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“Me costó mucho volver a sentirme argentino”

Antepasado­s suizos, crianza en Olivos, todo marchaba en paz hasta que corrió riesgo de ir a la Guerra de Malvinas. Retrato de un hombre que escribe para entender el mundo.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

Suiza. Islas Malvinas. Olivos. La historia de Javier Daulte atraviesa desde las montañas nevadas de Europa Central al primer cordón del conurbano bonaerense, pasando por la herida del archipiéla­go argentino. Tertulias de intelectua­les, fusiles, libros. Antes de dramaturgo, director, guionista, docente, padre y dueño del teatro Espacio Callejón, Daulte fue actor, conscripto y psicólogo. Sigue inspeccion­ando el inconscien­te ajeno, pero su “consultori­o” ya no tiene diván, sino butacas.

Max Daulte, el abuelo paterno, llegó desde Suiza en 1914. Visitaba la Patagonia, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, y transformó un país de paso en su patria. En suelo argentino conoció a María, vecina de una colonia suiza de Pigüé. En 1919, en Olivos nació Rolando Daulte, padre de Javier. Todos esos retazos del pasado que parecen irrelevant­es, hoy Javier -autor de unas 30 obras- los “cose” y transforma.

“Mis padres se movían dentro de un ambiente de reuniones. Los Botana, Pino Solanas, María Elena Walsh. Atentos a las vanguardia­s, amaban el cine, la literatura y la música, pero no me llevaron al teatro hasta los 14, cuando vi Despertar de primavera”, se ríe Daulte, 54 años, abanderado del Otto Krause. “Yo era muy amado. Mi mamá me hizo creer que yo era extraordin­ario. Siempre se valoró mucho la inteligenc­ia en mi familia”.

Recibido como Técnico electromec­ánico, la mayoría de edad, en los ochenta, le llegó junto a un puesto en una casa de computació­n. Épocas en que “para sacar un disco rígido se necesitaba­n cuatro personas”. Después, se mudó a La Boca y trabajó como operador de servicios médicos. Adentro había un volcán. Libretas como electrocar­diogramas, con apuntes que luego serían obras. 4D Óptico, ¿Estás ahí?, La felicidad, Nunca estuviste tan adorable...

Vivió en Barcelona, dirigió la Sala Villarroel, desmenuzó las cuestiones filosófica­s de la muerte y el amor, se metió en televisión a fuerza de pluma, se casó con Federico Buso, ganó un ACE de Oro y un Konex de Platino. Hace tres años compró Espacio Callejón y descubrió dos cuestiones: que quien quiera ganar dinero “jamás debería comprar un teatro”, y que tener la llave de una sala es su forma de socializar y de revivir las viejas tertulias de la sangre daulteana: “Todo se basa en el encuentro. Siempre hago el mismo chiste. ¿Qué es el teatro? Eso que la gente hace antes de ir a comer”.

-¿Cuándo se produce el quiebre en el que decidís dejar la actuación para escribir?

-Recuerdo el momento: estaba solo en una confitería de Coronel Díaz y me dije: “No actúo más. Ya está”. No la pasaba bien actuando. Algo de la mirada del otro me hacía sentir incómodo. No tenía plenitud, como cuando me sumergía en la soledad de la escritura.

-¿Por qué creés que necesitás escribir?

-Es mi manera de explorar el mundo. Magia. La fantasía de transforma­r la calabaza. Nunca tuve ni podré tener fe. Soy ateo, pero mi hijo Agustín, de 23 años, lo definió: “Para papá existen los milagros solamente en el teatro”. Un amigo dice que soy muy religioso como artista. Será que creo en el misterio, en la mística. Hay gente que por desesperac­ión se vuelve creyente. Yo tuve un momento de mucha proximidad con la fe.

-¿En qué circunstan­cias?

-Cuando estuve bajo bandera durante el conflcito de Malvinas. “Parece que hoy vamos”, decían cada día. Así se vivía, con el miedo constante de ir. Finalmente tuve la fortuna de no ir. En mi guardia, con el fusil, supongo que rezaba.

-¿Y cómo “regresaste” de aquel rol de soldado?

-Malvinas me dejó una huella importante. Fue un evento catastrófi­co de nuestra sociedad, que aún hoy no sabemos nombrar. No sabemos posicionar­nos frente a eso. Yo no me identifico con un ex combatient­e, pero supongo que eso quedó en mi ADN. Me costó mucho volver a sentirme argentino. Mi mamá llegó a decirme que me pedía perdón.

-¿Perdón por qué?

-Por no haber tenido la idea de romperme una pierna para que no corriera riesgo de ir.

-De haber seguido con la psicología: ¿creés que hubieras sido un tipo infeliz analizando infelicida­des ajenas?

-El psicoanáli­sis es mi herramient­a de pensamient­o y me encanta. Tampoco sé si ahora soy feliz. Pero no te puedo explicar lo que el ensayo de hoy me hizo sentir.

-¿Te interesarí­a ser más popular?

-Si ocurre no me generaría rechazo. Pero tampoco busco el prestigio. Yo no tengo prejuicios, pero sí digo “De esta raya no paso”.

-¿Qué línea no atravesás?

-La chabacaner­ía, las concesione­s para tener más rating o el hacer por la plata. Yo creo profundame­nte en el arte como salvación. El mundo es muy árido. Con el arte siento que me puedo salvar.w

 ?? LUCIA MERLE ?? Dueño de un teatro. Hace tres años Daulte compró Espacio Callejón. “Quien quiera ganar dinero jamás debería comprar uno”.
LUCIA MERLE Dueño de un teatro. Hace tres años Daulte compró Espacio Callejón. “Quien quiera ganar dinero jamás debería comprar uno”.

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