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¿Salir del placard? Mejor entrar y, ordenarlo

Nuestra cronista recibió en su casa a una “organizado­ra de viviendas”. Una experienci­a terapéutic­a

- Sandra Commisso scommisso@clarin.com

“Como está tu placard, estás vos”. Ok: caótico, desordenad­o, con mucha informació­n acumulada. Eso sí, cero aburrido.

Brenda Haines, especialis­ta en “orden y organizaci­ón de viviendas” llega como si fuera a demoler y construir uno nuevo lugar, con un par de valijas y varias cajas. Si se quiere organizar un hogar, hay que empezar por el placard. La experienci­a de ordenar estantes y cajones, es más compleja y profunda de lo que parece a simple vista. Hay que estar dispuesto a encontrars­e con uno mismo casi como si fuera una sesión terapéutic­a. Ante la propuesta “alguien te ordena el pla- card” previa a la visita encontré en los conocidos, dos reacciones opuestas: “Genial, que venga” y “Ni loco/a alguien se mete con mis cosas”. A los primeros les digo: ojo, aparecen cosas (no precisamen­te objetos) inesperada­s. A los segundos, les digo: ojo, puede ser un viaje de ida que cambia la perspectiv­a.

Tomemos el placard como metáfora de las entrañas o, más elegante, del inconscien­te. Bueno, ahí vamos: sacar y volver a ubicar todo el guardarrop­as implica que pasen cosas como éstas: encontrás lo que no esperabas, descubrís algo perdido u olvidado; descartás, soltás, te aferrás, volvés a ver todo como nuevo.

Mientras Brenda y Lula, su asistente, ordenan todo (en perchas idénticas) por colores, tamaños y largos; en canastos rotulados, en organizado­res tipo fichero y otras modalidade­s, vas rotando las sensacione­s. Primero angustia; después, desesperac­ión al ver medio placard fuera de su lugar, desorienta­ción (¿y ahora cómo se sigue?) y finalmente, alivio y alegría con todo acomodado por tamaño y color como en un local, fácil de identifica­r. “Las cosas no hay que buscarlas, las tenés que elegir. Si cada mañana te enfrentás a tu placard y no sabés por dónde arrancar, te estresás y te terminás poniendo siempre lo mismo”.

Aclaración: existen las personas ordenadas que no pasan por este tipo de sentimient­os, pero el común de los humanos (no importa sexo ni edad), sí. Sigamos. El paso de Brenda por la casa es como un Katrina con el efecto contrario: un vendaval que levanta en vez de derribar y reubica en vez de desparrama­r.

Un detalle no menor: hay que armarse de paciencia. No es una tarea que se pueda hacer en un rato. En mi caso fueron cuatro arduas horas. Todo lo hicieron Brenda y Lula, pero la que quedó agotada fui yo. Agotada, pero contenta, entusiasma­da. Y, por qué no, un poco asustada: tengo por delante el desafío de mantener el orden y no desbarranc­ar de nuevo. Ah, y cuidado con el “falso orden”: a simple vista, todo muy lindo, pero en el fondo, es sólo un castillo de naipes.

Ya que el placard es el gran símbolo de nuestro estado anímico y mental, es ideal para empezar a ordenar cualquier casa. Hay métodos, técnicas y secretos para no fallar. Primero: los barrales con las perchas idénticas mirando para el mismo lado, prendas sin mangas, con mangas cortas, con mangas largas. Segundo: los estantes con canastos para ubicar carteras, cinturones, buzos, sweaters, remeras todo el estilo fichero (sí, suena extraño, pero funciona). Tercero: cajones con ordenadore­s para lo pequeño: medias, ropa interior, todo en posición vertical (con el doblez correspond­iente y en modo fichero).

Mientras Brenda reorganiza, siento que el momento tiene algo de manual de autoayuda. “No voy a tirar nada que vos no quieras. Pero fijate”, dice. Y casi impulsivam­ente separo un par de blusas y vestidos para regalar. “La gente guarda cosas por miedo a no tener. Tal vez quedó de otras generacion­es. Pero si no lo usás ¿para qué lo querés?. Termina siendo algo que escondés”. ¿Recuerdos? Sí, valen. Pero es mejor ser selectivo. Si entra algo nuevo, que salga algo viejo.

Brenda define: “El placard no es un depósito para acumular, esconder, descartar, acopiar, amontonar. Todo tiene que estar a la vista a la vez para poder elegir”. Lo de ordenar con tanta pasión puede ser un viaje de ida. Después se puede seguir con zapatos, accesorios, vajilla, libros, juguetes, paples; con el baño, la cocina, el escritorio, el living. En el desorden, todo da lo mismo. Ordenado el espacio, aparece todo lo que desentona.w

 ?? DAVID FERNANDEZ. ?? Cada cosa en su lugar. No es tan fácil como parece; hace falta disciplina y paciencia para crear el hábito. Pero la experienci­a resulta liberadora.
DAVID FERNANDEZ. Cada cosa en su lugar. No es tan fácil como parece; hace falta disciplina y paciencia para crear el hábito. Pero la experienci­a resulta liberadora.

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