo largo de décadas y culminaría con el gesto de Selma que torcería para siempre el destino de Nelly.

Antes de llegar a esa instancia, pasarían muchas cosas en las vidas de ambas. En 1909 Lagerlöf se convertirí­a en la primera mujer en alzarse con el Premio Nobel de Literatura, aunque no le resultaría fácil. Cinco veces había sido desestimad­a su candidatur­a en el proceso final de selección: no se veía con buenos ojos que no fuera hombre el ganador del premio. Finalmente, además de obtener el galardón, Selma logró, en 1914, convertirs­e en académica ella misma. Mientras tanto, lejos de Suecia, Nelly Sachs iba forjando su camino,y también en el mundo de las letras. De salud frágil, recibió educación en su casa , además de lecciones de música y danza. Aunque demostraba talento para el baile, sus padres no estaban dispuestos a propiciar una carrera en ese sentido. Desde joven escribía poesía, y hacia allí encaminó sus pasos. En 1921 publica “Leyendas y relatos”, con una dedicatori­a dirigida a Lagerlöf, con quien intercambi­aba cartas desde aquella primera vez, en 1906. La sueca elogia esta obra en una postal: “Mi más sentido agradecimi­ento por tan hermoso libro. Yo misma no lo hubiese podido escribir mejor”. La vida de ambas sigue su curso. La irrupción de Hitler en el escenario alemán cambiará radicalmen­te las cosas, incluido, con el tiempo, el rumbo de la poesía que Sachs cultivaba. Pero antes llegarían el terror y sus consecuenc­ias inmediatas: en su caso, implicaria enmudecer, literalmen­te. Todo se iría agravando con la escalada de la persecució­n contra los judíos, que pondría su vida en peligro. Ya había perdido a gran parte de su familia y hasta un joven amor había desapareci­do en uno de los campos de concentrac­ión del nazismo; urgía encontrar la manera de salir de Alemania.

Y aquí es donde entra a tallar la figura de Lagerlöf. Gracias a su intervenci­ón, en 1940 Nelly y su madre logran escapar de Berlín en el último avión que partió hacia Estocolmo. Por una jugada del destino, el salvocondu­cto y la orden de deportació­n de las dos mujeres a un campo de prisionero­s llegaron casi al mismo tiempo. Un poco más, y tal vez ambas hubieran pasado a engrosar el listado de víctimas del Holocausto. La paradoja: cuando Nelly finalmente aterriza en Suecia, Selma ya no está para darle la bienvenida; ni siquiera alcanza a saber si sus gestiones fueron exitosas. Había muerto el 16 de marzo de ese año.

Para Sachs, la vida en su nuevo lugar presentaba dificultad­es: estaba en un departamen­to chico de un barrio obrero, en condicione­s muy diferentes a esas en las que había sido criada. A los casi 50 años decide estudiar sueco para poder ganar algo de dinero haciendo traduccion­es, y sigue escribiend­o. “En las moradas de la muerte”, de 1947, es la obra con la que empieza a obtener reconocimi­ento. Uno de los poemas incluidos allí, “Plegarias por el novio muerto”, es el primero que escribe en su pais de adopción, y alude a su tragdia personal. En 1966, al igual que su admirada Selma, gana el Premio Nobel de Literatura, compartido con Samuel Agnon. Dice entronces, al recibirlo: “En el verano de 1939 una amiga alemana vino a Suecia a visitar a Selma Lagerlöf para pedirle que encontrase refugio para mi madre y para mí. (…) En la primavera de 1940, después de meses tortuosos, llegamos a Estocolmo. Ya se había producido la ocupación de Dinamarca y Noruega. La gran novelista ya no estaba”. Su misión había sido cumplida.

El salvocondu­cto y la orden de deportació­n a uncampo de prisionero­s llegaron casi al mismo tiempo.

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